Los tiempos están cambiando. El Estado se ha quedado sin recursos, el Impuesto Directo a los Hidrocarburos se ha desplomado y se avecina una época de vacas flacas. Pero Cochabamba necesita, más que nunca, inversión y, sobre todo, de la privada.
Brújula Digital|17|09|25|
Rocío Molina Travesi
Cuando en Cochabamba llega la hora de la siesta todo se detiene. Los niños juegan y luego se van a dormir, el trabajo cesa, las casas se sumen en el silencio y las calles se vacían. Durante 60 minutos el tiempo parece adormecerse y el único movimiento visible es el del follaje, suavemente agitado por una brisa primaveral que, por momentos, alivia la “hora de los hornos” con la que el calor del mediodía castiga a la Llajta.
La siesta es buena para la salud, no cabe duda, pero cuando la economía cochabambina entra en su propia “hora de la siesta” es momento de preocuparse.
Con motivo del 14 de septiembre, la Federación de Entidades Empresariales Privadas de Cochabamba (FEPC) presentó su Informe Técnico de Coyuntura - Análisis Económico y Empresarial del Departamento, un documento que revela cifras inquietantes sobre la situación económica local.
El diagnóstico empresarial destaca varios puntos que merecen atención urgente.
En primer lugar, aunque Cochabamba aún muestra crecimiento económico positivo, éste se desacelera. El Producto Interno Bruto (PIB) pasó de crecer un 4,43% en 2023 a apenas un 0,71% en 2024. En el primer trimestre de 2025, el incremento interanual fue de apenas 0,44%.
Según datos del INE de 2023, el PIB per cápita nominal de Cochabamba ocupaba el sexto lugar nacional, con $us 3.138 (calculado al tipo de cambio oficial de Bs 6,86 por dólar). Sin embargo, la FEPC ajusta esta cifra para 2025 a solo $us 1.453, ubicando al departamento en niveles comparables con países como Timor Oriental ($us 1.454), Zambia ($us 1.413) o Nepal ($us 1.397), por debajo incluso de Nicaragua, Venezuela y Honduras.
Además, la inflación en Cochabamba alcanzó una tasa interanual del 24,28% hasta agosto de 2025, con un aumento del 30,4% en el precio de los alimentos, mientras que la inflación acumulada nacional se sitúa en 18,09%.
En otras palabras: Cochabamba produce menos riqueza, paga más por lo que consume y, lo que es más grave, solo ofrece empleo formal al 15,73% de su Población Económicamente Activa (PEA), con una tasa de desempleo cercana al 6%.
En el ámbito industrial, el informe señala que la actividad se concentra en alimentos, bebidas, textiles y metalmecánica, predominando las micro y pequeñas empresas con escasa capitalización y dificultades para acceder a crédito destinado a activos fijos. Entre enero y julio de 2025, el departamento registró un déficit comercial de $us 93.6 millones: exportó $us 211 millones e importó $us 304 millones.
El sector gastronómico, tan celebrado en Cochabamba, sigue siendo un eje de la economía urbana junto con los servicios personales y el comercio. Sin embargo, en la última década ha aumentado el porcentaje de negocios gastronómicos que han salido del mercado: del 5% en 2015 al 35% en 2025.
A esto se suma la caída del turismo. En el primer semestre de este año, Cochabamba recibió apenas 56.711 visitantes, frente a los 230.578 de La Paz y los 155.728 de Santa Cruz.
Estos datos bastan para afirmar que la economía cochabambina sobrevive, pero lo hace en un estado de letargo.
A ello se añade la polarización política que ha marcado al departamento durante los 20 años de gobierno del MAS-IPSP con bloqueos frecuentes y escaso retorno económico, a pesar de haber sido cuna y sede de la carrera política de Evo Morales. El centralismo absorbió la gestión pública, mientras los cochabambinos confiaron en que la inversión estatal generaría riqueza. Lo que se obtuvo, en cambio, fue empleos burocráticos en la Gobernación y la Alcaldía, y obras cuya calidad deja mucho que desear.
Algunos ejemplos ilustran esta realidad.
Misicuni, la represa más grande del país ha modificado incluso el clima local, aumentando la humedad y las lluvias. Sin embargo, el proyecto gubernamental olvidó las aducciones necesarias para distribuir el agua a los municipios metropolitanos, que aún esperan su conclusión.
El Tren Metropolitano, con una inversión de $us 447 millones, cuenta con dos líneas operativas y una recién inaugurada, con cerca de 15 estaciones. En contraste, el Teleférico de La Paz recibió $us 740 millones, con 10 líneas, 32 kilómetros de red y 35 estaciones.
Y qué decir de la conectividad vial. En dos décadas de gobierno del MAS-IPSP, Cochabamba no logró consolidar dobles vías que la conecten eficientemente con el resto del país. Desde La Paz y Oruro, la doble vía llega solo hasta Confital; desde el Oriente, aún se lucha por completar el tramo del Sillar. Desde el Sur, la doble vía apenas supera la represa de La Angostura.
Algunas obras parecen más bien escenarios de abandono. El Centro de Convenciones de San Benito, que debía ser sede de la desaparecida Unasur, hoy luce como un set de película postapocalíptica: instalaciones lujosas en deterioro, vías abandonadas, un hotel fantasma y vendedores de duraznos que bostezan en su ingreso.
Los tiempos están cambiando. El Estado se ha quedado sin recursos, el Impuesto Directo a los Hidrocarburos se ha desplomado y se avecina una época de vacas flacas. Pero Cochabamba necesita, más que nunca, inversión y, sobre todo, de la privada.
Las próximas elecciones municipales y departamentales serán decisivas. Necesitamos líderes que se atrevan a tomar la batuta y encuentren el camino hacia una economía autogestionaria, capaz de multiplicar la riqueza y despertar del letargo.
De lo contrario, seguiremos mirándonos el ombligo, convencidos de que tenemos el mejor clima, la mejor comida, la mejor universidad… y, por supuesto, la mejor siesta.