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Política | 19/01/2025   11:25

Jeanine Añez, en exclusiva: "Estoy presa por el odio de Morales y la actitud sumisa de Iván Lima"

La entrevista permite conocer cómo Áñez evalúa las acciones que asumió como presidenta, a las personas que la rodearon y su polémica decisión de repostular a la presidencia. También se produjeron momentos de reflexión íntima, como cuando Áñez admitió ser “cunumi” y rechaza, por tanto, ser racista.

Fotografía de archivo de la expresidenta Jeanine Añez. Foto: ABI
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Brújula Digital|19|01|25|

Diego Ayo

La expresidenta Jeanine Áñez aceptó ser entrevistada en exclusiva por Brújula Digital en la cárcel de Miraflores en la que se encuentra desde hace casi cuatro años tras haber sido detenida ilegalmente. Mantuvo el revelador diálogo con el politólogo y colaborador de este medio, Diego Ayo.

Un expresidente(a) solo puede ser procesado en Bolivia mediante un juicio de responsabilidades, pero las presiones de Evo Morales, según denunció el exministro de Justicia, Iván Lima, hicieron que fuera detenida en su casa de Trinidad, el 12 de marzo de 2021.

La entrevista permite conocer cómo Áñez evalúa las acciones que asumió como presidenta, a las personas que la rodearon y su polémica decisión de repostular a la presidencia. También se produjeron momentos de reflexión íntima, como cuando Áñez admitió ser “cunumi” y rechaza, por tanto, ser racista. 

Áñez asumió la presidencia el 12 de noviembre de 2019 para llenar el vacío de poder generado por las renuncias en cascada de Morales, del vicepresidente Álvaro García Linera, la presidenta y primer vicepresidente del Senado, Adriana Salvatierra y Rubén Medinaceli, y el presidente y primera vicepresidenta de Diputados, Víctor Borda y Susana Rivero, todos ellos masistas. Áñez, que era segunda vicepresidenta del Senado, ocupó el cargo presidencial.

Conviene comenzar buscando saber quiénes la rodean y acompañan hoy en día. 

Tengo la mejor familia. No voy a negar que es una paradoja en este momento de innegable infelicidad saber que mis hijos son los mejores seres humanos. Jamás me abandonaron. Ni por un solo segundo, me dejaron sola. Lo sabía, siempre supe de su inmenso amor, pero no puedo dejar de admitir que vivirlo es mi máxima alegría. Mi única felicidad. Al menos, una felicidad auténtica. Carolina es un apoyo invaluable y José es un hijo infatigable. Está siempre para mí. Bueno, están siempre para mí... Mi madre murió conmigo presa. Por suerte no lo entendía bien. Tenía 95 años y le dijimos que me habían exiliado. Le costó entenderlo. Siempre estuve a su lado y mi ausencia podía angustiarla. La vejez jugó a mi favor... 

¿Y los políticos? 

Han hecho solo manifestaciones públicas, con excepción de Samuel Doria Medina, que intentó visitarme pero le negaron el permiso. Una excelente persona. Nunca se olvida. Y es necesario enfatizarlo: no estuvo sólo en el apoyo público, en verdad se preocupó de mis hijos. En semejante situación que no sabíamos cómo enfrentar, esa actitud no tiene precio. 

Bueno, fue su candidato a vicepresidente. Parece lógico que esté con usted. 

No, no lo creo. Hay gente como Óscar Ortiz que finge demencia. Ni siquiera se presentó como testigo. Yo lo incluí y jamás creí que no asistiría. No quieren admitir que trabajaron conmigo. No quieren decir que mis errores fueron sus errores. Óscar es el mejor representante de ese olvido. En todo caso, a estas alturas, no espero nada de nadie. Tan sólo que pase el tiempo... 

Pero, dígame, a pesar del enorme daño que usted debe vivir hoy en día, ¿se arrepiente de haber asumido la presidencia? No olvidemos que es gracias a eso que usted está acá. 

No, yo estoy presa por el odio de Evo Morales. Jamás podría arrepentirme por haber asumido el cargo más ilustre que puede tener un boliviano: presidir su patria. Agradezco a Dios haberme dado esa oportunidad. Haberme regalado ese honor. No confundamos, pues. Estoy presa por el deseo de venganza de Morales, la decisión política de su entorno y la actitud sumisa de su ministro de Justicia, Iván Lima.

Y los errores cometidos durante la gestión. 

