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Sociedad | 10/03/2020

1917, poesía bélica

1917, poesía bélica

Una de las escenas de 1917

Brújula Digital |10|3|20|

Luis Antonio Serrano

Sam Mendes escuchó, muchos años atrás, las historias de su abuelo sobre su participación en la Primera Guerra Mundial. Ahora, consagrado cineasta, las traduce al lenguaje del cine. Guionizó, produjo y dirigió una película que le hace un homenaje a su antepasado y que resultó en una obra de arte. 

Reconozco no ser muy entendido en filmes bélicos, pero de los que he visto hasta ahora ninguno fija un interés tan prioritario en el valor estético de la película como sucede en ésta, y lo hace con total éxito. Los primeros minutos marcan lo que será después la constante de la función. La primera imagen es la de un inmenso campo que sólo puede generar paz y goce, con el contraste de dos soldados en traje de campaña; la cámara, la única cámara, hará lo que debe hacer en un plano secuencia, seguirlos sin perder detalle. Y apenas ellos se incorporan y comienzan a recorrer las trincheras británicas, no puede uno creer que esa paz y belleza puedan estar junto al lugar por donde tantos soldados interpretan la dureza de la guerra; pero aun en el recorrido extenso y veloz por esa intimidad bélica, la estética sigue siendo condición sine qua non en la narración de la historia.

1917 es un atípico filme bélico porque si bien pone reflectores en la crueldad de la guerra, lo hace desde una visión onírica de la misma, en que llega a ser posible mostrar el horror bélico y exhibir una estética particular del mismo. Por eso, la aparente única cámara que sigue la acción, como en un larguísimo plano secuencia, va encontrando en su travesía contrastes, como el descrito al principio, de una extraña belleza. El momento, en mi criterio, de mayor intensidad, en este desafío que asume Mendes, es el tránsito que hace el soldado Schofield (coprotagonista) por un campo en el que los soldados británicos dejan su letargo, o vuelven a la vida, en tanto que el protagonista avanza y se escucha un canto religioso a capela. El conjunto de esta escena es una verdadera poesía bélica, si existe tal cosa.  

Ahora bien, el desafío de usar un solo plano secuencia en el filme conlleva cierta redefinición del habitual concepto de tiempo y espacio que se maneja en los códigos cinematográficos.

(Atención: se mencionan partes del filme). Usaré sólo un ejemplo, a la muerte del soldado Blake (coprotagonista), su camarada, que segundos atrás buscaba ayuda de algunos camaradas, se incorpora, camina algunos metros, la cámara lo sigue sin pausa, y casi en el mismo lugar encuentra a un grupo de soldados que no es posible entender que acabaran de llegar allí, salvo por el tácito acuerdo entre espectador y creador de la obra que hace que éste y otros hechos adquieran verosimilitud incuestionable.

Este mismo uso de un solo plano secuencia que no pierde movimiento de un actor, por ejemplo, pone a prueba la calidad profesional de éste. Tiene que hacer una escena larga, extensa, sin error alguno, pero más aun con interpretación ciento por ciento asumida y creíble del todo.

1917 es un gran filme, trabajado al milímetro, para ser perfecto en todo lo técnico y en lo artístico también. Aún está en cartelera, seguro que por el tiempo breve que suelen estar las buenas películas. No verla en cine sería un pecado y nadie quiere andar sumando pecados en estos tiempos finales ¿no?

Ficha técnica

Título original: 1917

País: Estados Unidos

Año: 2019

Duración: 119 minutos

Dirección: Sam Mendes

Guion: Sam Mendes, Krysty Wilson-Cairns 

Casting: Nina Gold

Dirección de Fotografía: Roger Deakins

Luis Antonio Serrano es comunicador social, escribe sobre cine.



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