Brújula Digital|22|08|24|
Gregorio Lanza
Las autoridades de la administración pública han instruido a las instancias estratégicas del Estado que todos sus procesos –planificación de presupuestos e informes– se ajusten y estén al día, pensando en octubre como una fecha que podría ser fatídica pues en ese mes aconteció la salida apresurada de Sánchez de Lozada así como la huida de Evo Morales, lo que podría marcar el fin de un ciclo.
El referéndum y el diálogo anunciado por el presidente Arce buscan ganar tiempo para salvar al enfermo. El modelo económico social comunitario, tal como fue concebido e implementado, tenía en sus entrañas el germen de su destrucción; duraría el tiempo que los pozos de gas exhalaran su último aliento.
Pero parece que, en lugar de salvarlo con medidas de ajuste, prefieren llorar al difunto, ver pasar al muerto, lavar sus ropas y repartirse los despojos. Arce dedicó todas sus energías a la disputa con el “jefe indio del sur”, como lo llama Maduro, sin comprender que esa era una guerra sinfín; la suya era ideológica, la de Evo, política. Y se olvidó de lo urgente y estratégico: afrontar la crisis. Aprisionado por su obsesión con el modelo arropado con los harapos del proceso de cambio, y con la multitudinaria plebe de empleados públicos, pensó que se salvaría. Tardó demasiado, y en este momento los números indican que Evo tiene mayor intención de voto que él.
Por otro lado, además de incentivar la asonada militar por su intimidad con el “General del pueblo” –parodia del que en 1964 logró sellar el pacto militar-campesino–, hirió la dignidad de aquellos militares que, de casualidad o por el mando jerárquico, fueron parte del rompecabezas llamado golpe. Lo impensable sucedió en esos días: policías afiebrados ingresando al Estado Mayor para atrapar “malvivientes”. Fue una acción torpe e innecesaria, dejando unas Fuerzas Armadas resentidas que no saldrán a defender a un gobierno de funcionarios que han profanado su institución. ¿Y no pensaron que los miembros de las FFAA también votan?
El referéndum y las mesas de diálogo le dan un tiempo al presidente, tiempo en el que podría estabilizar su caída en picada, por lo menos sacarse de encima a Evo Morales y lograr mejores condiciones para negociar la repartición de la importante base electoral del MAS.
Lograr una repartición de escaños que respete el aumento de la población en Santa Cruz como resultado de la migración de regiones rurales de Potosí y Chuquisaca, y que sea benevolente con las otras regiones. Que diseñe otra arquitectura electoral que elimine el interesado aumento del peso del voto en las regiones rurales y tome en cuenta la nueva realidad de un país cada vez más urbano y con ciudades que crecen cada día más y, por lo tanto, que tienen más obligaciones con la población.
Las mesas de diálogo con los actores al menos permitirán recoger las demandas urgentes, y más allá del número de puntos acordados, pondrán a prueba la capacidad del gobierno para implementar los mismos, de lo cual también depende su futuro. Es la última oportunidad de recobrar algo de una credibilidad perdida.
La oposición, Comunidad Ciudadana y Creemos, tendrían una nueva oportunidad para reposicionarse, después del idilio con Evo Morales, quien ha dado por finalizado el acercamiento “contra natura” con un portazo y los improperios acostumbrados, después de la firma de la ley que suspende las elecciones primarias. Recién CC, a través de una senadora, ha reconocido que la banda de Morales, cuando le convenía, votaba junto a la de Arce. Es que Evo, además de ser un dictador, entiende lo que es la disputa política táctica y el posicionamiento estratégico; es verdad que, con el único fin de volver al poder, es un animal político sin principios. Sin embargo, la reacción del jefe de CC, de rechazo al referéndum con el argumento de que viola la Constitución Política del Estado, y de algunos senadores de Creemos en contra del evento, muestran por lo menos un extravío que los aleja cada vez más de convertirse en alternativas.
En ese escenario, una actitud acertada, que retome la iniciativa política, podría permitir a las candidaturas de la oposición –desde el bloque de candidatos conservadores señoriales, hasta el solitario pero consistente Manfred Reyes Villa– definir los ganadores para enfrentar y derrotar con el voto útil a la élite evista y arcista. Están jugando sus cartas y la ciudadanía podrá ver si despertaron de su apacible tránsito por los salones del parlamento.
De cómo se muevan las fichas en estos meses dependerá si se cumple el aciago anuncio de los burócratas del régimen de cerrar las oficinas y partir en octubre, o si llegamos al referéndum, que sería una oportunidad para todos.