Cometimos errores que hoy puedo evaluarlos sin esa emoción que nos embargaba a todos en aquel momento. Nos dejamos llevar por esa profunda dicha de desmontar el capricho autoritario de Morales. Jamás olvidemos que cometió un fraude. Hizo trampa. Nos avergonzó frente al mundo, pero, ya ve usted, él está libre y yo estoy presa. No voy a esconderme hoy ni nunca lo he hecho. 

Ya le digo: cometimos errores, pero jamás nos acercamos al escarnio al que Morales sometió al país. Y hoy sabemos que no fue sólo eso. Este sujeto nos avergüenza internacionalmente. Las denuncias sobre sus inclinaciones aberrantes e inmorales son cada vez más contundentes. Siempre fue un secreto a voces absolutamente indefendible. Ese era un tema que ningún masista permitía que lo toquemos. Nadie hablaba del asunto. Era tal su poder, la centralización del poder en su persona, que las reglas de nuestra existencia se invierten y que lo delictivo es cuestionar esa actitud monstruosa, al margen del despilfarro económico que estamos viviendo. Ya ve, Diego, la delincuencia tiene mejor trato. Fíjese, con semejantes antecedentes, él está libre y yo estoy presa. 

También hubo hechos de corrupción.

Lo sé, pero no cometí yo la corrupción. Sin embargo, es sólo a mí a quien cobran la factura. El masismo no ha podido jamás encontrarme un hecho de corrupción. No ha podido involucrarme en su maraña de calumnias y ha tenido que inventar una serie de procesos inverosímiles que han prosperado con notable eficiencia gracias a su manejo verdaderamente corrupto de la justicia y del Estado. Esa es la verdadera corrupción. 

En todo caso, no niego que nos llenamos de esa euforia que recorría el país: saber que el corrupto candidato del MAS intentó derrotarnos con mala fe. Ya no hubo fraude electoral alguno desde 1979 y él lo reinstaló en 2019. Morales y su partido. La victoria no fue, pues, menor: vencimos al MAS, acorralamos a los tramposos, reiniciamos la democracia. No fueron conquistas menores. No supimos aquilatarlas con la actitud que debimos, sabiendo que el apoyo social no duraría mucho. ¿Lo sabía? No, no lo sabía, pero debí saberlo. 

Yo creo que sí debió saber lo que ocurría. 

Sí, lo sé, pero en aquel momento aparecimos en el Palacio Quemado casi por arte de magia. Tan sólo aparecí con los ornamentos presidenciales rodeándome el cuello. 

Terminaba mi gestión como senadora y me convertí en presidenta de Bolivia. ¿Sospechaba que podía ocurrir? No, ni remotamente. Causan repulsión aquellas versiones que hablan de golpe de Estado, como si todo habría sido rigurosamente planificado. ¿Se imagina? Nada más alejado de la verdad... Los que planificaban eran los huidos y asilados en el exterior y en la embajada mexicana… 

Y cuando entramos a Palacio, en lo único que me embarqué fue en organizar el gabinete. Teníamos que tener gabinete sino corríamos el riesgo de caernos. ¿Quiénes eran los que estaban conmigo? Mis colegas parlamentarios. Por eso fue que fueron posesionados como ministros. Aprovecho para aclarar que Samuel Doria Medina nunca sugirió a Arturo Murillo como Ministro de Gobierno, es más, Arturo Murillo ya no pertenecía a Unidad Nacional. Ya cuando éramos senadores tuvieron algunas diferencias y él renunció al partido. 

Pero, ¿cada ministro velaba por su propio interés, por ejemplo, promoviendo sus propios decretos? Esta idea corría en el ambiente... 

No, por favor que no se entienda que cada ministro velaba por sus propios intereses. Da la impresión de que lo hacían de mala fe. No es así. Los ministros presentan decretos de acuerdo a las necesidades que tienen y esos decretos, ya en gabinete, se debaten y se aprueban o rechazan. Yo no fui proponente de ningún decreto. Y esa es la ironía: la mayoría de mis procesos judiciales son por la aprobación de decretos que presentaban los ministros. Usted sabe que esta normativa –los decretos– es aprobada por todo el gabinete. ¡Todo el gabinete! 

Sin embargo, el masismo me procesa como si yo, de manera unilateral, hubiese elaborado y emitido todos ellos. Pero, ¿sabe cuál es la ironía? Qué sólo a mí se atribuye la aprobación de los decretos. Los juicios giran únicamente en torno a mi persona. Juicios que, por cierto, son ilegales. Vienen siendo ejecutados por tribunales que no tienen competencia para juzgar a una expresidenta. 

