La tendencia a la polarización está a la vuelta de la esquina. Se prevé que las estrategias electorales hallarán, como ya se ve, una nueva contradicción artificial entre izquierda y derecha, y región contra región, como ocurrió en 2020, con otros actores y contextos.
Brújula Digital|21|08|25|
José Luis Harb
De la incertidumbre de no saber por quién votar a la sorpresa de un resultado que no esperaba prácticamente nadie. Ese fue el tránsito de una emoción llamada voto ciudadano –mayoría relativa– que, sin racionalidades neuróticas, dejó fluir un deseo oculto: votar contra todos a través de alguien. Las encuestas técnicamente insuficientes no percibieron, ni por asomo, dada su corta cobertura, esta realidad paralela. Los “inencuestados” se pronunciaron silenciosamente el día de la elección.
¿Pero qué motivo esta decisión de última hora que modificó completamente lo previsible? ¿Cuál fue su anatomía? Vamos por partes:
Contradicciones y contracciones
Si bien la motivación fundamental de la gran mayoría del electorado boliviano era terminar con el ciclo masista, régimen que gobernó por más de 20 años el país, no cabe duda de que también se generaban contradicciones subalternas. Por ejemplo, la vieja política versus la necesidad de renovación y cambio de formas y actores políticos.
Hace más de dos años plantee en un artículo de opinión la necesidad de considerar en el proceso electoral está urgente demanda, sobre todo de los votantes jóvenes, hastiados de más de lo mismo. Por entonces, casi todos los entendidos hablaban de una “unidad “como principio, y no de una consecuencia técnica de acuerdos ciudadanos para derrotar al régimen. La oposición con sus viejos actores no reparaba en utilizar la estrategia intimidatoria del “voto útil” motivada por el miedo.
Un primer desencanto se dio con el fracaso de la unidad en la oposición, tan pregonada de dientes para afuera. El electorado, el ciudadano, confirmó, una vez más, que las viejas prácticas de la política no lo consideraban y que la unidad estaba basada en acuerdos de las estructuras políticas –tan venidas a menos– antes que interpretar el deseo ciudadano.
La agudización de la crisis económica jugó un papel importante en la radicalización de los electorados. El paulatino deterioro de las condiciones de vida fue descartando sistemáticamente la posibilidad de un retorno del MAS –en todas sus expresiones y formas– pese a los esfuerzos de sus cúpulas.
Sin ningún acompañamiento ciudadano ni electoral significativo, la división del MAS pasó facturas y debilitó sus estructuras. Odio, pasión, venganzas, fueron las cartas que se jugaron al interior de la llamada izquierda oficialista. El evismo, agazapado en la misma estructura del poder, se encargó de anular todas sus las posibilidades electorales. Si no, vean cómo quedó Andrónico Rodríguez, quien parecía tener el voto oculto, según las especulaciones preliminares.
La “izquierda”, desgastada por la crisis y la corrupción desenfrenada, agudizó sus debilidades y contribuyó a su propio fracaso y virtual salida del poder; mientras toda la oposición contemplaba con cierta morbosidad comprensible, confiada en que esta vez sería posible ganar.
Desmitificaciones y nuevas tendencias electorales
Algunas de las características más interesantes del resultado electoral a tomar en cuenta:
1.- No ocurrió lo del voto identitario o bio–político, en el que se identifica al candidato por sus características antropo–físicas y culturales. En esta oportunidad, el voto con contenido racial estuvo ausente; la sorpresa fue el hecho de que sectores de alta composición identitaria votaran por candidatos ajenos a la misma (Paz-Lara).
2. Tampoco se dio una identificación con las siglas partidarias, ya que éstas, en realidad, tanto en la izquierda como en la derecha, ya no representaban a nadie. La crisis de representatividad política y la recomposición del sistema político –hoy asignaturas pendientes– jugaron un papel importante para que la decisión ciudadana se diera al margen de estas membresías sin contenido ciudadano. Un ejemplo, la sigla del MAS, tan peleada, no fue un gran factor de motivación y fidelización. La sigla del PDC tampoco fue una razón considerable para el éxito de Paz y Lara.
3. Los aparatos políticos y las estructuras territoriales no fueron determinantes para la toma de decisiones por parte del electorado. Listas inconclusas ganaron en el proceso electoral. En lugares donde las candidaturas no tenían una estructura orgánica éstas recibieron una contundente votación.
La democratización de la participación política, a través de los mecanismos digitales y tecnológicos, cambiaron las viejas formas del quehacer político. Los aparatos ineficientes sirvieron más para satisfacer a las clientelas políticas que para ampliar el espectro electoral.
