Para el mundo aymara, de modo propio, se trata de un voto estratégico porque representa que no se permitirá volver a los tiempos del racismo y de la discriminación, que significaba el Estado republicano.
Brújula Digital|22|10|25|
Pablo Mamani
Tal vez, especialmente en los andes, eran previsibles los resultados del balotaje del domingo 19 de octubre de 2025 a favor del binomio Paz–Lara, que ganó al binomio Tuto Quiroga–JP Velasco con un 54% de votos frente a un 45%, respectivamente.
El PDC ganó ampliamente en la región de los andes, entre La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca, y otras regiones no andinas, como Pando y Santa Cruz, donde consiguió un buen porcentaje, nada despreciable.
Pero ¿qué significa para la gente estos resultados y más propiamente qué significado le ha dado al voto el haber apoyado al binomio Paz–Lara? Este es un tema por demás interesante.
En principio, lo que se observa no es un voto militante con el PDC, sino un voto condicional, definido por una larga experiencia histórica con la que gente ha sabido moverse en tiempos turbulentos. Especialmente en tiempos contrarios a los sectores populares y del aymara, de manera particular. Esa condición representa, en principio, no afectar varios logros de las gestiones del gobierno del MAS (aunque hayan sido contradictorios) y de las propias luchas sociales.
Esto quiere decir que la gente piensa muy bien cómo evitar los graves riesgos que pueda producirse si es que el poder está en manos de los que representan un peligro.
Otras de las condiciones es que no se propicie un golpe económico parecido al del Decreto 21060, de 1985. Es decir, un shock económico que afecte a los bolsillos de la gente. Esto significa que el tema combustible debe ser ajustado paulatinamente e, incluso, que no se lo haga, si es que existe la posibilidad de mantener la subvención. La gente piensa que sí, que se puede mantener, para evitar mayores encarecimientos económicos en una Bolivia que también vive una crisis social y política ya profunda.
Para el mundo aymara, de modo propio, se trata de un voto estratégico porque representa que no se permitirá volver a los tiempos del racismo y de la discriminación, que significaba el Estado republicano. Lo cual significa que es un voto político, con una mirada larga de la historia respecto a este grave problema que tiene Bolivia, entre otros. El racismo es uno de problemas estructurales, junto a la corrupción, desde la misma fundación de Bolivia.
Así, el voto condicional y estratégico, tiene una larga historia. Ya ocurrió este tipo de comportamiento social, como lo demuestra Carmen Soliz en su libro Campos de revolución (2022).
El discurso oficial de arriba suele adjudicar a los gobernantes la atribución de hacer la historia y no tanto los pueblos. El hecho, sin embargo, es que los que condicionan los actos de los gobernantes suelen ser los pueblos. En nuestro caso –según Soliz–, las comunidades, los ayllus y los mal llamados “colonos” de las haciendas post 52, fueron quienes definieron el curso de lo que luego sería la firma de la Reforma Agraria de 1953.
Antes de ocurrir como evento histórico, con H mayúscula, primero ocurre ese hecho histórico a nivel más social como micropolítica. Se va dispersando como sentido de acción colectiva, como una especie de acuerdo subterráneo, bajo la égida de lo que nosotros llamaríamos el otro poder, la otra manera de entender el poder o resignificarlo.
El mundo social se mueve sigilosamente en conversas y acuerdos o desacuerdos para, finalmente, confluir como un acuerdo común con interés compartidos de lo histórico. Entonces la historia es escrita desde esos recónditos espacios de la vida social y los poderosos luego la tienen que firmar. Esta lógica funciona bien en nuestro medio y en otros lugares, como México, la academia muchas veces no lo ve.
La gente negocia inteligentemente usando varios mecanismos con alguien que tiene el poder o lo va a tener. Todo con el fin de no perder los logros conquistados, aunque sean pequeños. En ese sentido, el del domingo 19 de octubre es un voto más político e identitario. El mundo aymara urbano o rural casi siempre ha tenido esta mira.
Algunos analistas afirman que el mundo aymara es un mundo que define muchas veces el devenir de lo político o social en Bolivia o, de modo más propio, en la región de los andes.
Se irradia sentidos y ubicaciones estratégicas de la acción colectiva mediante diferentes mecanismos, como las relaciones de parentesco, las redes sociales o, simplemente, una lectura semiótica de lo que proyecta la imagen de lo que se quiere hacer o decir.
A esto se suma que la gente ha diagnosticado que Tuto y JP están radicalmente ubicados en la extrema derecha boliviana. Incluso, ellos mismos, demostraron esta perspectiva durante todo el período electoral con tres casos bien conocidos de racismo. Las afirmaciones de “masca coca hediondos” de Juan Carlos Velarde; “para que no venga ningún colla de m…a faltarnos el respeto”, de Arnoldo Méndez, y, finalmente, del propio JP. Velasco, quien dijo: “A los collas hay que matarlos a todos…hay que quemar la wiphala…”.
Esas voces son la expresión no solo de personas. en particular. sino del grupo social al que pertenecen.
Lo que viene es difícil para el siguiente gobierno y también para la gente, porque una cosa es ofrecer electoralmente y otra es gobernar. Pues allí se imponen, muchas veces, los intereses de los grupos de poder que están detrás de los candidatos ganadores. Lo cual debe llamar a observar, porque podría ser un hecho que los mismos votantes de Paz–Lara lo reprueben, dado que hoy, como se ve, la gente está sumamente politizada. Sabe lo que es ejercer el poder o luchar contra él. Entonces. hay que tener una adecuada lectura de los micropoderes que circulan fuera del poder y de la historia oficial.
Pablo Mamani Ramírez es sociólogo y docente universitario.