El reto –coincidieron los expositores– será convertir la transición de 2025 en un punto de inflexión histórico: el momento en que Bolivia aprenda a gobernarse con madurez, diálogo y visión compartida de futuro.
Brújula Digital|30|10|25|
Diálogos al café Marcos Escudero
En una nueva sesión de Diálogos al café Marcos Escudero, tres voces abordaron la pregunta del momento: ¿qué significa el resultado de la segunda vuelta de 2025 y qué país empieza a configurarse después de ella? Sandra Verduguez, de la Fundación Jubileo; Ricardo Paz Ballivián, consultor y analista político, y Daniel Valverde, académico y exdiputado, coincidieron en que Bolivia no solo eligió autoridades, sino que reveló un cambio de ciclo político, una ciudadanía más consciente y un sistema institucional que, pese a sus fragilidades, logró sostener la credibilidad del proceso.
La observación ciudadana como termómetro de la democracia
Sandra Verduguez presentó los resultados de la Misión de Observación Electoral liderizada por la Fundación Jubileo, desplegada desde abril, con más de 700 observadores y una red de alianzas universitarias. Su relato reconstruyó la trastienda de un proceso que, más allá de la jornada de votación, puso a prueba la resistencia institucional frente a la desinformación y la polarización.
Según Verduguez, la segunda vuelta mostró una organización más eficiente y una ciudadanía vigilante, aunque –admitió– persisten grietas estructurales, como la falta de un vocero único que hace confusa la comunicación del Tribunal Supremo Electoral y la escasa pedagogía sobre los conteos preliminar y definitivo de votos.
El estudio reveló que muchos electores aún interpretan las discrepancias entre ambos sistemas y sus ritmos como datos para alimentar la sospecha y la narrativa del fraude.
La expositora remarcó la urgencia de una cultura democrática permanente. Sugiere revalorizar el rol de los jurados como garantes del voto, mejorar la educación cívica en la formación escolar y publicar todas las resoluciones del órgano electoral. Estos son pasos ineludibles para reconstruir confianza.
Los participantes coincidieron en que el desempeño técnico fue sólido, pero el desafío ahora es cultural: consolidar un vínculo duradero entre ciudadanía, información y transparencia.
El voto que reconfiguró el mapa político
Ricardo Paz Ballivián ofreció su lectura de lo ocurrido en las urnas. A su juicio, la primera vuelta presentó un verdadero “cisne negro” político: un cuarto del electorado decidió su voto en la última semana. Algo de ese impulso se vio en la segunda vuelta, con parte del electorado movido por la acción de estructuras sindicales, cooperativas y corporativas que se articularon silenciosamente fuera del radar de los analistas.
Esa ola final –impulsada por las redes sociales, mensajería y comunicación directa– redefinió el equilibrio de fuerzas y reveló el poder real de las organizaciones intermedias.
El analista describió el cierre de un ciclo. Considera que lo que llama el bloque nacional–popular logró reagruparse; mientras el que denomina conservador se consolidó en regiones orientales. Sin embargo, la novedad fue otra: la fórmula ganadora capitalizó el deseo de renovación y reconciliación, sin apelar a nostalgias del pasado ni a restauraciones del viejo orden. Paz subrayó que la política boliviana volvió a demostrar su naturaleza informal y emocional: las calles, los grupos sindicales y las redes sociales pesan tanto como los partidos.
El debate posterior giró en torno a una advertencia: mientras las llamadas “minorías eficaces” –sindicatos, gremios, comités cívicos o federaciones empresariales– sigan imponiendo su agenda al conjunto, la institucionalidad seguirá siendo vulnerable. Romper esa lógica corporativa será el verdadero termómetro de la madurez democrática del país.
El desafío de construir un nuevo relato nacional
Daniel Valverde llevó la conversación al horizonte político. Propuso tres escenarios: uno de confrontación, otro de estabilización –el ideal– y, un tercero, de desgaste acelerado, si el gobierno no logra responder a las expectativas sociales y económicas. A su juicio, el éxito dependerá de la capacidad de dialogar para generar acuerdos y demostrar resultados tempranos.
El expositor describió una Asamblea Legislativa plural, pero sin experiencia ni cohesión, donde el liderazgo del Ejecutivo deberá equilibrar firmeza con apertura. Señaló dos señales alentadoras: la promesa de no reelección y la prioridad de combatir la corrupción, como pilares de legitimidad. Sin embargo, advirtió que el país necesita algo más profundo: un nuevo relato que sustituya el agotado discurso del Estado Plurinacional por una narrativa integradora, capaz de reconciliar campo y ciudad, tradición y modernidad.
En el debate se abordó también el dilema económico. Se coincidió en que los ajustes –como la revisión de subsidios a los combustibles o el control del déficit– son inevitables, pero deberán aplicarse con empatía social.
Se mencionó además que el MAS, pese a su derrota, conserva presencia territorial y capacidad de reorganización subnacional, lo que podría reintroducir tensiones en la gobernabilidad. En contraste, el nuevo gobierno hereda una ciudadanía más exigente y un mandato simbólico: gobernar sin repetir los errores del pasado.
Consideraciones finales
El conversatorio dejó una impresión compartida: Bolivia acaba de cruzar un umbral político. La segunda vuelta no solo definió autoridades, sino que reordenó identidades, certezas y formas de hacer política. La sociedad civil jugó un papel protagónico en la defensa de la transparencia; el Órgano Electoral demostró que puede sostener procesos complejos; y la ciudadanía, más informada y vigilante, comenzó a reclamar una democracia de calidad.
Pero también quedaron planteadas las tareas de fondo: desmontar el poder del corporativismo, fortalecer instituciones meritocráticas, reducir la polarización y recuperar la confianza entre Estado y sociedad.
El reto –coincidieron los expositores– será convertir la transición de 2025 en un punto de inflexión histórico: el momento en que Bolivia aprenda a gobernarse con madurez, diálogo y visión compartida de futuro.