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Política | 27/05/2025   03:46

|OPINIÓN|Qué busca Claure en Bolivia|Tuffí Aré|

El tiempo dirá si la influencia de Marcelo Claure se limita a este momento crítico o si aspira a un rol más permanente en la política y economía bolivianas.

Marcelo Claure acompañado del equipo de investigadores de Harvard
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Brújula Digital|27|05|25|

Tuffí Aré

¿Marcelo Claure busca realmente hacerse del cuantioso litio boliviano u ofrecerlo a uno de sus socios internacionales? ¿Marcelo Claure aspira acaso a ser el más influyente de los empresarios que maneja desde EEUU los hilos del poder político en Bolivia con la posibilidad de volver y ser algún día presidente? O en cambio. ¿Marcelo Claure busca entregar gran parte de su tiempo y de sus recursos para ayudar al salvataje y a la recuperación económica de su país, porque siente que a sus 54 años resulta más importante ser reconocido como el mayor filántropo de la historia nacional, sin esperar ninguna recompensa que engrandezca más su fortuna y su influencia internacional?

Después de haberlo entrevistado dos veces en los últimos dos años y de haber sido  invitado por su equipo de la plataforma Bolivia 360, lanzada oficialmente hace poco, con el liderazgo de Marcelo Trigo en nuestro país, para participar durante dos intensas jornadas de deliberaciones en el Bolivia 360 Day, nada menos que en inmediaciones de la prestigiosa universidad de Harvard, en Boston, junto a otras 90 personas, puedo afirmar que solo el tiempo y sus actos contestarán las preguntas que hago al inicio de este texto, o más bien, aclararán el “enigma”. Todavía es muy prematuro llegar a conclusiones.

Cuando Marcelo Claure se contactó conmigo, en la primera semana de diciembre pasado, para concretar una entrevista periodística, unos días antes de su cumpleaños 54, me dijo que los próximos diez años de su vida los dedicaría en gran parte a su país de origen.

Estaba llegando a su aniversario 54 como uno de los empresarios latinoamericanos más exitosos y ahora era el momento de pensar y hacer cosas por Bolivia, según me dijo. Tanto en la entrevista que le hice como en otras dos que he escuchado, ha ratificado insistentemente que no busca ser presidente, ni que tampoco su interés de mirar con tanta atención y dedicación al país apunta a hacerse del litio u otros negocios, pese a reconocer públicamente que tiene socios, especialmente en Argentina, en empresas dedicadas al rubro minero.

En los tres encuentros que he tenido con Claure, el tercero más colectivo que interpersonal, el empresario se ha ofrecido a ayudar con todos sus recursos y conexiones internacionales a apoyar al próximo Gobierno a sacar de Bolivia de una de sus peores crisis económicas. Incluso ha arriesgado la polémica postura de enfrentarse en un año preelectoral a Evo Morales, a Luis Arce, y al MAS y a ofrecer todo tipo de apoyo posible a quien tenga la mayor chance desde la dividida oposición de ganar en primera o segunda vuelta. Para pasar de los dichos a los hechos, financió dos costosas encuestas electorales e invitó a seis candidatos presidenciales a Boston para que conozcan el diagnóstico de expertos de Harvard, contratados por él, sobre la economía boliviana, intercambiar ideas de soluciones, mostrarles las conexiones y oportunidades internacionales a las que tiene acceso para auxiliar a Bolivia y reflexionar a sus líderes a que se unan para evitar un triunfo del MAS. Esta vez en Boston no ha sido tan incisivo ni obsesivo con la inquietud de encontrar la unidad opositora, más aún cuando en el lugar ha estado también Eva Copa, cuyo origen político se encuentra en el MAS, aunque ahora ha emprendido con Morena y sus aliados un vuelo propio.

La agenda de Boston no ha tenido como foco dominante las candidaturas ni el momento electoral, como plantean algunas versiones con sesgo informativo o algunos dirigentes políticos, de postura previsible por su enemistad con Claure o por la aversión que tienen a todo lo que suena a EEUU, sino que  ha contemplado ampliamente la recolección e intercambio de diversas miradas que tienen una variedad de líderes, no solo políticos, de la compleja realidad boliviana, sobre todo la económica, azotada por problemas profundos como la ingobernabilidad y el deterioro de su institucionalidad y democracia.  No ha sido una simple casualidad que en el Bolivia 360 de Boston participen como expositores la venezolana María Corina Machado, que explicó los grandes dolores de la democracia de Venezuela, y los expresidentes Mauricio Macri e Iván Duque, además de un ministro de Milei o algunos exministros de Argentina y Chile, que expusieron sus experiencias de manejo de crisis económicas complicadísimas de sus países.

No parece exagerada aquella afirmación escuchada en Boston de que Bolivia vive su “peor crisis económica de los últimos 40 años” y que el nuevo Presidente estará muy cerca de vivir lo que vivió Víctor Paz, al iniciar su último mandato en 1985, o se acerca, si no hay decisiones serias, rápidas, drásticas y urgentes, a lo que recibió Milei tras el final del kirchnerismo en Argentina.

