Quien ganó las elecciones del pasado 18 de octubre está aún por verse. Y no porque los resultados definitivos no hayan sido aún declarados por el Tribunal Supremo Electoral.
Un avance significativo, diría yo fundamental, es haber logrado una elección limpia, a pesar de los múltiples problemas en su implementación. Problemas que son el resultado del traumático fraude electoral en las elecciones del 20 de octubre del año pasado. Así, en esta ocasión, y con un proceso limpio, hemos empezado con el pie derecho el lento camino de retorno y la recuperación de la democracia.
Desde ya, no fueron sólo los contendientes electorales quienes tienen el mérito de este logro. Tuvimos elecciones libres gracias a la revuelta cívica que siguió al fraude, a la epopeya de haberle ganado las elecciones a la dictadura, que se vio forzada a violar la ley y traicionar la confianza pública en su intento de aferrarse al poder ilegal e ilegítimamente.
A ello se sumó la indignación pública que desencadenó la “Primavera boliviana” de los 21 días. La revuelta de Las Pititas, de total esencia democrática, en la que la gente le dijo “basta” al dictador, en una movilización pacífica de alcance nacional.
Esa revuelta culminó con un gesto de arrojo asombroso. El de redactarle, por si él no pudiera hacerlo, su carta de renuncia a Evo Morales y llevársela hasta el Palacio de Gobierno, en persona, por el líder cívico cruceño Luis Fernando Camacho. Ese atrevimiento casi teatral, junto a otros varios factores, produjeron el milagro. Morales huyó al Chapare y, bajo el peso de su conciencia, ofreció nombrar otro tribunal electoral y acudir a una segunda vuelta de elecciones. Qué mayor prueba aquella de que había sido descubierto en su fraude que el reconocimiento de éste, por Morales mismo, antes de renunciar. Allí, se cayó él solo. Dígase lo que se diga.
Sin la caída de Morales hubiera sido imposible recuperar la libertad de contar con unas elecciones libres e imparciales, como las que tuvimos el fin de semana pasado. Su caída no sólo nos liberó a nosotros, sino también al Movimiento al Socialismo (MAS), “su” instrumento político. Ahí reside la oportunidad de que se produzca un segundo milagro: que el MAS se transforme y nos devuelva la DEMOCRACIA.
Si Luis Arce Catacora, el presidente electo, pudiera rescatar a su partido del dominio de Morales, manteniéndolo a éste en el retiro, tiene la maravillosa oportunidad de iniciar el retorno a la democracia y conducir una reforma política de dimensiones históricas. Su enorme mandato electoral le permite restituir la independencia de los poderes públicos, reformar la justicia y combatir la corrupción.
Si además de lo anterior, reconociera, como él puede hacerlo, que el modelo económico anterior está agotado, sería muy positivo. Ese modelo, que estuvo basado en el auge de los precios de las materias primas, que elevó el consumo e ingreso de toda la población y redujo temporalmente la pobreza, hoy ya resulta insostenible por las nuevas condiciones económicas mundiales.
Y, al igual que en 1985, cuando él mismo era un joven economista, se necesita lo que Paz Estenssoro, el revolucionario de antaño, hizo: dar un tratamiento estricto de austeridad fiscal y ajuste económico, que le valió un sitial de privilegio como el mayor estadista del siglo XX, salvando a la patria que se nos moría.
Si Arce Catacora se anima y logra lo anterior, merecería el apoyo de la oposición sin titubeos ni tapujos. Porque así se habría logrado el primer y principal objetivo de la pasada elección: el retorno a la democracia. Y quizá él, el autor del modelo anterior, pueda abandonar el mismo y sin complejos pueda inaugurar el próximo: un modelo moderno de economía social de mercado que prepare el terreno para mantener la estabilidad económica, crear las condiciones para atraer y garantizar la inversión nacional y extranjera, fomentar el empleo y sostener la red de seguridad social que necesitan los sectores sociales más vulnerables.
Si Arce logra hacer lo anterior, con el apoyo de la oposición, y transfiere el poder mediante unas elecciones libres y justas en 2025, se convertiría en un nuevo y verdadero estadista, y toda Bolivia habría ganado la histórica elección del domingo pasado. Ese futuro está por ser construido mediante la unidad de todos nosotros. ¡Pongamos manos a la obra!
*Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado