Brújula Digital|25|06|24|
Gerardo Garrett
Mucho se comenta estos días de la realidad del fútbol boliviano. Y es que, si bien desde hace tiempo éramos conscientes de ella, la Eurocopa y la Copa América han terminado por confirmar esta triste situación. Esto se hace evidente en que todas las selecciones que participan en estos torneos muestran claridad, velocidad, ritmo, intensidad, profundidad, contundencia. La nuestra, en cambio, no enseña ninguna de estas características. Como corolario, una selección nacional es nomás el reflejo fiel y real de la realidad del fútbol de un país.
Así como tantos bolivianos, mi familia y yo somos apasionados silenciosos por el fútbol, pero, sobre todo, por el fútbol boliviano. Mi hijo mayor es periodista deportivo que analiza el fútbol desde la óptica de su profesión. Mi hijo menor formó parte de un equipo de fútbol profesional en La Paz por un corto tiempo. Pago mi entrada y voy al estadio con mi esposa. Me mantengo al tanto de los torneos nacionales y locales. He seguido de cerca por varios años la realidad de las divisiones inferiores del fútbol paceño. Finalmente, me nutro a diario de la abundante “literatura” futbolística en medios de prensa y redes sociales.
Con estos antecedentes de seguidor de nuestro fútbol, intento encontrar claridad para levantar la incógnita de hacia dónde va nuestro fútbol en lo inmediato y mediato. El largo plazo es siempre lejano. Para ello, un primer diagnóstico de nuestro fútbol, que pretende equilibrar lo racional con lo emocional, establece (i) deficiencias en la formación deportiva, humana y emocional de niños y jóvenes; (ii) ausencia o deficiencia de infraestructura deportiva (espacios deportivos, material de formación y entrenamiento, tecnología); (iii) falta de torneos competitivos e interesantes en el fútbol formativo y amateur; (iv) inadecuada preparación de entrenadores y equipos de apoyo de éstos; (v) tozudez de no promocionar figuras desde las divisiones inferiores de los clubes a sus equipos profesionales; (vi) preocupación cortoplacista de los dirigentes de los clubes por obtener resultados monetarios inmediatos; (vii) obsecuente idea de que traer jugadores foráneos que han cumplido ciclos en otras latitudes es la solución para asegurar resultados deportivos; (viii) falta de convencimiento de nuestros propios jugadores de que pueden ser tan buenos o mejores que sus pares internacionales; (ix) no reconocer que en toda actividad humana se compite siempre para ganar (no sólo para “acumular experiencia”); (x) ausencia de administración deportiva profesional de los clubes y de las entidades rectoras del fútbol; (xi) la hoy por hoy falta de competitividad de nuestros equipos profesionales en los torneos locales e internacionales. La lista seguramente está incompleta.
Expuesta de esta manera nuestra realidad, daría la impresión de que la solución a tantas “deficiencias” de nuestro fútbol sería tarea imposible. Sin embargo, experiencias de otros países (Ecuador y Venezuela, por ejemplo) muestran que los cambios pueden lograrse con trabajo consciente y planificado. Es cuestión de actitud, como en toda empresa humana.
En este sentido, partiendo del desprendimiento y de la buena fe de todos los actores del fútbol boliviano –autoridades, dirigentes, entrenadores, formadores, deportistas, aficionados, periodistas– el desafío de todos a asumir debería ser la “reconstrucción del fútbol boliviano”. No se tratará de encontrar culpables; se aprenderá de los errores. Ante todo, se buscará soluciones. Será un mirar hacia adelante, dejando de lado el pasado.
La Federación Boliviana de Fútbol (FBF) está ejecutando su plan para reestructurar el fútbol boliviano. Este plan puede servir de base para lograr el concurso de todos los actores del fútbol nacional y consolidar este proyecto de reconstrucción que resulte en una tarea de todos y no sólo de la FBF.
Sobre esta base, propongo que, a la conclusión de la Copa América, la FBF convoque a un grupo de expertos en el tema futbolístico a debatir la mejor forma de encarar la solución a las deficiencias citadas líneas arriba y otras que las hay. Incluso, se debería invitar a profesionales de prestigio internacional para exponer experiencias exitosas y proponer estrategias sobre la base de las mejores prácticas en gestión deportiva.
La participación en este encuentro estratégico debería dejar de lado intereses particulares o sectarios, enfocarse en lograr un fútbol competitivo en todas sus instancias, abogar por clubes de fútbol institucionalizados y profesionalmente administrados y financiados, cambiar la mentalidad de nuestros deportistas para sentirse ganadores y, sobre todo, conseguir el compromiso de que la reconstrucción del fútbol boliviano es necesaria y urgente.
Seguir como estamos sin tomar acciones es, cuando menos, riesgoso. La hora crucial del fútbol boliviano ha llegado.
Gerardo Garrett es hincha del fútbol boliviano.