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Bienes comunes | 11/09/2025

Víctor Paz, Luis Arce y las reservas de oro

Gonzalo Colque
Gonzalo Colque

Víctor Paz Estenssoro regresó a la Presidencia en 1985 con la mirada de quien había visto demasiado en la vida, de quien había sido protagonista y testigo de revoluciones, golpes de Estado, auges y recesiones. Las cifras de la hiperinflación eran tan descomunales que parecían inventadas. Los precios subían cada día, cada hora, tanto que Hernán Siles mandó imprimir el billete con más ceros jamás visto en Bolivia: 10.000.000 de pesos bolivianos.

El Decreto Supremo 21060 fue redactado y firmado con la premura de un cirujano que, presintiendo un desenlace fatal, se lanza a una operación desesperada. “Bolivia se nos muere”, había sentenciado Víctor Paz. Entre las medidas aprobadas, estaba la monetización de la mitad de las 28 toneladas de oro custodiadas por el Banco Central como un último recurso para preservar la nación.

Pero Paz Estenssoro, que ya había conocido la gloria y la derrota, comprendió que si echaba mano al oro de inmediato, su legado quedaría reducido al que dejan los presidentes que no alcanzan la talla de estadistas, de aquellos que gastan lo que el Estado no tiene. En vez de hipotecar el futuro eligió el camino del trabajo duro: liberalizar los precios, recortar subsidios, cerrar empresas estatales en quiebra. Fue una cirugía sin anestesia, una intervención brutal que hizo sangrar a todo un país.

Pese a la determinación del mandatario de rechazar la salida fácil y efímera, el brillo del oro seguía infiltrándose en los pasillos y salones del Palacio Quemado. Cada estallido de protestas, cada rugido revolucionario de los mineros, hacía que sus ministros deslizaran sobre su escritorio papeles que solo esperaban su firma para desatar la fiebre del oro y derrochar a manos llenas. Pero Paz Estenssoro, con la fría lucidez que lo definía, elegía una y otra vez el duro camino de la disciplina fiscal.

Al concluir su mandato de cuatro años, las 28 toneladas de oro permanecieron intactas en las bóvedas del Banco Central. La tormenta había amainado sin que Víctor Paz sucumbiera a la tentación de dilapidar las reservas estratégicas. Desde el primer día había desdeñado las “medidas cosméticas” y anunciado, sin medias tintas, una reforma radical para reencaminar la economía. Los lingotes de oro no se desvanecieron. Fueron testigos silenciosos de la obstinación de un mandatario octogenario que, en su último acto, tuvo –parafraseando su histórico discurso– el valor moral de elegir el camino perdurable con su secuela de sacrificios.

Dos décadas después, otro hombre, con otro rostro, se sentó en el sillón presidencial: Luis Arce Catacora, aclamado por muchos como el padre del “milagro económico” bajo el gobierno de Evo Morales. Heredó no 28, sino 43 toneladas de oro, pero lejos de emular la prudencia y buenas prácticas de sus predecesores, aprovechó su mayoría parlamentaria para impulsar la Ley 1503, que abrió las bóvedas a la monetización del tesoro histórico.

En cuanto estampó su firma en la “ley del oro”, el Banco Central inauguró un nuevo ciclo, que bien podría llamarse la era de la fiebre estatal del oro. En tan solo cuatro meses –entre mayo y agosto de 2023– 21 toneladas fueron vendidas en el mercado mundial. Solo la cláusula que obliga a mantener un mínimo de 22 toneladas contuvo las intenciones de vaciar por completo las reservas.

Pero, leales a su costumbre de gastar lo que no se tiene, Arce y sus operadores del Banco Central optaron por sostener su último año en el poder empeñando 8,4 toneladas de las reservas mínimas. Los préstamos exprés obtenidos –828 millones de dólares– tejieron una ilusión de estabilidad económica. Entre enero y agosto de 2025 pignoraron lo que no debían, amparándose en una supuesta facultad legal, una cláusula furtiva deslizada en la Ley del Presupuesto General del Estado (PGE) para torcer la Ley 1670 de 1995. Ignoraron deliberadamente la sentencia constitucional que veta a una ley presupuestaria competencias para modificar una ley permanente.

Arce Catacora pasará a la historia como el Presidente que más oro dilapidó en Bolivia. Aparte de las 21 toneladas vendidas y 8,4 empeñadas convirtió en divisas otras 28 toneladas adquiridas a los cooperativistas auríferos bajo el pretexto de “fortalecer” las reservas internacionales. Para financiar esta jugada, el Banco Central no dudó en encender la impresora de billetes, un hecho que acabó agravando la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de la moneda nacional. En total, en apenas tres años, 57,4 toneladas de oro fueron monetizadas a un ritmo voraz de 19 toneladas por año.

El contraste entre Paz Estenssoro y Arce Catacora parece extraído de las páginas de una novela de realismo mágico. El Presidente forjado en las tormentas de la Bolivia del siglo XX enfrentó la crisis con la convicción de que tocar las reservas de oro equivalía no solo a hipotecar el último sostén económico del país, sino a un acto desesperado, uno indigno de la investidura presidencial. En cambio, el gobernante de este tiempo, enredado en retóricas arcaicas, vació las bóvedas con la ligereza de quien arroja al viento una herencia inmerecida.

Gonzalo Colque es investigador.



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