Tras su misión histórica de ayudar a los enfermos, a los necesitados y a los más desfavorecidos de la sociedad, la Orden de Malta continúa su trabajo hoy en día, operando en más de 120 países.
Peregrinación a Lurdes auspiciada por la Orden de Malta.
El mismo origen de la Orden de Malta demuestra su buena estrella. Cuando un grupo de comerciantes de la que entonces era la República Marina de Amalfi, ubicada en la costa oeste italiana, quiso abrir un hospital católico en Jerusalén, tuvieron que pedir permiso al califa de Egipto, Al Mustansir, que gobernaba también la ciudad santa. Era el año 1048.
El califa dio el permiso para la construcción del hospital, considerando que les serviría a los peregrinos cristianos que llegaban cada año a Jerusalén, pero también a judíos y musulmanes, las otras dos religiones principales de Jerusalén. Los comerciantes italianos obtuvieron además del jefe musulmán el permiso de erigir una iglesia y un convento.
Beato Gerard, el fundador de la Orden.
La fecha del pedido de autorización de los comerciantes de Amalfi se considera la creación de que la luego se denominaría oficialmente Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
Más adelante, fue el beato Gerardo, un laico benedictino, quien le dio un gran impulso a la Orden. Primero fue enviado a Tierra Santa para servir en la abadía de Santa María de los Latinos, pero luego se le instruyó administrar el hospital de Jerusalén. Allí ratificó que debía ser usado por personas de todas las religiones, pero a la vez creó virtualmente una nueva Orden. Ésta debía proporcionar defensa militar a los peregrinos cristianos y a los enfermos, vigilar los centros médicos y las carreteras principales que utilizaban.
A su original misión hospitalaria, el beato añadió así a la Orden la tarea de defender la fe cristiana. Todos los caballeros, decidió Gérard, debían ser religiosos y respetuosos de los tres votos monásticos: pobreza, castidad y obediencia. Con el paso del tiempo, la Orden adoptó la cruz blanca de ocho puntas que sigue siendo su símbolo hasta hoy.
Tiempos turbulentos
Pero eran tiempos turbulentos, y cristianos y musulmanes se enfrentaron por el control de la ciudad. Después de la Primera Cruzada (1095-1099), los cristianos asumieron el control de Jerusalén y Gerardo continuó su trabajo en el hospital en condiciones mucho más beneficiosas. Los musulmanes habían sido derrotados.
Godofredo de Bouillón, el primer gobernante latino de Jerusalén, le entregó algunas propiedades al hospital y su sucesor, Balduino, le concedió una décima parte de los obtenido tras la victoria en la batalla de Ramla, en 1101. También en 1101, el duque de Apulia le dio un gran obsequio al Patriarca de Jerusalén, con la especificación de que un tercio del regalo debía ser orientarse al hospital.
En 1113, el hospital de la Orden era ya una organización poderosa dentro del reino de Jerusalén y Gerardo expandió sus operaciones mucho más allá de los límites de la ciudad, estableciendo hospitales filiales en Bari, Otranto, Taranto, Messina, Pisa, Asti y Saint-Gilles, situados estratégicamente a lo largo de la ruta de peregrinación europea a Jerusalén.
El hospital pronto fue más importante que la abadía de Santa María de los Latinos, que seguía siendo la organización matriz y por ello se consideró apropiado establecerlo como una entidad soberana por derecho propio.
Esto sucedió en 1113, cuando el Papa Pascual II reconoció el hospital como una nueva orden religiosa. Los religiosos y laicos que servían en el hospital eran ahora conocidos como los Hospitalarios de San Juan y Gerardo, como el Rector del Hospital. La Orden era ya independiente, libre para elegir al sucesor de Gerardo y autorizada a recibir y poseer propiedades.
Gerardo murió cuando tenía alrededor de 70 años, entre 1118 y 1121.
Expansión
La Orden se fue expandiendo y dos siglos después, en 1310, estableció su sede en la isla de Rodas, ubicada al sur de Turquía, en el Mediterráneo. Rodas era estratégica porque permitía unir los mundos islámico-oriental y cristiano-occidental. Como resultado, la Orden construyó una poderosa flota naval que navegó por el Mediterráneo para luchar contra las fuerzas turcas.
En 1530, tras la aprobación del Papa Clemente VII, el emperador Carlos V concedió a la Orden la isla de Malta, ubicada al sur de Italia, y permitiéndole tener por primera vez territorio soberano. Con la construcción de iglesias, palacios y un gran hospital nuevo, considerado uno de los mejor organizados y más efectivos del mundo, los Caballeros transformaron la isla. La Orden también creó una escuela de anatomía y medicina.
