.En esta elección no existe proyecto hegemónico ni caudillo con poder suficiente para imponerse e imponer. Todos los caminos nos llevan a una segunda vuelta electoral. En consecuencia, los resultados de estas elecciones nos colocaran en la antesala de un nuevo tiempo y ejercicio político.
Brújula Digital|20|06|25|
Daniel Valverde
Un grupo de amigos nos reunimos alrededor de un café y de esa reunión derivó, también, la recurrente pregunta de por quién votar. Comentarios de por medio, uno de los amigos partió de una premisa que tiene mucho sentido al señalar que nuestra mayor responsabilidad es salvar el proceso democrático. El país no aguanta otro tiempo más de confrontación. Menciona este esclarecido amigo beniano, que el siguiente periodo debe ser de la democracia de la “Convergencia entre Distintos”. Nos recordaba que la democracia pactada se daba entre quienes tenían coincidencias y eran parte de una similar estructura de poder. El MAS. por su lado, desde 2006, mantuvo posturas impositivas y hegemónicas bajo el estandarte de la defensa de los sectores sociales, Ambos modelos terminaron agotados.
El amigo de café argumenta su posición señalando que para garantizar gobernabilidad política y social hay que hacer pactos con el contrario, estableciendo un sistema de coexistencia. Ello implicaría salir de los clásicos acuerdos entre equivalentes (partidos o grupos de interés económicos, en los 90, y de organizaciones sociales corporativas, en el periodo del MAS) para empeñarnos en consolidar acuerdos entre partidos, grupos sociales, sectores, regiones o actores “distintos”, con agendas mínimas pero estratégicas, a efectos de salir de la crisis, y del empantanamiento identitario que nos hunde o retrasa.
Recordé que Filemón Escobar (uno de los principales teóricos de los sectores obreros y sociales), denunciaba que su idea de promover ese proyecto y el liderazgo del Evo Morales tenía como propósito propulsar la “complementariedad de opuestos” en vez de la confrontación. En una entrevista señalaba que, bajo ese paradigma, el trabajador concilia con su empleador, igual que el oriente con occidente, el aymara con el guarayo. Finalizaba haciendo mención al planteamiento de Jaime Mendoza, en su obra el Macizo boliviano, sobre el vínculo de hierro entre oriente y occidente. Pero el Evo llega al Gobierno y los hace pelear, lamentaba distanciado de quien fue su pupilo.
La visión planteada por mi contertulio no es de fácil aplicación, pero es la única salida. Se requiere de grandeza política para derribar muros identitarios, culturales, o programáticos, en un contexto en el que reciben centenares de likes o aplausos quienes echan sal y vinagre a las heridas de la confrontación. Debemos ser conscientes de que no se puede resolver la crisis económica, tampoco la crisis institucional, ambiental, judicial, o cualquier otra, sino se resuelve primero la crisis política del país.
Si bien la actual contienda electoral pareciera por momentos una guerrilla entre dos guetos (popular y tradicional) que tienden a atrincherarse, negarse y alejarnos de la visión planteada por Cacho Richter y compartida por mis amigos de café, lo que sí es una buena noticia, y facilitaría una salida tan audaz como la compartida, es que en esta elección no existe proyecto hegemónico ni caudillo con poder suficiente para imponerse e imponer. Todos los caminos nos llevan a una segunda vuelta electoral. En consecuencia, los resultados de estas elecciones nos colocaran en la antesala de un nuevo tiempo y ejercicio político.
Daniel Valverde Aparicio es docente UAGRM.