Cuando avanzaba la segunda década del siglo
XX y el sufragio universal estaba dando sus primeros pasitos en Sudamérica, el
argentino nacido en Croacia Juan Vucetich inventó el entintado del dedo pulgar
del votante para acabar con el truco caudillista de contar con impostores
dispuestos a acudir por segunda vez o hasta más veces a las casillas con un
nombre distinto (“Vida y muerte de la democracia” de John Keane).
Este aporte de Latinoamérica a la democracia imprimió un poderoso sello de justicia en favor de la voluntad de los votantes para que no sea burlada por el caudillo de turno decidido a erosionar el sistema democrático con el fin de reproducirse en el poder sin respetar el rechazo del pueblo.
El miedo al fraude data desde el mismo momento en que los ciudadanos decidieron elegir a sus representantes, a través del voto popular, para que gestionen la solución de los problemas del lugar donde vivían, la defensa de sus intereses personales o de grupo y la construcción del bien común.
Era el tiempo del paso de la democracia asamblearia (directa) a la inevitable democracia representativa (indirecta) después de un paréntesis de mil años. Este paso necesitaba garantizar legitimidad para que el asentimiento de la gente sea fiel fuente de poder. En Bolivia, llegó a través del Decreto-Ley 3128 del 21 de julio de 1952 que estableció el voto universal.
Desde entonces, los bolivianos se inscriben en el Registro Electoral cuya función es la de garantizar el efectivo derecho al voto bajo el principio “un ciudadano, un registro, un voto”. De esta manera, evitar que una persona haga ejercicio de aquel derecho más de una vez en el mismo proceso electoral (Evolución histórica del crecimiento del padrón electoral, mitos y realidad del Tribunal Supremo Electoral)
En 30 años, el registro electoral en Bolivia transitó del manual al biométrico. La Ley 4021 del Régimen Electoral Transitorio, promulgada el 14 de abril de 2009, definió la conformación de un Padrón Electoral Biométrico que además de huellas dactilares incluya la fotografía facial, la firma y datos referidos a la identidad de la persona. En agosto de ese mismo año, comenzó el empadronamiento a nivel nacional con la consigna: “una huella, un voto”.
Por lo tanto, el padrón ya tiene 14 años. En 2025, año en que se realizarán las próximas elecciones nacionales, cumplirá 16 y no ha sido actualizado. En los comicios de 2019, el país sufrió una mala experiencia porque la Organización de Estados Americanos (OEA) descubrió un fraude cometido por el gobierno de Evo Morales.
Ese hecho antidemocrático ha generado rumores sobre el voto de muertos y la distribución de cédulas a personas vinculadas al régimen para que cada una de ellas pueda votar varias veces con identidades diferentes. Paralelamente, ha crecido la suspicacia, incluso, hacia los actuales vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
A fin de evitar que la desconfianza socave el sistema democrático, es importante que los bolivianos exijamos a las autoridades correspondientes tres medidas.
Primera medida: Actualización del Padrón Electoral. Los servidores datan de 2009, muchos de ellos se encuentran dañados. El TSE no cuenta actualmente con un data center secundario porque todos sus servidores fueron usados para reemplazar los servidores que se deterioraron en el data center principal.
“Como los servidores son obsoletos, no tienen reemplazo en el mercado, así que existe un alto riesgo de que los servidores sigan dañándose y la plataforma biométrica deje de funcionar”, advirtió Víctor Hugo Durán, representante técnico de Nippon Electric Company (NEC Corporation) en Bolivia, en diálogo con RimayPampa.
El TSE solicitó a la OEA en 2017 una auditoria. Los expertos concluyeron que el nivel de confianza de la plataforma biométrica era del 98,9 %, pero a la vez recomendaron su pronta actualización en sus componentes de software y hardware. Ya pasaron más de cinco años y el TSE no cumplió la recomendación.
Segunda medida: lector de huella digital en cada mesa electoral. El padrón biométrico contiene los datos de los electores bolivianos. Un lector de huella digital verificará la autenticidad de cada elector. En consecuencia, ni los muertos votarán ni las personas con varias cédulas de identidad podrán sufragar más de una vez.
¿Se puede usar lector de huella digital en el área rural? Sí. Lo importante no es el internet, sino los datos de los electores que sufragarán en una mesa. Los datos pueden ser descargados en una computadora, en una tableta, finalmente en un celular. Se conecta el lector de huella dactilar al puerto USB de una PC y el presidente de la mesa podrá verificar si la huella corresponde el elector.
Tercera medida: mantener cédulas de identidad con QR. Una aplicación del SEGIP lee la autenticidad de ese documento a través del QR. Por tanto, suficiente un teléfono móvil para verificar el documento del votante.
Es posible que en este momento te haya asaltado la duda sobre no importa que los votantes sean auténticos, sino quien cuenta los votos o quien los manipula electrónicamente como sucedió en 2019. Lo peor sería que en 2025 se reproduzca la frase del tirano nicaragüense, Anastasio Somoza, emitida en 1977: “Efectivamente, ganaste las elecciones, pero yo gané el conteo”. ¿Qué queda? La democracia monitorizada. Ahora más que nunca se debe vigilar cada acción de los vocales del TSE porque algunos de ellos tienen su color favorito abiertamente declarado.
Si Vucetich inventó el entintado del dedo pulgar del votante para evitar un fraude, los bolivianos no tienen nada que inventar, sino solamente pedir la aplicación de las tres medidas señaladas.
Andrés Gómez es periodista y abogado.