Su robusta flota naval desempeñó un papel importante en muchas batallas contra el Imperio Otomano, en particular en la de Lepanto, en 1571, que ayudó a proteger los territorios cristianos y detener la expansión del Imperio Otomano en Europa.
En 1798, Napoleón Bonaparte invadió Malta. Debido a que el código de la Orden prohíbe levantar armas contra las naciones cristianas, los Caballeros se vieron obligados a abandonar la isla. En 1834, la Orden estableció su sede en Roma, donde permanece hasta hoy.
Ayuda humanitaria en el mundo
La orden ayuda a poblaciones de más de 120 países.
A lo largo de los siglos, la Orden ha defendido la fe y ha mantenido un compromiso incansable de servir a los marginados y enfermos. Durante las guerras mundiales del siglo XX, la Orden llevó a cabo un trabajo hospitalario a gran escala para atender a los heridos.
Tras su misión histórica de ayudar a los enfermos, a los necesitados y a los más desfavorecidos de la sociedad, la Orden de Malta continúa su trabajo hoy en día, operando en más de 120 países. La Orden cuenta con la participación de 13.500 miembros, así como de aproximadamente 80.000 voluntarios capacitados y 25.000 empleados. Sus programas incluyen asistencia médica y social, socorro en casos de desastre, servicios de emergencia, asistencia de primeros auxilios, ayuda para ancianos, discapacitados y niños y apoyo a refugiados y desplazados internos sin importar su raza, origen o religión.
Hoy en día, la Orden de Malta es la única orden que sobrevive de la Edad Media que es a la vez religiosa y soberana.
Mauro Bertero: “El origen de todos los desequilibrios está en la crisis del humanismo”
Mauro Bertero se dirige a la concurrencia.
El embajador de la Orden de Malta en Bolivia, Mauro Bertero, es un boliviano reconocido. Ha pasado por la política, la empresa privada y la diplomacia, y en todos esos campos ha tenido un accionar destacado. Son también conocidas sus actividades benéficas.
Desde 2009 Bertero es embajador de la Orden de Malta en Bolivia, pero además, desde hace un tiempo es también miembro del Soberano Consejo, por lo que tuvo que trasladarse a residir en Roma, sede de la institución. El gobierno de la Orden está encabezado por el gran maestre, que es actualmente Giacomo Dalla Torre, y el Soberano Consejo, una especie de gabinete.
La semana pasada Bertero estuvo en La Paz para celebrar una misa en ocasión de la Solemnidad de San Juan Bautista, que es patrono de la Orden de Malta.
Después de la eucaristía, que se desarrolló en la iglesia de Obrajes, la embajada de la Orden ofreció un cóctel, durante el que Bertero dijo un sentido discurso.
“Cualquier análisis de la realidad mundial no puede sino reafirmar nuestra convicción que en el origen mismo de todos los desequilibrios está la crisis del humanismo. El ser humano ya no es el centro de la reflexión social ni es prioridad en la agenda de los sistemas que regulan las relaciones interpersonales e internacionales, las relaciones entre individuos y entre instituciones”, expresó Bertero.
El diplomático agregó que “el absolutismo financiero reinante, que tiene como referencia a sí mismo, ha impuesto lógicas que no toman en cuenta la dignidad de la persona y en realidad actúan contra la misma, ha dicho el Papa Benedicto XVI”.
En ese sentido, Bertero recordó las palabras del Papa Juan pablo II y expresó que el desafío actual de la humanidad es prestar ayuda a los privados de su dignidad y devolverles el rol central que tienen “en la obra de la creación”.
“El grito de los pobres”, dijo, “se hace siempre más fuerte pero cada vez es menos escuchado en un mundo cada día más rico e indiferente”, además de privilegiar “la gratificación inmediata y de los bienes materiales”. Ante ello, expresó, “debemos renovar nuestro compromiso de fe y nuestra cercanía con Jesús, que es el camino la verdad y la vida”.
Finalmente, Bertero hizo una reflexión sobre el significado de la fe: aquella es “la fuerza que viene del espíritu santo y es la base de la verdad revelada cuál raíz que alimenta una planta” y que implica “negarse a comprometer nuestros principios a pesar de nuestras debilidades humanas”; “esa fuerza” expresó, “es el rigor de la fidelidad y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace”.