Tras el exitoso operativo, solo quedan dos puntos de conflicto en el país, promovidos por el MAS: los bloqueos en la zona de Río Abajo de La Paz, y el Chapare.
Brújula Digital |19|11|19|
Raúl Peñaranda U. (Análisis)
Uno de los eventos más graves de los hechos previos a la caída del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 fue la operación militar en la que se buscó liberar el bloqueo de la planta de Senkata, que provee de gasolina y diésel a la ciudad de La Paz.
Al mando del entonces ministro de Defensa Carlos Sánchez Berzaín, el operativo, realizado el 12 de octubre, generó una estela de muerte y enfrentamiento que apresuró el fin del régimen.
Sánchez Berzaín, que sostiene una idea de que el Estado debe imponerse siempre ante cualquier tipo de protestas, no vio con claridad que el uso masivo de la fuerza más bien empeoraría la situación y acortaría el mandato de Sánchez de Lozada, forzado a renunciar el 17 de octubre de ese año.
Se le atribuye al exministro, hoy refugiado en Miami, EEUU, haber dicho que la crisis social y política que afectaba a su gobierno se resolvía con “400 muertos”. Al momento de la caída y fuga de Sánchez Berzaín, los fallecidos eran 63, unos 20 de ellos producidos en el operativo de Senkata.
Seguro que esos eventos sobrevolaban la mente de los jefes militares y policiales que, 16 años después, tuvieron que lidiar con una situación equivalente: el cierre de la planta de Senkata por parte de manifestantes masistas. En las actuales circunstancias, en primer lugar, los ministros de Gobierno, Arturo Murillo, y de Defensa, Luis Fernando López, esperaron un tiempo mucho más largo, de una semana, antes de actuar. Sánchez Berzaín solo esperó 48 horas.
En segundo lugar, evitaron el uso de armas de fuego y sólo se reprimió a los bloqueadores, que eran algunas centenas, además, con gases lacrimógenos y perdigones. Según versiones, se lamentó la muerte de una persona, sin conocerse todavía las circunstancias de la misma. Los vecinos aplaudieron el operativo, que fue plenamente exitoso. Con ello, solo quedan dos puntos de conflicto en el país, promovidos por el MAS: los bloqueos en la zona de Río Abajo de La Paz, del relleno sanitario de la ciudad y del Chapare.
Es verdad también que el momento político era muy distinto: mientras en 2003 se vivía el ocaso de lo que se puede llamar el “ciclo neoliberal”, en 2019 se vive el fin de ciclo de las ideas estatistas e indigenistas de Evo Morales. Y ello les dio también a los bloqueos actuales una legitimidad mucho menor: existe la imagen que solo los motiva generar conflicto ante la posibilidad (remota) de que Morales vuelva al poder.
En 2003, en cambio, se vislumbraba una etapa de profundos cambios sociales y políticos, que efectivamente llegó y que ni Sánchez Berzaín ni Sánchez de Lozada comprendían a cabalidad.
Este martes, una caravana de camiones cisterna, cargados de gasolina y diésel, fue liberada, reduciendo la ansiedad de la población, que vivió varios días sin transporte público.
El ministro de Hidrocarburos, José Antonio Zamora, informó que la caravana de motorizados con combustibles se dirigió a surtidores de La Paz y El Alto.
Hace siete días que no salía de Senkata ni gasolina, diésel o gas licuado, pues los grupos masistas cavaron profundas zanjas en la carretera.
El ministro Zamora anunció que habrá un límite en la cantidad de combustible que se venderá en las estaciones de servicio hasta que se normalice el abastecimiento.
El titular de Hidrocarburos también dijo que la caravana de camiones cisterna fue resguardada por militares y policías en su camino a los surtidores. La planta de Senkata también está militarizada.
@brjula.digital.bo