Contrariamente a lo que dicen algunas voces malintencionadas que quienes fueron a Boston se alinearon sumisamente a las ideas de Claure y de su equipo a implantar recetas provenientes de EEUU a la realidad boliviana, en las dos jornadas de Bolivia 360 Day se han evidenciado y confrontado posiciones, algunas notoriamente divergentes, de cómo aplicar lo que es inminente para salvar a un paciente que está intubado en terapia intensiva: un ajuste para superar la crisis fiscal, de manera de evitar una crisis cambiaria y/o bancaria, y frenar en seco una posible hiperinflación. Un ajuste al que está obligado el gobierno de derecha o de izquierda que venga, si aspira a tener combustible, dólares suficientes, precios estables y, por lo tanto, si pretende durar en el próximo mandato. Como dijo un experto en el foro Bolivia 360 Day, al próximo Presidente no le debe faltar gasolina, diésel ni GLP, si quiere durar ¿Debe ser el ajuste mediante un shock, de forma gradual y de qué tamaño? Ha sido una de las preguntas más sonadas en Boston y que causa discrepancias incluso entre economistas y analistas invitados.

¿Qué busca Claure en Bolivia? Es la pregunta del arranque de este texto, y que no ha faltado incluso en algunas charlas más informales y más privadas de algunos de los invitados al Bolivia 360 Day. El empresario ha presenciado cada una las intervenciones de la apretada e intensa agenda, ha conducido y animado algunas de las conversaciones y paneles, que han alcanzado temáticas como el uso de la Inteligencia Artificial, sobre todo en la salud, el impulso al emprendedurismo, especialmente tecnológico, la educación y formación de jóvenes líderes latinoamericanos, los proyectos deportivos del grupo del City en Bolivia con Bolívar, hasta incluso el anuncio de apoyo a un audiovisual que dedica su atención a los daños ambientales al Lago Poopó.

En el corto plazo la agenda no oculta de Claure es la de apoyar al candidato con mayor chance de la oposición para que gane las próximas elecciones, encaminar un mecanismo tecnológico de control electoral, ofrecer al futuro Gobierno un plan enriquecido por economistas de Harvard para salvar la economía boliviana y ofrecer sus contactos internacionales para ayudar a recuperar al paciente de terapia intensiva.

El litio fue un tema, pero no el central en el Bolivia 360 Day. Incluso a Claure pareció llamarle más la atención la expectativa generada por las oportunidades de desarrollo que puede lograr el agro boliviano.

Al final de este primer Bolivia 360 Day, que coincidentemente se ha realizado en el mismo lugar donde hace 40 años comenzó a concebirse el decreto que paró la hiperinflación boliviana, se puede intuir, con posibilidad de equivocarme más adelante, que Claure ha optado en este momento por no aspirar en el próximo quinquenio al primer cargo de poder de los bolivianos, que es la Presidencia, y que tampoco aparece en su agenda de corto plazo alguna expectativa de control de la mayor reserva mundial de un mineral, que podrían evidentemente convertir a Bolivia en la “Arabia Saudita del litio”.

En todo caso, queda claro una vez más el interés de Claure de influir en un momento clave de la historia nacional, como el de las próximas elecciones presidenciales y que no retrocederá en ese objetivo. ¿Cuánto pesa ya o pesará su rol en esta campaña? Eso está aún por dimensionarse.

No es habitual que un empresario boliviano se defina y anuncie casi a diario en los medios, en las redes sociales y en distintos foros que apoyará al candidato opositor con mayor chance para que le gane al MAS.  Otros con mucho menos patrimonio no lo dicen, ni lo muestran, pero lo hacen a escondidas y después influyen en el Gobierno o buscan una compensación o devolución de favores. ¿Con Claure pasará lo mismo o será distinto? El tiempo y sus actos lo dirán mejor que las palabras.

¿Está bien o mal que un empresario se juegue tan visiblemente por una opción electoral? No está mal porque tiene derechos políticos, dirán algunos. Si un empresario-financiador impulsa a un candidato al triunfo, no debe luego procurar favores, menos aún contratos directos o indirectos con el Estado, dirán los apegados a la ética.

No ha sido usual procurar influir tanto en una elección, pero es muy evidente que esa decisión tiene un costo para cualquiera que intente hacerlo en un país tan polarizado, como Bolivia, donde quien se ubica de un lado recibe el ataque feroz del adversario, o donde no se aceptan posiciones equidistantes o “tibias”.

Sin embargo, por lo que se ve, Marcelo Claure ha decidido afrontar los riesgos y los costos.  En esa ruta complicada que ha escogido, lo ayuda contar con una poderosa espalda económica propia, vivir fuera del país, no tener por ahora aquí otras grandes inversiones, más allá de las que hace en Bolívar, y que el grueso de sus negocios están fuera de Bolivia y no necesitan de un mercado pequeño, inestable y convulso.

¿Avanzará más allá de esto? El tiempo y sus actos responderán la pregunta.

Lo indudable, después de haberlo visto desenvolverse algunas horas en su terreno, es que se ha convertido en uno de los pocos bolivianos globales que se ha metido a jugar casi de igual a igual en las grandes ligas y que tiene pendiente conseguir desenvolverse con la misma comodidad y soltura en una todavía muy pequeña y modesta, como es la nuestra.

Tuffí Aré es periodista. 





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