El gobierno usa el “golpe” para perseguir a opositores; un caso ya criticado como el montaje de un supuesto intento de desestabilizar al Ejecutivo, se usa ahora para presionar y acosar a personas críticas del régimen.
Brújula Digital|11|04|25|
Hernán Terrazas E.
El gobierno es una fábrica de golpes a medida. No conforme con haber inventado un golpe para encubrir un fraude hace cinco años y de paso detener injustamente a varios opositores, se mandó una asonada en junio del año pasado para victimizar a un alicaído Luis Arce, más golpeado por la crisis económica que por los vetustos carros de asalto que escalaron con dificultad la calle Ayacucho.
El golpe II tiene varios protagonistas. Desde un general que dijo que lo habían drogado porque no se acordaba nada de lo que había ocurrido, varias militares en retiro sorprendidos por sus captores durante la siesta y hasta un sargento que fue dado de baja por no haber puesto el pie en el freno a tiempo antes que su vehículo golpeara las puertas mismas de Palacio de Gobierno.
Pero ahora llegan más lejos. El director de la película, Eduardo del Castillo, a la sazón ministro de Gobierno, aprendiz de bailarín de Tinku y posible candidato de quién sabe cuál de las facciones en las que esté dividido su partido, volvió a la carga con esa imaginación febril que lo caracteriza y se sacó de la galera los nombres de las personas del supuesto gabinete que iba a colaborar con el despistado general.
No vale la pena mencionar a ninguno de ellos, porque suficiente daño se las ha hecho, como para además nombrarlos en cualquier publicación. Solo decir que figuran un abogado, al que el gobierno le traía ganas desde hace tiempo porque fue uno de los defensores del principal acusado del primer golpe, un reconocido y prestigioso economista y docente que salió ya a rechazar el disparate de acusación que se lanzó en su contra y un consultor financiero devenido en improvisado político, que optó por la clandestinidad, con algo más de fama para continuar en carrera electoral.
Parece una cosa de chiste, ridícula, mamarracho, de no ser porque ya hay por lo menos cuatro detenidos y porque estamos ante un gobierno capaz de hacer cualquier estupidez con tal de distraer la atención o con quién sabe con qué otros afines aviesos, entre los que no se descuenta la posibilidad de aumentar el protagonismo de algunos para dividir más a la oposición.
Sorprende lo burdo de los guiones que respaldan la farsa, videos elaborados al vapor, que parecen producidos en la década de los 70 del siglo pasado, cuando las dictaduras creaban historias de conspiración para justificar todos sus atropellos.
Es llamativo, además, que en este tipo de farsas los operativos sean tan eficientes. Qué las órdenes de aprensión se ejecuten al salir del horno y que se desplacen cobardes pelotones para capturar a ciudadanos indefensos y sorprendidos que no ofrecen ninguna resistencia.
Diferente, claro, a lo que ocurre con otras órdenes de aprensión, que se mantienen congeladas, posiblemente por el miedo que les inspiran el destinatario y las brigadas de lanceros que lo protegen en medio de la selva.
Los inventores de golpes atacaron de nuevo, pero esta vez la incredulidad ya fue generalizada. Si hace casi un año la super producción incluyó blindados, generales y soldaditos de verdad, en el segundo episodio el esfuerzo no llegó a tanto. Solo un pizarrón con las clásicas fotografías y las líneas de vinculación que soportan un argumento tan endeble como el propio gobierno que lo propone.
Lo de Luis Arce y su gente ya es un escándalo peligroso porque la amenaza de detención pende sobre cualquiera que figure en el casting oficial de una nueva película. En lo peor de la crisis y cuando nada parece salvar al presidente de un hundimiento definitivo en las aguas del rechazo y el desprecio público, lo de golpe y su secuela es un empujón más hacia el fondo.
Hernán Terrazas es periodista.