Si hubiese “delitos” deberían someterme a un juicio de responsabilidades que es lo que corresponde. Decidieron llevarme a un juicio ordinario como si jamás hubiese sido la máxima autoridad del país. Por tantas ilegalidades, tomé la decisión de no tener un abogado de defensa. No seré parte de estas patrañas que ellos mismos han inventado. 

Aún así, me imponen un abogado proporcionado por el mismo Ministerio de Justicia al que audiencia tras audiencia debo refutar ante los jueces porque no lo autoricé jamás a hablar en mi nombre, jamás lo he visto. ¿Se puede imaginar? Son unos sinvergüenzas. Cumplen formalidades sabiendo que el final ya está dictado: “condénenla”. Y eso es lo que han hecho. 

Y en esa realidad de improvisación de su gobierno, ¿qué fue lo más difícil? 

Obviamente la llegada del Covid. Me asustó mucho. No sabíamos cómo enfrentarlo como no lo sabía nadie en el mundo. Me pareció un sarcasmo. Esa situación tan lamentable la debió vivir el MAS. Hubiésemos entendido la podredumbre en que se encontraba y encuentra la salud pública. ¡No mejoraron en nada el manejo de la salud! ¿Me entiende? A pesar de la bonanza económica que vivimos prefirieron malgastar ese dinero en banalidades. 

Si no conspiró, como suele decirse, para llegar al poder, ¿fue todo obra de las circunstancias?

Bueno, yo nunca quise ser política. Mi sueño era ser periodista y con ese sueño llegué a la Asamblea Constituyente. De ahí transité a los medios, a formarme como abogada y después al Senado de Bolivia. Todo fue muy rápido. En cada lugar di lo mejor de mí misma y siempre defendí a mi tierra. Tras el fraude y fuga de Morales y su entorno, yo era la única que cumplía el requisito para gobernar. No lo busqué.

Tras esa inesperada responsabilidad de asumir la sucesión constitucional y la pacificación del país violentado planificadamente por Evo Morales y el MAS, volví a mi casa con la conciencia tranquila de haber hecho lo mejor posible y fui secuestrada en un acto de terrorismo de Estado, privada de mi libertad y de todos mis derechos. 

Todo siguió siendo rápido, increíblemente rápido. Ya cuando me di cuenta tuve que tomar tranquilizantes, reaprender a escribir, no se olvide que debo escribir a mano, acostumbrarme a este encierro y a fortalecerme en mi fe. Jamás perdí la fe. Me deprimí, pero hoy estoy entera.

Quiero que quede claro que me esforcé a lo largo de mi vida política por hacer un buen trabajo, teniendo en cuenta, sobre todo, que ya había una sañuda persecución política contra opositores. Denuncié todos los abusos que se cometían. Desde entonces advertí́ que el MAS era parte de un proyecto geopolítico que manejaba un mismo libreto y avanzaba en Venezuela y Nicaragua aceleradamente. Precisamente, pude visitar presos políticos en Venezuela y Ecuador. El denominado “socialismo del siglo XXI” tomaba el poder para quedarse. 

Se dijo que usted era racista. Que despreciaba a la pollera... 

Se dijeron tantas cosas para desprestigiarme, pero lo cierto es que soy una persona abierta y cristiana. Lo he sido siempre. Algunas amigas acá en el penal son lesbianas. Muchas otras son de pollera. ¿Usted cree que las discriminaría rechazando su acercamiento? Claro que no. Tampoco me atrevería a despreciar a una mujer de pollera. Todo lo contrario. Sólo que el MAS politizó el asunto y nos hizo creer que las mujeres de pollera deben estar en contra nuestra. Deben ser nuestras enemigas. Nada más irreal, menos aun cuando sabemos que estamos hablando de personas que respondían a Morales. 

Ya fuera de ese mundillo político, he sabido siempre rodearme de mujeres de todo color de piel, diferentes vestimentas, otros gustos y le juro que lo he disfrutado. De dónde vengo, somos así. ¿O usted no ve mi color de piel? Soy mestiza y sé vivir como tal. ¿Me entiende? Soy provinciana y cunumi y jamás lo he negado. Amo mi origen y mi identidad. 

