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Reportajes | 05/10/2025   09:23

Mery: tejiendo liderazgo desde la pollera

La historia de Mery entrelaza su voz con las cifras actuales de racismo y la creciente presencia femenina en la política boliviana.

Mery en el cerro de Ayo Ayo, de fondo comunidad Sulcavi, octubre 2025. Foto: Oly Huanca
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Brújula Digital|05|10|25|

Oly Huanca Marca

Mery, mujer aymara, desde su niñez pastoreando ovejas, aprendió a transformar las limitaciones en liderazgo. Su camino pasó por la autoformación, el tejido artesanal y la defensa de los derechos de las mujeres en las comunidades indígenas. Enseñó ad honorem, trabajó en la radio y la televisión, y resistió la discriminación en la Cancillería. La historia de Mery entrelaza su voz con las cifras actuales de racismo y la creciente presencia femenina en la política boliviana.

El despertar del liderazgo

Rosa Mery Chino Loza nació mujer de pollera en una comunidad del municipio de Ayo Ayo, Pronincia Aroma, La Paz. Sus padres, crecieron en tiempos en que las comunidades indígenas no tenían escuela. Antes de 1952, la educación era privilegio de pocos, y su padre aprendió a leer gracias a un comunario que compartía el saber. De niña, Mery conoció esa herencia de esfuerzo: mientras pasteaba ovejas, soñaba en superarse y con un destino distinto.

 

Comunidad de Mery, años 90. Foto: Mery

 Apenas llegó hasta quinto de primaria. Con apenas doce años, Mery, sintió que ir a la escuela se volvió un horizonte lejano, más aún porque los colegios quedaban en Patacamaya o Chiarumani, de continuar seria horas de camino todos los días, es cuando se hacía preguntas existenciales como: “¿Qué hago?, no puedo acceder al colegio, pero no puedo quedarme aquí”, me decía a mí misma, dice. Mientras el rebaño pastaba, ella ensayaba discursos en voz alta, jugando a ser oradora como el saludo protocolar, el discurso central y la despedida.

Un día, se enteró que había talleres para jóvenes en Wiscachani organizado por CDIMA (Centro de Desarrollo Integral de la Mujer Aymara). Y me descubrí de quien soy, dice mientras sostiene su sombrero para retener del viento altiplánico que amenaza.  Allí descubrió que la formación o el aprendizaje se podía leyendo libros, aprender con juegos lúdicos en los talleres y debates. Se enfrentó a su timidez y aprendió a hablar en público, a comprender la Constitución Política del Estado y a reconocer sus derechos. Mi formación autodidacta desde los encuentros juveniles fue con profesionales en historia, antropólogos, sociólogos y politólogos, para mí era grandes personajes que inspiraban autoestima y comprendí que la mujer y juventud indígena podía aportar a la transformación del país, comenta Mery, con una expresión que denota seriedad y seguridad, al mismo tiempo nostalgia.

Enseñar sin salario, enseñar con el alma

Concluido el proceso de formación, retornó a su municipio de Ayo Ayo. Un día, Mery se armó de valor y se presentó ante la organización matriz de la Central Agraria con la propuesta de enseñar tejido, oratoria y liderazgo a las mujeres.

Los dirigentes, en su mayoría hombres, escucharon en silencio. No me dijeron nada y me salí; claro, como soy mujer y joven, no debieron creer en mí, expresa con gesto de rabia contenida y mirada perdida en los hilos más profundos de su recuerdo.

En el sistema patriarcal también existen hombres con una visión más consciente sobre la superación de las mujeres. Una autoridad de la comunidad de Sullcavi se me acercó y me invitó, rememora con una sonrisa. Allí comenzó a enseñar ad honorem a unas 40 mujeres, entre jóvenes y madres, pero todas mujeres.

Mery, en el taller de tejido, años 90. Foto: Mery.

 Dormía en la escuelita cubierta con mi propia pollera y bebía agua de un pocito cuando las hermanas no traían apthapi, relata Mery, el recuerdo provoca fluir el alma y correr libremente por sus mejillas.

- ¿Qué te motivaba a enseñar gratis lejos de tu familia y asumir incluso el riesgo de no tener alimento en algunos días?

- Las mujeres no podemos quedarnos reducidas a la idea de que solo servimos para atender el hogar, responde y su voz resuena fuerte. Las mujeres si nos motivamos podemos llegar a descubrir nuestro valor, nuestra esencia y nuestras capacidades, incluso más allá del hogar, concluye.

Durante dos meses enseñó a tejer, y entre puntadas, hablaba de derechos, liderazgo y autoestima. La experiencia culminó con una exposición de mantas y chalinas sobre una pita extendida.  Fue su primera siembra de liderazgo del cual siente orgullo y cree haber aportado una pequeña semilla para el proceso de empoderamiento de las mujeres.

¿Que se busca con el empoderamiento de mujeres? según ONU Mujeres, la capacidad de acción y control sobre sus propias vidas y recursos con lo que la intención es lograr la igualdad de derechos y oportunidades para que las mujeres participen plena y equitativamente en todos los aspectos de la vida social, económica y política, lo cual es fundamental para un país fuerte, justa y sostenible.

