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Política | 08/07/2024

|OPINIÓN|Crisis existencial en el periodismo|Mery Vaca|

|OPINIÓN|Crisis existencial en el periodismo|Mery Vaca|

Utsav Srestha/Unsplash

Brújula Digital|08|07|24|

Mery Vaca

En tiempos de crisis institucional como la que afrontamos en el país, se esperaría que una prensa fuerte fiscalice al Estado y se convierta en un verdadero contrapeso al poder; sin embargo, en Bolivia coinciden ahora mismo la crisis institucional con la crisis del periodismo.

Y no es casual que así sea porque este deterioro de las instituciones democráticas tiene su deliberado correlato en el debilitamiento del tejido social. Las instituciones de la sociedad civil y las organizaciones sociales, si bien no todas, una gran mayoría están silenciadas, cooptadas o compradas. Mientras que, aquellas que preservan su independencia sufren los rigores del ninguneo, las presiones económicas y hasta la persecución.

Los medios de comunicación no son la excepción, con la agravante de que la digitalización ha venido a darles el golpe de gracia porque los antiguos modelos de negocio ya no funcionan y ahora hacen falta nuevas formas de sostenibilidad. En palabras simples esto significa que la gente se informa de manera gratuita a través de las plataformas digitales y, por tanto, la publicidad fluye directamente a las redes sociales y no a los medios de comunicación.

Esta crisis del periodismo que, como lo dijimos, ha sido provocada por el poder y agravada por la llegada de las nuevas tecnologías, ha derivado en el encogimiento de los medios de comunicación del país y, lo que es peor, ha restado su influencia en la vida nacional.

No caeré en el cliché de decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero antes los periodistas eran respetados y sus corrientes de opinión provocaban cambios en las políticas públicas o, al menos, inducían a los gobernantes a fingir decoro. Ahora no hay poder, ni divino ni mediático, que mueva a los poderosos de su zona de confort, donde disfrutan de sus inmerecidos privilegios. Puede haber denuncias de corrupción contra autoridades, hijos y allegados y no pasa nada. Pueden escasear los dólares, faltar el combustible y subir los precios de la canasta familiar y no pasa nada. La vida sigue en medio de una burbuja en la que nadie tiene el poder de penetrar; y menos la prensa.

Pero, además, cómo hacerlo si los medios de comunicación están jugándose la sobrevivencia diaria. Ya son los pocos los que pueden darse el lujo de destinar a un periodista para que haga seguimiento a un único tema en el día y es casi impensable que un periodista o un equipo investigue un solo tema por varios días. Los recursos humanos son tan escasos que ahora los periodistas deben escribir o reportar cinco notas diarias para cubrir los espacios vacíos. De esa forma, la calidad del periodismo ha ido cayendo y se ha resignado, poco a poco, la investigación y la profundidad. En cambio, se ha impuesto el periodismo coyunturalista e inmediatista, aquel que vive de los sucesos diarios y virales.

Reitero, no es la generalidad, pero es la tendencia. Y ratifico, no es culpa de los medios ni de los periodistas. Estas crisis han confluido y han llevado a este lamentable estado de situación, en el que, además, el periodista ha perdido derechos laborales.

Un reciente estudio del CEDLA revela el grave estado de precarización laboral de los periodistas, al punto que el 45% gana por debajo del salario mínimo y solo dos de cada 10 tienen contratos estables de trabajo.

En esas condiciones, muchos periodistas han optado por desarrollar su marca propia, han creado medios de comunicación o simplemente son freelancers (independientes) y ahora compiten ya no por la publicidad, sino por los fondos concursables y hasta por los concursos de periodismo. El único problema de estos escasos recursos es que vienen atados a la temática que el periodista debe investigar y muy pocas veces le dejan en libertad de decidir sobre el tema. Por fortuna, existen fondos para causas nobles, como el medio ambiente o la equidad de género, y es ahí donde se vuelcan los periodistas, dejando otros asuntos sin cobertura, como la corrupción pública o la inseguridad ciudadana.

Pero, ¿por qué al resto de la sociedad debería importarle que los periodistas trabajen en esas condiciones? La respuesta es tan simple como importante: porque un periodismo fuerte es garantía de una democracia saludable y, ésta a, su vez, es garantía del ejercicio pleno de los derechos.

Por eso, lo venimos diciendo desde hace algún tiempo, es urgente que la sociedad boliviana entienda la importancia de contribuir a la sostenibilidad del periodismo independiente y de calidad, tal como está sucediendo en el resto del mundo.

Siendo periodista, los motivos para entrar en crisis existencial son muchos, sin embargo, también es cierto que ahora más que nunca el periodismo es importante para la construcción de una sociedad más democrática, más plural y más justa. Ahí está el sentido de nuestra profesión.

Mery Vaca es periodista, con estudios de posgrado en Ciencias Políticas en el CIDES UMSA.




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