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Política | 24/11/2025   10:16

|ANÁLISIS|El costo de mantener a Lara vs. el costo de expulsarlo|Raúl Peñaranda U.|

Hoy los escenarios se reducen a ponderar los pros y contras de retirarlo formalmente del gobierno o mantener este ruido permanente producido por el vicepresidente.

Edmand Lara/Captura de pantalla
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Brújula Digital|24|11|25|

Raúl Peñaranda U.

A estas alturas, todo indica que la ruptura entre el presidente Rodrigo Paz y el vicepresidente Edmand Lara –ya explícita– es inevitable. El video que Lara difundió el sábado por la noche sobrepasó todos los límites, aunque lo mismo podría decirse de sus mensajes anteriores. Cada nueva intervención parece buscar ser más hiriente y agresiva contra el presidente. 

Sin embargo, la del sábado marcó un punto de quiebre: allí sugirió que el “jefe” del presidente sería Samuel Doria Medina, insinuando que este último sería, en los hechos, quien gobierna el país. Además acusó directamente a Paz de mentir y engañar al pueblo boliviano. Ese es el lenguaje de un jefe de la oposición, no el de un vicepresidente díscolo.

Todavía hay quienes quieren creer que es posible algún tipo de entendimiento entre Paz y Lara. Por eso se debe analizar si para el gobierno es menos perjudicial mantener esta convivencia deteriorada –un matrimonio por interés lleno de fisuras– o avanzar hacia una ruptura franca. 

Lo ocurrido con Lara no es nuevo: durante toda la campaña electoral realizó exactamente lo mismo, lanzando tiktoks agresivos contra quien entonces era el candidato presidencial de su binomio. Solo en los 15 días previos a la segunda vuelta aceptó guardar silencio, lo que facilitó la victoria electoral.

Hoy los escenarios se reducen a ponderar los pros y contras de retirarlo formalmente del gobierno o mantener este ruido permanente producido por el vicepresidente.

Mi impresión es que una ruptura definitiva y “oficial” sería lo mejor. Declarar a Lara jefe de la oposición permitiría que el Gobierno se defienda con las mismas armas políticas que él emplea. Aparentemente, la “bancada larista” no tiene los suficientes miembros como para, si saliera de la coalición oficialista, dejar al gobierno sin mayoría en ambas cámaras. Por lo demás, considero que con Lara como conductor de la oposición se producirán obviamente  problemas para el gobierno, pero no al punto de debilitarlo seriamente. 

Hasta ahora, Lara ha utilizado toda su artillería contra Paz, apelando a una base social que imagina tener (pero como señaló Sayuri Loza, esa base no existe: no tiene sindicatos, asociaciones u organizaciones sociales que lo respalden). Pese a ello, el vicepresidente ha actuado como si hablara en nombre de un movimiento, mientras desde el Gobierno se le respondía con una comunicación más o menos prudente. Este lunes, la vocera Carla Faval endureció un poco el tono.

Si se produjera la ruptura formal, la alianza oficialista podría responderle ya más directamente. Ello podría resultar saludable: permitiría cohesionar al Gobierno, solidificar la base social con la que ya cuenta Paz y tener a mano un adversario claro al que atribuir los problemas que tendrá en adelante, inevitablemente, el gobierno.

En un escenario así tampoco sería extraño que los casi 200 funcionarios de la Vicepresidencia –cuya misión real es poco clara– vean suspendidos sus ítems, mientras proyectos valiosos, como la Biblioteca del Bicentenario, que pertenece a esa cartera de Estado, podrían trasladarse a una institución más sólida, por ejemplo la Fundación del Banco Central.

La situación actual, ambigua y tensa, beneficia exclusivamente a Lara. Para Paz, en cambio, una ruptura explícita aclararía el panorama: lo devolvería al control pleno del Gobierno y establecería algo natural en cualquier democracia funcional: la existencia de un jefe de la oposición. Ese parece ser el sino de Lara, tan obsesionado como está de llegar algún día a la presidencia (pero eso no ocurrirá antes de 2030): ser jefe opositor y prepararse para las próximas elecciones. Mi impresión es que no habrá otros jefes opositores de talla, porque ni Jorge Tuto Quiroga ni Evo Morales tienen ya viabilidad como candidatos, ambos por agotamiento de sus respectivos liderazgos, y el segundo, además, porque no puede volver a postular a la presidencia.

Como jefe opositor, Lara supervisará, sí, una bancada en el Legislativo, veremos cuán numerosa y sólida y, según mi percepción, tendrá posibilidades limitadas de movilización de sectores populares. Ergo, es mejor para el gobierno que se vaya a que se quede. 

Raúl Peñaranda U. es periodista





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