Brújula Digital|13|03|25|
Daniel Valverde Aparicio
Al presidente Arce Catacora se le ocurrió proponer, al filo de su gestión (pasado 22 de enero) y en doble situación de presidente y de precandidato, un pacto social y político. Lo hizo con una pobre justificación y escaso entusiasmo, como quien hace un favor. Nadie le respondió o le llevó el apunte, y nadie más del gobierno dijo algo interesante al respecto.
El diálogo, la concertación, la búsqueda de entendimiento hasta llegar a pactos son las joyas de una gestión política, sobre todo en tiempos de crisis, alta tensión o confusión colectiva. Esa era la principal carta que tenían Arce y Choquehuanca a inicios de gestión. Se embobaron, o les vencieron sus ambiciones personales, o se refugiaron en su cómoda silla autoritaria y concentradora del poder.
El gobierno de Arce solo le puso empeño durante estos años a la refriega, a torcer la justicia o a la pulseta con sectores y bancadas del Parlamento, evitando así los ajustes al modelo económico que fervientemente arropa bajo el sobaco, con evidentes señales de que su mentado modelo requiere auxilio. Quizás lo dominó su visión dogmática, maniquea, congelada en las posturas setenteras de la hoz y el martillo, o quizás por los oscuros intereses económicos que le endilgan con cierta frecuencia. O tal vez por su perverso cálculo político de pretender asumir el trono de caudillo, lo que lo llevó a empujar una necia y prolongada disputa en su partido con el burdo propósito de ser el candidato.
Alguien que lo estime en su entorno debe decirle que no llegará ni a la esquina, y lo mejor que puede hacer es concentrarse en sus funciones de gobierno y tomar decisiones inmediatas en el poco tiempo que le resta, antes de que le llegue una avalancha. Pero que no lo consulte con Guarachi de la COB, que antepondrá sus privilegios; tampoco con el diputado Rolando Cuéllar, enfermo de micrófonos y vergonzosas audacias; peor aún con el ministro tictoquero y bailarín, muy cómodo en el ministerio de los grandes contratos.
Bolivia no precisa experimentos autoritarios trasnochados ni experimentos autoritarios de moda, difundidos con alaridos de por medio. Ni la hoz y el martillo, ni las motosierras. Lo que Bolivia requiere es liderazgos con capacidad de diálogo y de generar grandes acuerdos. Un liderazgo que tome en cuenta a todos, que tenga apertura y grandeza para generar alianzas estratégicas con los sectores productivos, con las regiones y con los países del mundo. Eso no se logra ni con la hoz ni con la motosierra muda que, con el ceño fruncido, afilan algunos.
Daniel Valverde es docente; fue diputado nacional.