¡Qué dolor y qué impotencia! Ver a nuestra madre, la patria, una vez más lacerada, ultrajada y humillada. Esta vez por los hijos asambleistas del Abusador que sometió a nuestra madre a 14 años de violaciones, engaños y violentos maltratos, hasta que llegó el peor y último, aquel del fraude, que hizo que la mayoría de los hijos, indignados y valientes, tuviéramos el coraje de echar al Abusador del hogar, del que terminó huyendo.
Ahora, en un acto más de desprecio y de traición a los principios de civilidad y convivencia, antes de salir por esa puerta y ojalá no regresar jamás, algunos de los hijos del innombrable han asestado otro golpe más a la madre, aprovechando de la minoría transitoria de los hermanos más chicos. Han convertido su mayoría relativa en absoluta para pretender perpetuar la impunidad y el abuso, como para recordarnos por siempre quiénes fueron ellos, cómo nos persiguieron y cómo aprovecharon su mayorazgo para llevarse el patrimonio y la herencia que nos pertenecía a todos.
Ahora también, que habíamos encontrado el camino de la pacificación, buscando el reencuentro de la familia boliviana. Ahora que, por consenso amplio de la mayoría de los hijos, los de aquél y nosotros, los de otro padre, se ha elegido a un hermano mayor de los de ellos para que nos gobierne a todos con equidad y justicia. Precisamente es cuando los resentidos y desplazados le dejan un presente griego al nuevo Presidente. Un regalo lleno de ponzoña para envenenarle la relación con los hermanos menores y así perpetuar el clima de desconfianza, animadversión y confrontación, y hacer fracasar su gestión que apenas comienza.
¡Qué vergüenza señora Eva Copa! Algunos que pensábamos que usted —que había facilitado la pacificación, que había tenido el coraje de resistir las presiones subversivas del tirano fugado, que representaba a una joven generación masista más democrática, políticamente más civilizada, que permitiría la renovación generacional y la consolidación democrática— podía llegar a ser una hija esclarecida, nos hace ver con su accionar cuán equivocados estábamos. Qué pena por usted, señora, por quienes representa y por Bolivia.
Pero esta agresión y ofensa gratuita le da al presidente electo una magnífica oportunidad de imprimir su sello de inicio: de rechazar esa enmienda al reglamento de debates de la Asamblea, que le permitiría actuar con la misma impunidad y discrecionalidad con que gobernó Evo Morales. Una disposición que claramente coarta la facultad fiscalizadora de la Asamblea y particularmente la de la oposición. Esa disposición destruye la esencia de la democracia, que es el respeto a las minorías. Esa disposición rompe el necesario equilibrio entre los poderes públicos y evita el necesario consenso que reúna a la sociedad en la concertación.
Esta disposición abusiva y artera va a envenenar de inicio la relación del gobierno y la oposición. Una relación que debiera partir del respeto y la tolerancia entre ambos, absolutamente necesarios para lograr consensos y acuerdos legítimos para sacar a Bolivia de la crisis y promover su desarrollo. Ese consenso que obliga a la oposición también a actuar con responsabilidad y patriotismo, dejando atrás los resentimientos y rencores que lógicamente engendran la competencia y rivalidad de la contienda electoral.
Este es el momento en que Luis Arce Catacora y David Choquehuanca debieran mandar una señal clara e inequívoca al país, de que ambos inauguran una nueva etapa de la vida política y se diferencian nítidamente del pasado arbitrario y autoritario del torpe régimen del abusador Evo Morales. Bolivia merece ver un nuevo amanecer y estos dos hombres han recibido el mandato para reunir a la familia boliviana y honrar y respetar, en todos nosotros, a nuestra madre, la patria.
Ojalá lo hagan y Dios los premie.
*Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado