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Política | 08/09/2024   05:00

|OPINIÓN|Nuevo censo con nuevo Gobierno|Luisa Nayar|

APG

Brújula Digital|08|09|24|

Luisa Nayar Sosa

Los resultados provisionales de población, que el Instituto Nacional del Engaño (INE) ha difundido, producto de la tabulación fraudulenta y amañada de los datos que arroja el censo son insostenibles desde un punto de vista técnico y falsifican de manera grosera la realidad poblacional actual de nuestro país.

En efecto, todas las proyecciones de población realizadas por académicos y expertos en demografía, incluidas por supuesto las del propio INE, estimaron la población de Bolivia para este 2024 debería tener entre 550.000 y 1.2 millones más de habitantes que la cifra de 11,3 millones que se dio a conocer el pasado 29 de agosto.

Las proyecciones de población que realizan los demógrafos no son ejercicios esotéricos de adivinación. Son rigurosas prospectivas que se basan en indicadores objetivamente verificables, como las tasas de fecundidad y de mortalidad, la migración interna y externa, el crecimiento del padrón biométrico electoral y otros factores contingentes que podrían alterar el incremento o decremento de la población.

En ese sentido, no hay un solo dato, un solo argumento técnico, que pueda sustentar la supuesta desaceleración de nuestro crecimiento poblacional. Un ministro y unas diputadas, haciendo gala de ignorancia y desaprensión, incluso se animaron a culpar a las “nuevas generaciones” de “no querer tener hijos y preferir tener perros”, cuando todas las estadísticas de natalidad prueban exactamente lo contrario. Bolivia registró 2,8 millones de nacimientos entre 2012 y 2022; vale decir que, hasta 2024, probablemente sumaron otros 600.000 nacimientos. Una tasa de natalidad envidiable en relación con nuestros vecinos de América Latina y ni hablar de europeos o estadounidenses.

Es cierto y probable que la emigración, resultado del catastrófico y fracasado modelo económico y político del MAS, haya obligado a muchos compatriotas a buscar mejor suerte en otros países, pero es un hecho que no se fueron tantos. Los datos combinados de la Dirección de Migración y de NNUU establecen que, en el peor de los casos, 150.000 dejaron el país y no regresaron.

Sin embargo, el dato lapidario, incontrastable, es el del padrón biométrico electoral. Con la nueva inscripción, con seguridad sobrepasará los ocho millones de inscritos. ¿El 70% de los bolivianos estamos habilitados para votar en las próximas elecciones? ¿El 30% de los bolivianos tienen entre 0 y 18 años? Esto no lo puede justificar nadie. Salvo que pensemos que el padrón está artificial y dolosamente inflado, o las cifras del censo simplemente están completamente equivocadas.

Yo me aventuro a lanzar la hipótesis de que son las dos cosas: el padrón está inflado para favorecer el fraude del MAS y el censo, de manera planificada, delincuencial y premeditada, contó mal a los bolivianos (en especial de Santa Cruz) o directamente no los contó.

Por consiguiente, no es una posición radical, fácil o irracional oponerse a aceptar los resultados de este fraude censal. Obviamente que entendemos las voces que dicen “pero, ¿qué podemos hacer?, ya nos engañaron, peor va a ser quedarnos con lo que teníamos en 2012”. Entendemos, pero de ninguna manera compartimos esa resignación. Por lo menos, yo no estoy dispuesta a rendirme. Sé que no aceptar los resultados de este censo, tiene un costo, pero más costo es asumir el peso de mi conciencia, por no luchar para que prevalezcan nuestros derechos.

De nada servirán auditorías, revisiones y análisis. No hay nada que demostrar; los datos están ahí, son irrefutables. Sufrimos un abusivo fraude censal y la única salida es declarar nulos esos resultados y realizar un nuevo censo, esta vez creíble y por supuesto con un nuevo Gobierno al mando del país.

Luisa Nayar es diputada de Comunidad Ciudadana.





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