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En voz alta | 27/11/2023

Toma de posición tras la victoria de Milei

Gisela Derpic
Gisela Derpic

Javier Milei fue controversial desde su irrupción pública como analista económico, por razones harto conocidas y fundadas. Las causas de su elección como presidente de la Argentina, así como las incertidumbres que abre esa victoria han motivado y seguirán motivando opiniones. Pese a las diferencias entre ellas, coinciden en la identificación de la desesperación de la población del país vecino ante la peor crisis de su historia democrática moderna, el desprestigio de la política tradicional y las extravagancias del hoy presidente electo como factores incidentes en ese resultado, quedando en duda cuánto del apoyo ciudadano a Milei el 19 de noviembre 11 pasado incluye adhesión consciente a sus propuestas y cuánto durará.

El futuro es incierto, más considerando que La Libertad Avanza, boleto de ingreso a las competencias electorales, no es una estructura partidaria, es una sigla sin raigambre en la sociedad, con escasa presencia legislativa y ausente de los gobiernos provinciales. Son debilidades profundas para la aprobación y aplicación de medidas y para enfrentar a las redes paraestatales instaladas por el kirchnerismo como operadores eficientes de propaganda, impostura, chantaje y violencia a gran escala. Rasgos comunes a la situación boliviana, para mal de nuestros pesares.

Una mañana de 1993 escuché a un amigo entrañable, Lorenzo Calzavarini, decir que su deseo era que Gonzalo Sánchez de Lozada ganara las elecciones y pusiera en marcha un proyecto que facilitara en Bolivia la producción de riqueza como condición del despegue económico del país y el mejoramiento de la vida de la gente. “Una de las desgracias de Bolivia es que no tiene una oligarquía de verdad”, decía.

Mi amigo Calzavarini era un sacerdote franciscano, licenciado en teología y en sociología, con doctorado en ésta última. Llegó a Bolivia en la primera mitad de los años 70, en el contexto de la Guerra Fría, en el cual Cuba se esforzaba en exportar su revolución a cuanto país se le ocurría y las fuerzas anticomunistas repelían tal afán acudiendo a las dictaduras militares de tenebrosa memoria por sus crímenes de lesa humanidad. Mi amigo era de izquierda, como muchos académicos y religiosos católicos. Como muchos adolescentes y jóvenes. Como yo.

Pero en 1993 el mundo era otro: el Muro de Berlín ya había caído y la URSS estaba disuelta. Bolivia también había cambiado: ya la hiperinflación había sido superada y el modelo capitalista de Estado que el nacionalismo revolucionario implantó desde el final de la Guerra del Chaco había sido reemplazado por el “neoliberal” con el DS 21060 promulgado por Víctor Paz Estenssoro en 1985. Por eso mi amigo también había cambiado su manera de pensar. Como yo. La constante era su interés de que el país superara sus límites económicos para que la vida de la gente mejorara. En y con libertad. En apuesta a las potencialidades de toda persona, digna e igual a las otras en derechos y deberes, a salvo de la condena a ser sierva de un poder que diciendo protegerla, la somete.

Entonces no había “socialismo del siglo XXI”. Ahora sí. H.C.F. Mansilla afirma al respecto: “los regímenes socialistas y populistas sólo han creado enormes aparatos burocráticos y reprimido todo anhelo emancipatorio (…). Todos, sin excepción, pueden ser calificados como fracasos y desilusiones”. Añado: llevan a la miseria y a la opresión. Los ejemplos abundan. Los latinoamericanos los sabemos: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia. En esa línea, reitero lo dicho en un artículo anterior: “tengo una certeza con base empírica más que suficiente: allá donde se convierte al Estado en el protagonista principal de la economía en desmedro –cuando no desaparición– de la iniciativa privada actuando en un mercado libre, sus operadores, elegidos o designados, expropian a su favor el patrimonio público e instalan la incompetencia, la improvisación, la corrupción y el abuso, desmantelando la democracia para reproducirse eternamente en el poder”.

 Por eso le deseo éxitos a Milei. Por el bien de Argentina y por nuestro país también.



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