Los aerosoles se mantienen flotando en el aire durante minutos u horas y, en ese tiempo, se pueden desplazar varios metros.
Que la covid-19 se transmite principalmente por el aire es una realidad indiscutible a estas alturas. Lo hace a través de los ya famosos aerosoles, que no son más que pequeñas partículas de saliva o fluido respiratorio emitidas por las personas al respirar, hablar, gritar o toser.
Aunque es evidente que los aerosoles emitidos por personas sanas no son un problema, los emitidos por personas infectadas pueden contener virus. El problema es que se mantienen flotando en el aire durante minutos u horas y, en ese tiempo, se pueden desplazar varios metros.
En ambientes interiores mal ventilados, los aerosoles de una persona infecciosa se distribuyen por todo el espacio con el riesgo de que otras personas se contagien al inhalarlos. El aire de una habitación cerrada funciona como una piscina: si hay un surtidor en la piscina que saca agua con colorante (nuestro virus), al cabo de un rato toda la piscina (nuestro aire) habrá cambiado de color. No importa si estoy cerca o lejos del surtidor: el agua estará coloreada.
¿Cómo sabemos todo esto? Aparte del conocimiento prepandemia de dinámica de fluidos y aerosoles, en el último año se han hecho múltiples estudios. Algunos de ellos han detectado SARS-CoV-2 infeccioso en el aire en interiores. Experimentos en animales han demostrado que existe contagio sin contacto en absoluto.
También se han estudiado múltiples eventos de supercontagio en los que una sola persona infecta a muchas que solo se pueden explicar por transmisión por aerosoles.
Incluso se ha determinado que infectarse en ambientes interiores es 20 veces más probable que en exteriores, lo cual de nuevo solo se puede explicar por la transmisión por aerosoles. La revista de salud The Lancet ha publicado recientemente un artículo que no deja lugar a dudas en cuanto a la importancia de la vía de transmisión por aerosoles.
Se sabe que las personas infectadas contagian principalmente antes de tener síntomas (presintomáticas) o sin llegar a desarrollarlos (asintomáticas). Así, se hace imposible, a falta de test de diagnóstico inmediatos, fiables y abundantes, saber quién es infeccioso y quién no lo es. Por tanto, se ha de actuar como si todas las personas lo fueran. Nos hemos de proteger continuamente.
Por razones diversas, durante mucho tiempo se han considerado como principales la transmisión por superficies y por gotas, a pesar de no haber evidencia sobre ello.
La transmisión por superficies consiste en que una persona toca una superficie en la que hay virus y después se toca los ojos, nariz o boca. Las gotas son partículas grandes emitidas al hablar, toser o estornudar que irían a acertar en los ojos, interior de la nariz o interior de la boca de otra persona. Por eso las medidas adoptadas se enfocaban sobre todo en desinfección de superficies y protección frente a gotas (distancia, barreras físicas).
Pero la realidad es que la transmisión principal es por aerosoles, también a distancias cortas. Incluso los Ministerios de Ciencia y Sanidad en España publicaron a finales de 2020 sendos informes sobre la transmisión por aerosoles, aunque las conclusiones no se hayan visto muy reflejadas en las medidas aplicadas desde entonces.
Hay que cambiar la estrategia. La constatación de la transmisión por aerosoles del SARS-CoV-2 no es una mala noticia. El SARS-CoV-2 lleva transmitiéndose así desde el principio de la pandemia. Ignorarlo ha hecho que dirijamos los esfuerzos de forma equivocada. Saber cuál es la principal forma de transmisión de la covid-19 es nuestra mejor herramienta para impedirla.
Múltiples artículos científicos lo reflejan. La propia revista Nature en su editorial de febrero 2021 hacía un llamamiento al cambio: "El coronavirus está en el aire: hay demasiado énfasis en las superficies".
Lo hemos de hacer ya. ¿Cómo? Más de 100 científicos españoles hemos identificado ocho puntos clave para acabar con la pandemia. Es un consenso alcanzado entre varias áreas de conocimiento como virología, ingeniería, ciencias ambientales o medicina. Están explicados en una carta, impulsada por el grupo Aireamos, dirigida a las autoridades competentes en España, centrales y autonómicas.
1. Las mascarillas de uso general han de ser eficaces. Es necesario identificar y retirar del mercado aquellas que no lo son y enfatizar la necesidad de un buen ajuste. Una mascarilla mal ajustada (con huecos entre el borde de la mascarilla y la cara) puede ver reducida su eficacia a la mitad. En interiores compartidos, incluidos por supuesto los lugares de trabajo, hay que llevarla siempre, independientemente de la distancia entre personas.
2. Se han de promover las actividades en el exterior. Esto implica facilitar el uso de parques y jardines y vigilar los 'falsos exteriores' como terrazas cerradas.
3. Los espacios interiores se han de ventilar con aire exterior de forma continua y suficiente, mediante ventilación natural o mecánica. Se trata de añadir agua limpia a nuestra piscina de manera continua e ir sacando agua coloreada. ¿Cuánta? La suficiente para que la piscina nunca esté muy oscura, a pesar de que el surtidor con colorante no cese.
Los criterios se han de definir claramente. Incluso la OMS ha publicado recomendaciones sobre ventilación, aunque no expliquen aún con claridad cómo se producen los contagios.
4. Se ha de medir el CO₂ en interiores para verificar si la ventilación es adecuada. El CO₂ lo emitimos junto con los aerosoles al respirar, así que es un muy buen indicador de cuánto aire usado hay en un lugar. Es la mejor solución disponible actualmente para indicar el riesgo de contagio.
5. Se ha de informar sobre eficacia y posibles riesgos de las diversas tecnologías de limpieza de aire. La tecnología preferida es el filtrado (los conocidos filtros HEPA) por eliminar eficazmente aerosoles respiratorios.
6. Se ha de prestar especial atención a los centros educativos. Son espacios con las características que propician los eventos de supercontagio: muchas personas, muchas horas diarias y ventilación en ocasiones deficiente.
7. Se han de desarrollar y aplicar criterios, procedimientos y normativas claros y eficaces en la reducción del riesgo de contagio. El primero puede ser un límite de 700-800 ppm de CO₂ en interiores compartidos (hasta 1000 ppm si hay filtración suficiente).
8. La información de calidad es la mejor defensa. Se necesitan mensajes claros sobre cómo se transmite el virus y cómo protegernos. Es imprescindible que la población comprenda la lógica de las normas para adoptar el comportamiento idóneo en cada situación.
No es difícil. Hagámoslo.
*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original y ver los vínculos a los estudios científicos aquí.
María Cruz Minguillón es científica titular en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.