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Raíces y antenas | 26/05/2024

Por un puñado de dólares, el arte de encontrar culpables, pero no soluciones

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

En febrero del 2023 empezó a acelerarse la crisis de los dólares. En este mes, las reservas internacionales netas (RIN) del Banco Central de Bolivia había llegado a 3.538 de verdes. En el 2015, las RIN eran de 15.123 millones de dólares. Desde esa época el Gobierno impulsó varios parches para tentar superar la caída en picada de las reservas.

En 2023, ofreció pagar un tipo de cambio mejor a los exportadores. Convirtió al BCB en una casa de cambio. Presionó para que la Asamblea Plurinacional aprobara la venta de 22 toneladas de oro de las RIN. Gritó hasta el cansancio que esa era la solución a la escasez de divisas y todos los que se oponían a la venta del oro no pensaban en el bienestar del pueblo y la estabilidad. Se vendieron las 22 toneladas, en alrededor de 1.300 millones de dólares, y no pasó nada. La crisis del dólar continuó.

Sotto voce, también se usaron los derechos especiales de giro (DEG) que teníamos en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se monetizaron 480 millones dólares de esos recursos con el pretexto de que así se acabaría con escasez de divisas. Tampoco pasaron naranjas.

Después comenzó la presión sobre la Asamblea por un mayor endeudamiento externo y también se dijo que esa sería la solución para que vuelvan los dólares. La Asamblea aprobó varios créditos internacionales. Pero tampoco hubo cambios significativos. Seguimos esperando los washingtones.

Después, en una jugada rápida, se implementaron 10 medidas de políticas públicas para que se resuelva la crisis de los dólares, en un acuerdo con el sector privado de Bolivia. A saber: se liberaron parcialmente las exportaciones, se ofreció devolver más rápido los impuestos a los exportadores, se autorizó que el BCB emitiera bonos en dólares, se reguló el cobro de comisiones por transferencias al exterior, se ofrecieron varias medidas para la importación directa de diésel y otros puntos, se habló inclusive de una subasta de diésel entre grandes productores. Esta medida nunca se implementó. A pesar de la tremenda propaganda sobre el acuerdo, tampoco se revirtió la escasez de dólares.

También todo este tiempo se ofrecieron medidas estructurales para superar la escasez de dólares, como la sustitución de importaciones y nuevos proyectos como la urea, hierro y litio. Por el momento, los programas son de bajo impacto o sólo promesas.

En todo este tiempo de medidas fallidas también se comenzó a coleccionar culpables por la escasez de divisas. Los opinadores económicos del pantano neoliberal y sus lenguas viperinas. Los asambleístas, exhermanos y compañeros del proceso de cambio, que ahora, convertidos en saboteadores, se “atajan” los dólares de los préstamos internacionales. Los especuladores, yanki llokallas, que atesoran sus verdes en el Colchón Bank. Los exportadores sin alma que hacen negocios en Miami. Los contrabandistas y otras sabandijas que traen todo tipo de chucherías. Y ahora, los más feos de la película: Los banqueros “chupa cotos”.

En la semana que termina el Gobierno ha salido a denunciar de que el sector de bancos retiene como 462 millones de dólares y son los nuevos responsables de la falta de divisas. Veamos cuál es la historia que hay detrás de este sagaz descubrimiento que ha convertido a la política económica en un caso policiaco. Para esto tenemos que conocer la historia de amor, odio y conveniencia entre la banca privada y el BCB.

Antes del año 2017, la banca privada tenía 3.000 millones de dólares de depósitos de personas y empresas nacionales. Estos hacían parte del encaje legal, es decir, de la obligación que le impone la autoridad monetaria para mantener una parte de los depósitos en washingtones de la gente en bóvedas para garantizar posibles retiros a futuro. Literalmente estos dólares dormían el sueño de los justos. Mientras tanto, el BCB necesitaba urgentemente de dólares para alimentar sus reservas internacionales, que caían muy rápidamente.

La necesidad tiene cara de hereje y un día el BCB le ofreció a la banca privada hacer un negocio que, en una primera aproximación, parecía una situación de “ganar-ganar”. Le propuso hacer un intercambio de monedas, un “swap” de dinero.

El BCB les ofreció a los bancos privados intercambiar –a una tasa de cambio muy baja y a costo cero, es decir, sin ninguna tasa de interés– bolivianos por dólares. Los bancos, con esos bolivianos, podrían dar créditos para la vivienda y la producción. De esa manera el dinero que estaba durmiendo en dólares se convertiría en préstamos en bolivianos para el sector inmobiliario y el tejido productivo.

Todos, en teoría, saldrían ganado. El Gobierno estimularía la demanda agregada interna, la niña de los ojos de la política económica. A través de estos créditos se activaría la producción y el consumo. Era la política monetaria desplegando sus alas expansivas. Además, el BCB aumentaría sus RIN, ayudando a la estabilidad del tipo de cambio. A su vez, los bancos estaban felices porque aumentarían sus créditos como en 20.880 millones de Bolivianos y ganarían un poco más de dinero en el camino. Sena quina se diría en el ámbito del cacho.

La promesa de este acuerdo era que después de un tiempo el BCB le devolvería sus dólares al BCB y recuperarían los bolivianos que les entregó.

Pero resulta que el BCB se gastó los dólares y no tiene como devolverlos y revertir ese

“swap” de monedas. El BCB reconoce la deuda y dice que ya devolvió 500 millones de dólares. Y afirma que “no es que no está queriendo pagar sus deudas, sino que no está pudiendo”. Las RIN en efectivo son tan solo de 139 millones de dólares. Por eso promete honrar sus obligaciones en 2026 si es que la banca privada le devuelve los bolivianos que le entregó. Los bancos no tienen estos recursos porque los han prestado a 15 años plazo. Esto se conoce técnicamente como descalce.

Preguntas centrales a estas alturas de la columna son: ¿A qué tipo de cambio se revertirá este tema? ¿El oficial o el de los bancos (mas 10%)? ¿Quién correrá con el riesgo cambiario? ¿El Estado o los bancos?

Ahora la banca privada necesita urgentemente de dólares para atender a sus clientes y las operaciones de comercio exterior; el BCB requiere juntar divisas para reponer las RIN. Lo que había sido un matrimonio bien avenido ahora muestra signos de deterioro y de reproches. El sector banquero es acusado de ser el nuevo saboteador, pero este le salió le salió respondón y le cobró públicamente sus dólares.

Como verán, continúa el culebrón que podríamos denominar “Por un puñado de dólares”; por el momento, el Gobierno sigue coleccionando culpables, pero no soluciones.



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