Mis papás fueron profesores. Hermosa gente trabajadora, rodeada siempre de alumnos de toda procedencia. Me crié y crecí así, jugando con todos, compartiendo con todos. Incluso Roberto de la Cruz me conoció y dijo admirado: “había sido diferente a lo que pensaba”. 

¿La represión en Senkata y Sacaba no pudo haberse desarrollado de manera distinta?

Siempre se ha dicho que yo autoricé la represión en aquel momento. ¡Falso! La única represión que consentí fue cuando comenzó la pandemia: mucha gente se movía por las calles cuando ya habíamos decretado el confinamiento. Pero es eso, siempre con la intención de salvaguardar vidas. Pero, en Senkata es distinto. ¡Completamente distinto! 

Nunca autoricé ni permití la represión en Senkata ni Sacaba. Aquello fue obra de Evo Morales. Él provocó esa pavorosa situación. Él quería que haya muertos. Necesitaba que haya muertos para justificar que hubo golpe. Sepa usted que cuando hicieron las autopsias a los cadáveres, no se encontraron balas de armas de uso militar. Hay, pues, que decirlo claramente: el MAS mandó a matar y morir en Senkata. Recordemos que estábamos amenazados con que irían a volar la planta. Eso hubiese tenido un brutal efecto en la ciudad de El Alto con cientos de fallecidos. En Sacaba también la violencia la generó el MAS.

Sin embargo, usted se enamoró de Jeanine Áñez. La vio como presidenta electa. Usted dijo que no se presentaría como candidata y lo hizo.

Hmm, ésa es una lectura superficial, hubo un problema central. La oposición jamás ha logrado unirse. En aquellos días logramos pactar. Eso me hizo convencerme de que podía ser el factor de unidad de toda la oposición. Creo que estaba en mi derecho de tener esa pretensión, aunque muchos piensen que fue un exceso. Lo hice de buena fe porque yo lideraba las encuestas.

La prueba está en que cuando vimos que esos datos empezaron a cambiar y nos dimos cuenta de que los porcentajes no eran favorables, inmediatamente bajé mi candidatura. No tuve problema. Lo sentí mucho por todos los candidatos que tenían posibilidades de tener un curul en el parlamento. Eso sí me pesaba mucho. Hay nombres de candidatos que hubieran hecho una gran representación en la Asamblea. Me pesa hasta hoy. 

En todo caso, mi candidatura me la enrostran hasta ahora. Confieso que es algo que no lo entiendo. ¿Acaso no tenía derecho? ¿Fui muy pretenciosa al pensar en conseguir una unidad que los políticos no conseguían? Y lo que es peor, me lo representan como si yo no hubiera bajado mi candidatura. A los hombres que no bajan su candidatura no les cobran nada. En ellos todo está bien. 

¿Y ahora usted cree que esa unidad está más cercana?

Yo quería ver una posición unida. Conseguir eso es algo difícil hasta ahora, pero no es imposible. Depende del compromiso que se tenga con Bolivia. Yo no pierdo la esperanza de que esta vez la anhelada unidad se concrete. Se imagina lo que siento cuando veo que precandidatos de oposición se atacan entre sí. Les pido que no cometan el error que cometieron conmigo cuando descargaron toda su ira con mi candidatura olvidando que el enemigo es el MAS, el que ha destruido las instituciones democráticas es el MAS, el que ha destruido Bolivia es el MAS. Les pido una reflexión profunda. Les pido unidad, por el bien de todos, para que en un futuro no estemos lamentando lo que está pasando con Venezuela. 

¿Quiere agregar algo? 

Sí. Tengo la conciencia tranquila. Estoy presa por haber cumplido con mi deber. Estoy presa por exigencia de un ser despreciable y la sumisión de quiénes lo rodeaban. Ellos saben que soy una mujer decente, saben que no sería capaz de cometer los delitos que me endilgan. Ellos saben el daño que me provocan. El poder los embrutece. A mis carceleros no les importa. Se vuelven indolentes. 

Creo que olvidan que el poder no es para siempre y la mejor prueba es Evo Morales. ¿Quién diría que ahora esté lloriqueando e inventando enfermedades para no ir a una audiencia ni enfrentar a esa justicia que mal utilizó, degradó y corrompió? Él y su entorno son los responsables de tener la peor administración de justicia en la historia del país. Pero, sepamos: la vida es como almorzar en un restaurante, nadie se va sin pagar la cuenta.

BD/DA/RPU





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