Falleció Luis Arce Gómez, el ministro de la dictadura garcíamecista que pedía caminar “con el testamento bajo el brazo”

Brújula Digital|30|03|20|

A Luis Arce Gómez la muerte nunca le impresionó demasiado. Cuando tenía siete años y vivía por el quinto anillo en Santa Cruz de la Sierra cierta vez asomó de entre las matas un tigrecillo y se comió a una niña. El pequeño Luis no vio el ataque pero sí a la niña muerta, destrozada. No gritó, no lloró, no se afligió en absoluto. Siguió en lo suyo. 

Muchos años después, en la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro, a 15 pasos de su celda, un hombre acuchilla a otro. Hay sangre. No hay bulla, no hay gritos, nada demasiado fuera de lo común. “Aquí se matan todo el tiempo”, dijo entonces. Este militar, que llegó al grado de coronel y que fue la mano derecha del dictador Luis García Meza (1980-1981), falleció el lunes a las 13:00 en el Hospital del Torax de La Paz.

El director del Torax, Édgar Pozo, confirmó el deceso del también llamado “El Loco” a los 82 años. El siete años campeón de ajedrez del Ejército llegó al nosocomio la semana anterior aquejado por una enfermedad renal crónica y diabetes. En este corto tiempo permaneció internado en terapia intensiva. El lunes sufrió shock séptico y cerró los ojos para siempre.

Luis Arce Gómez se ganó a pulso el apodo de Loco. Bajito, algo abultado, inquieto, desordenado hasta en sus cejas que se juntan en una sola, larga, garabateada por encima de sus ojos pequeños, movedizos, castaños, la nariz recta y las manos de niño regordete, describe la periodista y escritora Cecilia Lanza al militar, en su artículo “Luis Arce Gómez El campeón de ajedrez”, publicado en el diario Página Siete, de una de las dictaduras más sangrientas de la historia boliviana. “En esa foto estoy un poco gordo”, aclara mirando la fotografía más difundida de sus años como Ministro del terror porque, en general, él se gusta y para no olvidarlo tiene su imagen multiplicada en la pared, como adolescente que adora a sus ídolos del rock.

El exministro del terror cumplía una sentencia de 30 años de cárcel por varios delitos, incluido asesinato y genocidio, que cometió durante la dictadura garciamecista. Antes de cumplir su sentencia en el penal de Chonchocoro, el exmilitar estuvo 14 años preso en Estados Unidos por cargos de narcotráfico.

Lanza cuenta que cierto día –recuerdan sus oficiales– un soldado se le apareció con el rostro compungido quejándose porque estando de guardia todos los días, no alcanzaba a recibir su ración y por tanto no almorzaba. El Loco le dijo que resolviera el asunto de una buena vez: “¡métale bala!” gritó, y esbozó luego una sonrisa retorcida. Fue una orden. El soldado, obediente, apuntó y dejó dos turriles llenos de rancho para la tropa hechos una coladera.

A Arce Gómez se lo recuerda como el hombre más tenido de la dictadura de García Meza. Su forma de actuar se manifestó en una famosa conferencia de prensa en 1980, cuando advirtió que los activistas debían dejar el país y que quien quebrante el decreto ley de seguridad nacional debería caminar con el “testamento bajo el brazo”.

Pero haber sido dado de baja del Ejército tampoco le hace mella, continúa Lanza. De hecho, casi presume haber estado encarcelado cinco veces en su vida. Esta es la quinta, y a sus 80 años fue la última. El gobierno italiano reclama su extradición por el crimen de dos de sus ciudadanos. Tres veces estuvo en prisión militar por “problemas” con sus camaradas. A uno le pegó un tiro en el pecho. Las dos últimas son, acabada la dictadura, su estancia como reo número 41663–004 en la prisión Coleman Low FCI en Miami, donde pasó 13 años condenado por delitos de narcotráfico; y ésta, donde suma ya una década.

Luis Arce Gómez nació en Sucre en 1938. Fue ministro del Interior (de Gobierno) desde 1980 hasta 1981 durante el gobierno de García Meza, quien asumió el cargo con un golpe de estado a la presidenta Lidia Gueiler Tejada el 17 de julio de 1980.

Pero Arce Gómez no era El Loco sólo por temerario, dice Lanza, sino porque como alguna vez declaró el propio García Meza, ya viejo y también encarcelado: “con Lucho todo era muerte”.