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Reportajes | 07/05/2019

Los logros sociales en la región no fueron exclusivos ni mejores en Bolivia

Los logros sociales en la región no fueron exclusivos ni mejores en Bolivia

Brújula Digital

José Peres-Cajías y Fernanda Wanderley

El gobierno insiste en que lo distintivo de Bolivia fue la magnitud de la caída de la pobreza extrema y moderada en comparación con los otros países de la región latinoamericana. Sin embargo, nótese que en un artículo que sostiene aquello, firmado por Claudia Ramos (Página Siete, 21 de abril), de la Unidad de Análisis y Estudios Fiscales del Ministerio de Economía, no utiliza estadísticas internacionales armonizadas por paridad de compra para la correcta comparación.

Por ejemplo, se resalta que Bolivia contrajo la pobreza extrema en 23 puntos porcentuales entre el 2005 y 2018 con datos preliminares de UDAPE e INE, mientras que en el caso de Perú utiliza la fuente del INE del vecino país (también sin armonización) para decir que disminuyó en 12 puntos porcentuales entre 2005 y 2017.

Los resultados son diferentes si se utilizan datos del Banco Mundial, que armoniza las fuentes nacionales: Bolivia disminuyó la pobreza extrema en 13,5 puntos porcentuales y Perú lo hizo en 11,9 puntos porcentuales entre 2005 y 2017 (ver Tabla 1). En el caso de la pobreza moderada, Perú disminuyó en 28,2 puntos porcentuales mientras que Bolivia redujo en 27,4 puntos porcentuales en el mismo periodo (ver Tabla 2). Estas cifras son distintas a las presentadas por la Unidad de Análisis y Estudios Fiscales del Ministerio de Economía.

Como se puede observar, tanto Bolivia como Perú lograron reducciones cercanas y significativas siguiendo modelos económicos opuestos, lo que refuerza la hipótesis de que el aumento de los ingresos externos logró esos resultados. Aún más, las mejoras más significativas en los indicadores de pobreza y desigualdad coincidieron con el periodo de mayores ingresos provenientes de la exportación de recursos naturales. Justo con el fin del periodo de bonanza, a partir de 2013, se observa una ralentización en la caída de la pobreza y de la desigualdad en ambos países.

Esto muestra que, al mismo tiempo que debemos festejar nuestros logros, no podemos deducir que lo hicimos excepcionalmente mejor que los otros países de la región.

Caen los ingresos de las personas con formación universitaria

Al mismo tiempo los salarios reales de los trabajadores más calificados con nivel universitario cayeron. Aunque esta fue una tendencia regional, Bolivia fue uno de los países en la región donde la pérdida de salarios reales de la población ocupada con nivel de instrucción superior fue mayor (IISEC, 2018). La reducción de la desigualdad se explica precisamente por el cierre de la brecha de los ingresos entre los trabajadores más calificados y con ingresos laborales más altos y los trabajadores menos calificados y con ingresos laborales más bajos.

Más aún, a pesar del incremento de los salarios, las condiciones laborales en Bolivia no mejoraron en este periodo. La población ocupada en trabajos con baja productividad y al margen de la regulación laboral continúa siendo muy elevada, tal como muestra el capítulo de Enrique Velazco en el libro Los desafíos del desarrollo productivo en el siglo XXI: diversificación productiva, justicia social y sostenibilidad ambiental.

Los logros sociales no se iniciaron en 2006

El país muestra avances en el bienestar de la población en las últimas seis décadas y no sólo en los últimos 13 años. Si utilizamos el indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), vemos que Bolivia viene disminuyendo continuamente el porcentaje de la población en situación de pobreza desde, por lo menos, la década de 1970.

El NBI agrega las dimensiones de educación, vivienda y servicios sanitarios y es construido con base en los Censos de Población y Vivienda. Si comparamos los censos 1992 y 1976, vemos que la pobreza por NBI se redujo de 85,5% a 70,9%, esto es 14,6 puntos porcentuales. En el 2001, el 58,6% de la población todavía se encontraba en situación de pobreza. Entre 2001 y 2012, la pobreza por NBI bajó otros 13,7 puntos porcentuales alcanzando el 44,9% en 2012. Por tanto, si analizamos la tasa promedio por año de disminución de la pobreza en estas décadas, vemos una aceleración que comenzó en la década de 1990.

La educación es otra dimensión del bienestar donde se dieron mejoras significativas antes de las administraciones de Morales. Por ejemplo, en los años noventa se avanzó significativamente en la cobertura neta de la educación primaria: hacia inicios del siglo XXI, el 96% de los niños y niñas entre 7 y 13 años estaban inscritos en un establecimiento educativo. Asimismo, con datos de UNESCO observamos niveles elevados del gasto público en educación como porcentaje del PIB en relación a lo que se esperaría del país dado su desarrollo económico, desde los años noventa hasta la actualidad.

Todavía son muchos los desafíos sociales en Bolivia

Pese a las mejoras sociales en las últimas décadas todavía son muchos los desafíos en Bolivia. Para tener una visión integral de lo que nos falta, es importante analizar los avances cuantitativos y cualitativos en educación, salud, seguridad de largo plazo y saneamiento básico.

Como Bolivia no ha participado de mediciones internacionales de calidad educativa desde los años noventa, no sabemos el estado actual de la educación en nuestro país. En las pruebas de aptitud académica realizadas en 1997, se observó que los estudiantes bolivianos lograron responder correctamente el 59% de las preguntas mientras los estudiantes cubanos respondieron el 87% de las preguntas (Andersen, 2001). En 2019, el gobierno entendió la importancia de participar en la Evaluación de la Calidad Educativa –ERCE- y esperamos contar con información para orientar las políticas educativas en los próximos años.

En salud, las críticas a los insuficientes resultados en términos de universalización de salud no sólo vienen desde el Colegio Médico, sino también desde investigaciones comparativas regionales. Por ejemplo, actualmente 4,2 millones de bolivianos no tienen seguro de salud (37% de la población boliviana) y, según cifras oficiales, el gasto en salud equivale al 6,5% del PIB, muy por debajo del 10% recomendado por los expertos.

De igual manera y pese a la expansión de la cobertura de la seguridad social de corto y largo plazos, en 2017 más del 70% de la población ocupada seguía sin seguro de salud y acceso a jubilación contributiva. Como muestra el capítulo de Alberto Bonadona, la significativa divergencia entre el número de afiliados (aquellos que tienen un registro en una AFP) y el número de afiliados cotizantes (aquellos que efectivamente cotizan) refleja la insuficiente generación de empleo formal que permita el cumplimiento de los requisitos para alcanzar una pensión contributiva por la mayoría de los trabajadores.

En relación a los servicios básicos, la última encuesta de demografía y salud de 2016 indica que solo el 9,1% de los hogares rurales cuenta con servicios de agua y el 5,9% con alcantarillado dentro de las viviendas. En las ciudades, el 47,1% de los hogares cuenta con servicio de agua y el 65,6% con alcantarillado dentro de la vivienda. Donde se avanzó significativamente fue en el acceso a energía eléctrica, con casi el 100% de los hogares urbanos y el 78,7% de los hogares rurales con ese servicio.

Como muestran los datos, los recientes avances no son excepcionales cuando nos comparamos con el resto de la región y, pese a la excepcional bonanza económica, persisten aún apremiantes problemas sociales.

José Peres-Cajías es investigador Beatriu de Pinós, Universidad de Barcelona.

Fernanda Wanderley es directora del IISEC, Universidad Católica Boliviana.



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