¿Por qué Rodrigo Paz y Edman Lara?
En materia electoral no hay aparecidos. Quienes participan en el proceso electoral forman parte de una construcción colectiva que termina perfilando la decisión final del electorado, entre circunstancias, aciertos y desaciertos.
Rodrigo Paz encaró con tenacidad y con muchas desventajas comparativas la decisión de llegar hasta el final con su propuesta electoral. Su estrategia de campaña tuvo tres herramientas fundamentales que al final le sirvieron.
Apostó por la renovación y el cambio. Insistió en que Bolivia necesitaba un recambio en sus élites políticas para oxigenar la deteriorada relación de su sistema democrático; no sólo por la acción liquidadora del régimen, sino también por la propia oposición tradicional complaciente, cuando no cómplice.
La renovación de liderazgos y espacios políticos hizo carne en las candidaturas, por un lado, de Rodrigo Paz y Edman Lara, y, por otro, de Jaime Dunn y Edgar Uriona. Producto de la actividad de campaña se empezó a configurar el espacio político para la renovación y el cambio. Espacio político preso de la mezquindad del sistema, tanto oficial como de la oposición tradicional. No obstante, el electorado tomaba en cuenta de las diferencias.
Las candidaturas de Dunn y de Paz, guardando diferencias, tenían características similares. Tenían una traction, como se dice en inglés, a la estrategia electoral. Una energía que hacía tracción hacia adelante el clamor del cambio y la renovación de lideres, incluso más allá del propio masismo.
No cabe duda que la candidatura que despertó mayor cantidad de simpatías fue la de Jaime Dunn, quien devolvió el nivel de expectativa y esperanza a muchos sectores electorales. La cuestión administrativa y su posterior inhabilitación artificiosa consolidaron ese espacio político. Si Dunn se inscribía, el escenario habría sido distinto, sin duda.
Rodrigo Paz, que insistió tenazmente en esa línea, y que tiene el mérito de incorporar en su fórmula como vicepresidente a Lara, tiene méritos propios. Interpretó la necesidad que tenía el campo popular no representado en las candidaturas de la llamada derecha tradicional. Se ubicó en un centro político atractivo ante quienes no necesariamente coincidían con las propuestas de la extrema derecha.
Paz Pereyra conocía, a través de sus estrategas, que tenía la gran posibilidad de hacer el rash electoral. Se mantuvo en esa posición, avanzó en su seguridad como candidato y demostró sus cualidades y capacidades. Empezó a llamar la atención como una alternativa y demostró, en las propias encuestas deformadas, un crecimiento sostenido, que no hace tan artificial su crecimiento final; aunque éste no fuera percibido por los medios de comunicación y las opiniones públicas.
Segunda vuelta sin el MAS
Ante una nueva realidad, en la que la contradicción fundamental MAS anti MAS fue superada, dos expresiones políticas, una vinculada a la tradición política del pasado, y la otra con posibilidades de renovación, se enfrentarán –de no mediar algo distinto– para resolver la otra contradicción pendiente.
Una segunda vuelta electoral inédita para los bolivianos que estrenan este recurso electoral, no sin reparos, dada la profundidad de la crisis económica e institucional que soportan, definirá quién conduce el país en tiempos aciagos. Cabe observar que su programación, de acá a dos meses, es un tiempo muy largo.
Y aquí, pasando al campo de la política, dejando la contienda electoral como eje, ¿es importante llevar adelante una segunda vuelta con los actuales resultados y semejante crisis? ¿Podrá, si es así, tener el próximo gobierno la legitimidad del respaldo político electoral de un balotage?
Me inclino por pensar que los intereses propios de la política –en particular el estilo y la vehemencia devoradora del candidato Jorge Quiroga y de su equipo– llevarán a la segunda vuelta electoral, indefectiblemente, más allá de todas las consideraciones emocionales.
Esta segunda vuelta se caracterizará, sin duda, por una intensidad extrema. La tendencia a la polarización está a la vuelta de la esquina. Se prevé que las estrategias electorales hallarán, como ya se ve, una nueva contradicción artificial entre izquierda y derecha, y región contra región, como ocurrió en 2020, con otros actores y contextos, para justificar sus candidaturas y llegar al poder.
Esperemos que no sea así, por el bien de la gobernabilidad y la viabilidad de país, tema ahora central.
José Luis Harb es psicólogo, psicoanalista, estratega electoral y político especializado en relaciones de poder y desarrollo humano. Country manager de Política Global en Washington DC. USA.