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En voz alta | 09/06/2025

Sensatez, receta urgente

Gisela Derpic
Gisela Derpic

La crisis ocasionada por el “proceso de cambio” acumulada desde 2014, provocó incertidumbre creciente y, a estas alturas, desesperación. Sí, esas ansias incontenibles de soluciones inmediatas, con rabia por el despilfarro, la corrupción y las mentiras. Es que hoy las carencias son evidentes y van en ascenso día a día. 

Lo saben aquellos que pasan horas y horas en las colas por combustibles, los que viven del transporte de personas y de carga y los que no; lo saben los usuarios que llegan tarde o no llegan, que se quedan sin viajar.

Lo saben los compradores de artículos, de primera necesidad y otros, ante la elevación sostenida de los precios y la frustración por no encontrarlos en el mercado; lo saben los vendedores que cada vez venden menos. 

Lo saben los grandes, medianos y pequeños empresarios que hace tanto han visto que la falta de dólares lleva a sus negocios al naufragio; lo saben los que tienen hijos en el extranjero y sufren sabiendo que con cincuenta dólares a la semana no pueden sobrevivir. 

Lo saben los jóvenes que no encuentran empleo y deambulan buscándolo sin resultados, con sus títulos universitarios bajo sus brazos; lo saben sus padres que al final tendrán que resignarse a que se marchen del país a este mundo cada vez más inhóspito para los migrantes…

Este “vivir mal” es el escenario montado por los profetas del paraíso socialista, ligeros en el desmantelamiento de todo lo construido en Bolivia; en especial desde 1982. En él, junto a la gente que intenta vivir sorteando tamaños obstáculos, hay actores surreales de vocación presidencial que recitan libretos a cuál más absurdo, más indignante.  

Uno de ellos es el principal culpable de esta situación, aquel a quien se endiosó como a nadie, ese que lo gobernó desde 2006 hasta 2019 pisoteando la constitución de 2009, ilegal y ensangrentada. Desde su guarida en el Chapare empuja cobardemente a sus hordas contra los bolivianos, chantajeando con el terror.   Endilga con cinismo los resultados de su incompetencia y abusos a sus cómplices y encubridores. Apela a la amnesia colectiva que no habrá. Amenaza con muerte y dolor empecinado en volver a sentarse en su “preciosura”, la silla esa sin la cual no tiene paz. 

Otro es “el sucesor”, burócrata deslucido sin mérito alguno que nunca gobernó, con severos indicios de haberse dedicado tan sólo a beneficiarse ilícitamente del poder con sus allegados. Así dejó al descubierto sus enormes deficiencias políticas, técnicas y humanas. Sabedor de su impopularidad designó a su candidato, potencial próximo beneficiario del fraude electoral, un limitado jovenzuelo, diestro para el choque callejero, alumno aventajado en la doblez y la traición. En las últimas horas salió a conminar a su mentor que gobierne y solucione los problemas del país. ¡Como si no hubiera sido parte de su gabinete!

El tercero es “la mascota”, como lo llama Alejandro Mostajo, un youtuber cochabambino. Joven cocalero de apariencia pulcra cuya trayectoria política patentiza que el pasado condena. El de él, el de su padre y el de su “jefazo”. No puede disimular que creció aprendiendo las malas artes de sus antecesores y que es sumiso a ellos. Sin ruborizarse reconoció públicamente que es ducho en la manipulación y la impostura, en la maniobra descarada para obtener en el Senado que presidió 5 años, resultados compatibles con los intereses subalternos que representa. Su pecado de origen es una marca indeleble: es lo que es por ser cocalero y si deja de serlo, no existe. 

Unidos en un remolino de complicidades recíprocas y culpas compartidas, todos ellos avivan el fuego de nuestras discordias y amenazan desatar la violencia sobre nosotros, con riesgo para las elecciones, suceso del cual depende encontrar las llaves de los candados que estos canallas le pusieron a la prosperidad del país para enriquecerse a manos llenas con la desdicha colectiva. 

A la ciudadanía democrática no le queda otra alternativa que estar al aguante hasta el 17 de agosto pues las soluciones económicas pasan por la solución política según las reglas vigentes. Hasta entonces habrá que aplicar ciertas pautas crucialmente importantes. Con la mayor sensatez.  

En apretado resumen: hay que obrar con austeridad y solidaridad, desde ahora y a largo plazo para sortear la debacle económica y sobrevivir. Hay que hacer oídos sordos a los necios, identificándolos por sus obras. Protegerse de las mentiras que inundan las redes con el fin de confundir y amedrentar, tomándose la molestia de verificar las noticias. Entrar en diálogo fraterno permanente con los demás para compartir datos y reflexiones, para convencer a los indecisos, y lograr la victoria del candidato demócrata con mayores posibilidades en la primera vuelta. Aprestarse para hacer control electoral y defender el voto sin violencia, como lo hicimos el 2019. Con nuestros corazones cálidos y nuestras cabezas frías.

El reto es dejar atrás este tiempo oscuro como acto principal de la recordación del Bicentenario de la República de Bolivia, recuperando la patria en agosto de 2025. 

Gisela Derpic es abogada.



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