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Política | 06/03/2024

|OPINIÓN|¿Hablando se entiende la gente?|Luis Fernando Camacho|

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Brújula Digital|06|03|24|

Luis Fernando Camacho, psicólogo salubrista

Una delgada línea divide la comedia de la tragedia, es así que los burdos pugilatos de rutina en la Asamblea Plurinacional y la guerra de sillazos en el Congreso de Conamaq en una primera instancia arrancaron de mí una espontánea carcajada, pero al poco rato comprendí que los bolivianos estamos viviendo ya nuestra destrucción.

Lo que sucede en la totalidad de los llamados “movimientos sociales” y en la generalidad de las instituciones, es una verdadera ignominia. En Bolivia existe un dicho muy popular y difundido: “hablando se entiende la gente”, que nos da cuenta de la capacidad humana de expresarse y comprenderse mediante el uso de la palabra, del lenguaje simbólico y más aún cuando, en calidad de “parlamentario” (que “parla”, es decir, “habla”), se cobra una jugosa dieta mensual.

Estos sujetos (varones y mujeres) mediante sólidos argumentos con valor científico y filosófico deberían encontrar las mejores soluciones a los problemas de todos y deberían formular las leyes que, regulando nuestro comportamiento, nos lleven a gozar nuevos y mejores días. Pero ya está probado que eso es imposible. No son capaces ni siquiera de regular su propia conducta, de explicar lo que hacen, ni por qué lo hacen. Si por lo menos supieran seguir las reglas de las artes marciales o lo hicieran con la gracia de las “cholitas luchadoras”, los miraríamos sin repugnancia. Pero no es así. Exhiben un espectáculo grotesco, sin un ápice de vergüenza y lo peor de todo es el motivo: La aprobación de leyes que les permitan embolsillarse, además de sus dietas, millones de dólares procedentes de créditos externos que terminarán pagándose con nuestros impuestos.

¿Qué nos está pasando a los bolivianos, especialmente a los paceños? ¿No somos capaces de hacer honor a nuestra consigna legendaria? “La Paz, cuna de valientes, tumba de tiranos”. No deberíamos cejar hasta conseguir la destitución definitiva, la proscripción de quienes, no sólo no cumplen con su trabajo, sino que se “aprovechan” (en el peor sentido del término) de él, para enriquecerse.

Para finalizar, es posible que no consigamos destituir, en obediencia a nuestra Constitución, pero, por lo menos deberíamos hacer llegar los videos a los organismos internacionales que nos otorgarían los tan mentados créditos para que vean la calidad humana (si vale el término) de quienes se beneficiarán de ellos. Porque los bolivianos de buena fe, no estamos dispuestos a reconocerlos.

Luis Fernando Camacho Rivera es psicólogo salubrista



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