Ahora debemos demostrar que sabemos elegir con quién caminar. Porque los mejores días para Bolivia no llegarán solos: vendrán de la mano de mejores amigos.
Brújula Digital|28|08|25|
Juan Pablo Chamon
Bolivia no puede quedarse en la celebración del fin de una hegemonía política. Lo que está en juego ahora es el lugar que ocupará en el tablero internacional. Porque ningún proceso de transición democrática sobrevive si se aísla, si insiste en abrazarse a regímenes autoritarios que ofrecen retórica de soberanía mientras devoran la institucionalidad desde dentro.
Durante dos décadas, el país orbitó alrededor de un eje que no nos trajo ni respeto ni progreso: Venezuela, Rusia, Irán y China. El resultado fue dependencia, opacidad y la importación de prácticas que vaciaron nuestras instituciones. La pregunta no es si vamos a cambiar de amigos, sino si tendremos el coraje de hacerlo a tiempo.
Bolivia tiene motores económicos dormidos: litio, gas, minería, turismo, agroindustria, servicios. Pero ningún motor se enciende si seguimos aislados, sin inversiones, atrapados en un sistema de controles que ahuyenta al capital y empuja a miles a la informalidad. Lo que necesitamos no son discursos grandilocuentes, sino socios que crean en la democracia y nos respeten como iguales. Socios que ofrezcan mercados, tecnología y seguridad jurídica.
El riesgo de este momento no es solo interno. El eje autoritario que todavía opera en la región –con Venezuela como puente logístico, Cuba como asesoría política, Nicaragua como cobertura diplomática y redes de crimen organizado como músculo operativo– ya ha demostrado su capacidad para desestabilizar gobiernos en transición.
Lo hicieron en Chile, lo intentaron en Colombia, y no dudarán en hacerlo en Bolivia si sienten que pierden un bastión estratégico. Evo Morales, con casi un 20% de votos nulos, buscará ese mismo rol: no como poder, sino como caos.
La próxima administración tendrá que responder preguntas ineludibles:
- ¿Seguirá Bolivia abrazada a La Habana y Caracas o buscará alianzas con democracias que fortalezcan nuestra institucionalidad?
- ¿Usaremos el litio para depender de China o para integrarnos con socios que nos permitan diversificar mercados y valor agregado?
- ¿Tendremos el coraje de reabrir relaciones diplomáticas con Chile? No desde la ingenuidad, ¿sino desde la convicción de que la integración puede generar oportunidades para ambos pueblos?
Los escenarios son claros: si insistimos en repetir alianzas con regímenes cerrados, el futuro será aislamiento, pobreza y vulnerabilidad frente a ataques asimétricos que pueden desestabilizar al nuevo gobierno antes de que se consolide.
Pero si elegimos democracias abiertas como aliados, Bolivia tendrá respaldo político, financiamiento y credibilidad internacional para sostener su transición.
Los bolivianos ya demostraron que podían terminar con un ciclo que parecía eterno. Ahora debemos demostrar que sabemos elegir con quién caminar. Porque los mejores días para Bolivia no llegarán solos: vendrán de la mano de mejores amigos.