 Mery en su trabajo ad honorem, años 90. Foto: Mery.

Desde CDIMA la voz de Mery comenzó a rugir por diferentes vientos entre los departamentos de La Paz, Oruro y Cochabamba. Donde iba, repetía su lema: “Empoderamiento a partir de la valoración de sí misma”.  Para Mery, si una persona, mujer u hombre, si no se acepta y no se valora así misma difícilmente va poder contribuir en la construcción social de la manera que acepte la diversidad, sin rechazar al otro. El amor propio es vital para una sociedad sana, dice.

Mery, trabajando como técnica en CDIMA pudo concluir el bachillerato en el sistema de educación alternativa de la Radio San Gabriel (2005–2006). En 2020 obtuvo su licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad La Salle.

Con ese respaldo académico, reafirmó su convicción de que el conocimiento debe compartirse, no guardarse. Así nació su idea del “apthapi” de conocimientos, que, para Mery, cada mujer posee conocimiento ya sea de agricultura, de artesanía, manejo sostenible de agua, gestión comunal con lo que se puede enriquecer un trabajo conjunto.  

Pollera en la Cancillería: identidad y resistencia

Mery, también tenía un programa de radio en Wiñayjata (semilla por siempre) desde donde su voz difundía liderazgo y derechos de las mujeres.  Esta experiencia la llevo a trabajar como reportera entre 2013 y 2016, en Bolivia TV, cubriendo actividades estatales y entrevistando autoridades. Esa experiencia me ayudó a ampliar mi mirada sociopolítica y entendí que mi trabajo ad honorem no había sido en vano. Ver a mujeres de pollera convertidas en alcaldesas, concejalas o diputadas fue mi mejor pago, comenta.

Mery, lo que no sabia era que en 2022 su ser y memoria sucumbiría para comprender la discriminación en la Cancillería. Mientras atendía en la ventilla de recepción de documentos, le pidieron cambiar de vestimenta porque la entidad estatal tiene el rango de relación internacionales. “Querían traje y corbata”, recuerda. Le pidieron disfrazarse de “q´ochala” o abandonar la indumentaria chola paceña. Mery se negó. Mi identidad es la pollera, usted me pide algo imposible: disfrazarme, recuerda haber afirmado a su racista, que si no la quiere delatar el nombre la pronuncia en mayúscula.  Por un momento la miré y sentí pena de entender que no tenia autoestima y menos de conocer los derechos humanos, comenta.

                           Mery en el cerro de Ayo Ayo, de fondo comunidad Sulcavi, octubre 2025. Foto: Oly Huanca

El 8 de agosto de 2010 se promulgó la Ley N.º 045 (Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación). Según la Defensoría del Pueblo, hasta 2021 se registraron más de 1.365 denuncias, de las cuales 1.048 por discriminación y 317 por racismo, existiendo únicamente tres sentencias condenatorias ejecutoriadas en los últimos 14 años. Esta realidad evidencia una justicia estructuralmente patriarcal además de burocrática: la justicia no es para todos, ante la ley no todos somos iguales.

Mujeres al poder: presencia femenina en la política boliviana

Las enseñanzas de Mery se enlazan con un avance histórico de las mujeres en la política boliviana, iniciado en 1952 con la conquista del derecho al voto para todas, incluidas las mujeres indígenas, sin importar si sabían leer o no. En 1956, Emma Gutiérrez se convirtió en la primera parlamentaria del país y, en 1989, Remedios Loza, mujer de pollera, marcó un hito al llegar al Parlamento. Desde 2010 la participación femenina creció de manera sostenida hasta alcanzar en las elecciones de 2025 una mayoría inédita: las candidaturas titulares fueron 53 % de mujeres frente al 47 % de hombres. En el próximo gobierno, la Asamblea Legislativa Plurinacional, estará ocupada por mujeres 52,4 % de los escaños, con 21 de 36 senadurías (58,3 %) y 66 de 130 diputaciones (50,7 %).

Mery, la mujer que camina con sus ovejas y sus sueños

Hoy, cuando no está en talleres o charlas, Mery vuelve a su origen, a su campo: pastea ovejas, siembra papa y teje mantas. Sus recuerdos de infancia, cuando sus padres la apoyaban incluso en su labor gratuita, la fortalecen. “Me soltaron como a un pajarito, creyeron en mí y no les fallé”, dice con orgullo.

Mery, sueña con un país donde el odio y el racismo desaparezcan, y donde cada boliviano reconozca la riqueza de la diversidad. Mery no deja de creer en el poder de las mujeres y en el tejido colectivo de la vida. Su historia es testimonio de que, desde una escuelita rural y una pollera, se puede abrir camino hacia un liderazgo que transforma. Dice que nunca estuvo involucrada en partido político partidaria, pero que hoy lo buscan y ella se da cuenta que es para utilizar solo como figura para captar voto y por eso sigue con la esperanza de un nuevo partido político fantasma.

BD/





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