La izquierda empobreció Bolivia y sigue hechizando con discursos vacíos como “bloque popular”, concepto vago tomado de Gramsci y Zavaleta. Así, se apropian del término “pueblo” como si solo ellos lo representaran.
Brújula Digital|14|06|25|
Juan Pablo Guzmán
A lo largo de la historia, la izquierda ha demostrado dos habilidades: provocar el empobrecimiento de los países que ha gobernado y fabricar fábulas que hechizan duraderamente a la gente. La primera siempre ha sido el final de todos sus experimentos económicos y suele conducir a sus gobiernos al naufragio, mientras la segunda, aunque igual de nociva, tiene la “virtud” de instalar un discurso romántico que sobrevive aún en las peores épocas.
Bolivia es víctima hoy de ambas destrezas: las casi dos décadas de la izquierda en el poder han descompuesto la economía y catapultado al cielo a su más perverso gesto, la inflación; mientras las expresiones políticas del masismo aún encandilan a fieles y desorientados con la fraseología tramposa y sinsentido que de tanto en tanto agrega nuevos eslóganes a su catálogo de clichés.
El concepto “bloque popular” es uno de esos artificios verbales que llena el lenguaje del masismo y de sus intelectuales, tanto francos como disfrazados, con el fin de atribuirse para sí ese sensiblero concepto: “popular”.
“Nuestra urgente tarea política es impulsa la unidad del bloque nacional popular”, repite con constancia Andrónico Rodríguez; mientras su paradigma y maestro, Evo Morales, asegura que en la política del presente, “por un lado está el bloque imperialista y por el otro el bloque popular”. Incluso figuras menores, como Felix Patzi, y hasta pintorescas, como Jhonny Fernandez, lo mismo que novatos candidatos a la presidencia, repiten el sambenito y llaman a la unidad del “bloque popular”. Sin olvidar a analistas azules que integran en el mismo saco del “bloque popular” a androniquistas, evistas y arcistas.
Así, el “pueblo” y lo “popular” quedan instalados como patrimonio narrativo de la izquierda, sin que suelan plantearse explícitamente las dudas lógicas: ¿Las otras fuerzas que no pertenecen al “bloque”, acaso no son también populares, es decir con similar o mayor adhesión? ¿El “pueblo” solo está compuesto por la comunidad zurda? ¿Si no son pueblo ni populares, entonces qué son los demás?
El concepto de “bloque popular” encuentra sus raíces en las teorías del pensador italiano Antonio Gramsci, quien fundamentó la idea de lo “nacional popular” como una voluntad colectiva de crear en una sociedad una hegemonía social conducida por una clase predominante, el proletariado. De ahí en adelante, teóricos de la izquierda desarrollaron y dulcificaron el concepto, que incluso, en nuestro país, llevó a uno de ellos, René Zavaleta, a titular una de sus principales obras como Lo nacional-popular en Bolivia.
Pero observadas bajo la lupa del rigor, las frasecitas de “nacional popular” y “bloque popular” no resisten un análisis serio. Hace pocos años, la Agencia de Noticias Fides (ANF) reunió en un diálogo al filósofo Hugo Celso Felipe Mansilla, más conocido como H.C.F. Mansilla, y al crítico y editor de la obra completa de René Zavaleta, Mauricio Souza.
Souza hizo notar entonces que, curiosamente, Zavaleta nunca definió el significado de “nacional popular”, pese a utilizarlo como título de uno de sus libros, aunque sí sugiere que “lo nacional popular es una forma de pensar la relación entre democratización social, es decir la democratización a nivel del pueblo si se quiere, y la forma estatal”. Souza concluye que se trata de un concepto “un tanto vago” que desde una determinada óptica “es una forma elegante de hablar del populismo”.
H.C.F. Mansilla es más concluyente y dice: “Lo nacional popular es un concepto prácticamente mágico, que está blindado contra la crítica. Lo nacional alude a algo sagrado como es la nación, lo popular alude al pueblo, lo más noble, lo más alto que hay en una comunidad y, por lo tanto, la conjunción de dos conceptos prácticamente sagrados por encima de toda crítica hace muy difícil que uno pueda decir algo de contenido sobre el mismo”.
El filósofo argumenta que para Zavaleta y sus maestros (Carlos Montenegro y Augusto Céspedes), “lo positivo es justamente el pueblo, lo nacional, el alma colectiva de la nación y otras tonterías por el estilo, que no dicen nada concreto, pero que tocan las fibras íntimas, las fibras emotivas, las que hacen vibrar a las masas incultas de la nación, que son, obviamente, la gran mayoría”.
Imposible ser más claro. Lo suficiente para desnudar el embuste de que la izquierda encarna exclusivamente al “pueblo” y a lo “popular”. Hoy, los zurdos son, una vez más, solo sinónimo de crisis y de fracaso.
Juan Pablo Guzmán es comunicador social.