Poseen una forma de anticuerpos que no existen en los humanos, los nanocuerpos, más pequeños y de mejor efectividad.
La segunda investigación, de la Universidad de Oxford, partió de un enorme conjunto de nanocuerpos de llamas previamente aislados.
Hay un problema, sin embargo: es necesario crearlos. Porque los nanocuerpos, como se llama a esta forma de anticuerpos, no existen en los humanos. H11-D4 y H11-H4 se produjeron, a partir de nanocuerpos de llamas, en el Instituto Rosalind Franklin y la Universidad de Oxford, según un nuevo estudio publicado en Nature Structural & Molecular Biology Journal.
Esta extravagancia biológica tiene beneficios muy particulares, como mejor adhesión a las proteínas: los nanocuerpos caben en una especie de bolsillo que se forma en la superficie de una proteína, como un hueco, explicó Jason McLellan, profesor de biología molecular en la Universidad de Texas en Austin, quien en mayo había publicado hallazgos similares sobre un nanocuerpo de llama que impedía la adhesión del SARS-CoV-2 a la ACE2. “Los anticuerpos más grandes no se pueden unir dentro de ese bolsillo”.
Además, agregó Owens, los nanocuerpos “son muy estables”, capaces de mantener su forma —a diferencia de los anticuerpos— en entornos extremos como el que crean los ácidos en el estómago humano.
Los nanocuerpos humanizados ya se usan en el tratamiento contra el cáncer: bevacizumab (Avastin por su marca comercial) recibió en 2004 la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).
Sin embargo, el método de producción de los nanocuerpos es complejo: consiste en inyectarle a una llama un fragmento inocuo de un patógeno y esperar a que el animal cree una respuesta inmunológica para extraerle sus nanocuerpos. Pero en lugar de hacer eso, que demora meses, Owens y sus colegas eligieron un enfoque diferente.
“Partieron de un enorme conjunto de nanocuerpos de llamas que habían sido previamente aislados”, explicó Wired. “‘Tenemos toda una colección de diferentes secuencias con diferentes potenciales de unión', dijo Owens. Luego usaron la proteína de punta para pescar cualquier nanocuerpo que se adhiriese a ella”. Con esa estrategia identificaron uno rápidamente; sin embargo, no los satisfizo porque no se unía con la fuerza suficiente como para impedir con seguridad que el coronavirus ingresara a la célula.
Comenzaron entonces a probar diferentes mutaciones en la región del nanocuerpo que se conectaba con la proteína de punta, con la esperanza de lograr un calce más exacto. Y lo lograron: ante la presencia de una cantidad suficiente de estas partículas alteradas, el SARS-CoV-2 perdió la capacidad de desarrollar una infección.
En el caso de la investigación de McLellan —la que se presentó en mayo en la revista Cell—, los científicos tomaron un nanocuerpo que habían desarrollado contra el SARS-CoV-1, responsable de la epidemia de 2003, y lo probaron: hallaron que resultaba efectivo también contra este otro coronavirus. Esa capacidad de acción de gran espectro suele tener un costo: “En general, para tener amplitud se renuncia a algo de la fuerza o de la especificidad contra una molécula en particular”, dijo McLellan. “Es un equilibrio delicado”.
Aunque potencialmente los nanocuerpos optimizados especialmente para el causante del COVID-19 tendrían una fuerza mayor (aún hace falta investigar más), los científicos consideran también la opción de combinarlos. “Se podrían usar ambos simultáneamente, para tal vez generar un efecto de acumulación o sinergia”, dijo McLellan. Dado que cada uno se adhiere en diferentes lugares de la proteína de punta, juntos podrían hacerle extremadamente difícil que se una a la ECA2.
Desde luego, tanto el equipo de la Universidad de Oxford como el de la de Texas, también inyectaron a las llamas con fragmentos desactivados del nuevo coronavirus, y están a la espera de que los animales produzcan sus nanocuerpos de cero. “Usar la inmunización, el sistema inmunológico natural, para hacer que se desarrollen interacciones de mayor afinidad, obviamente, nos dará la mejor adhesión”, explicó Owen.
Hasta que eso se logre, los nanocuerpos de fabricación en laboratorio podrían ayudar a que las personas que sufren casos graves de COVID-19 tengan una ayuda para la lucha que intenta dar su sistema inmunológico. Es el mismo criterio que sostiene el empleo de plasma convalesciente en algunos pacientes.
Los investigadores detallaron a Wired otras ventajas de esta particularidad de la llama: como son más pequeños que los anticuerpos, los nanocuerpos pueden moverse más velozmente en los tejidos corporales, por lo cual no haría falta inyectarlos necesariamente. “Se los podría inhalar, directamente, hacia el pulmón, donde suceden las infecciones respiratorias”, dijo McLellan. “También son mucho más fáciles de producir”, agregó Owen. “Su tamaño pequeño significa que se pueden crear en bacterias, algo mucho más económico y rápido que los anticuerpos estándar, que requieren células animales”.
McLellan confía tanto en estas partículas que cree que podrían ayudar a evitar que en el futuro vuelva a presentarse una pandemia como el COVID-19. “Creo que uno de los pasos que siguen es tratar de identificar anticuerpos y nanocuerpos que se puedan unir a diversos coronavirus y neutralizarlos”, concluyó. “Si hubiera otro brote en el futuro, podríamos tener inmediatamente, desde el inicio, un anticuerpo que pudiera funcionar”.