Ucrania y su heroica resistencia frente a la salvaje invasión de Rusia ha trascendido de ser una tragedia nacional a convertirse en una gran causa global por el derecho a la libertad individual y la libre determinación de un pueblo a elegir el sistema político y económico en el cual vivir. Ese ideal es la kriptonita del autoritarismo y la tiranía que representa Vladímir Putin en Rusia y el mundo.
Mientras ocurre esa invasión, “Ucrania”, la idea, la causa, ya está en las calles de Moscú y del mundo exigiendo un alto a la invasión y al fratricidio. Ya está en la conciencia de la gente, como el símbolo de la lucha contra el despotismo, la dictadura y la corrupción que representa Putin y sus émulos en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, entre otros.
Pero, a estas alturas, esa invasión es un fracaso. Los soldados rusos
están desertando al negarse a combatir y matar a sus compatriotas eslavos,
mientras que los ucranianos han descubierto una formidable fuerza vital al resguardar
su país, pero fundamentalmente al defender su derecho a la libertad, a los
derechos humanos y a la prosperidad. Ya sueñan con ver caer de rodillas al
Goliat, soviético-ruso abusivo, ante el David ucraniano liberal y democrático,
de la mano de VolodímirZelensky,
un joven cómico convertido en héroe frente a un melómano tristemente cómico.
Podría ser la estocada final a un proyecto maldito que ha saboteado el progreso
humano por más de un siglo. Y Ucrania, el Waterloo de la dictadura rusa y del
modelo antiliberal que representa, además de la liberación de Rusia misma.
Irónicamente, el autoritarismo ruso sufre hoy la misma suerte de su otrora némesis, la Alemania nazi. Putin, el coronel espía soviético de la KGB, estacionado en Dresde a fines de los 80, fue testigo de la caída del sistema comunista en Berlín en 1989 y finalmente del desmoronamiento de su Unión Soviética, poco después. Ese humillante fracaso le marcó la vida, y le impuso la tarea imposible de revivir el imperio.
Pero como dice la vieja máxima: “Guerra anunciada no mata moros”. Y Putin lanzó su campaña ocupando Crimea en 2014, y fomentando el separatismo de las provincias orientales de Ucrania por ocho largos años, para finalmente lanzarse a la conquista de toda Ucrania, imitando a Hitler, con un Blitzkrieg, pero a ritmo burocrático de cámara lenta, y por tanto ¡no sorpresivo!
Sea cual fuese el resultado de la invasión, este será un nuevo triunfo del capitalismo democrático liberal, que primero venció al fascismo en la década del 40, luego al comunismo a fines de los 80 y hoy al autoritarismo ruso, de capitalismo “de compinches”, oligárquico y corrupto.
Yo veo replicado este escenario en Bolivia, salvando las distancias. Claramente los “rusos” masistas, encabezados por nuestro Putin criollo, Evo Morales, y su proyecto político hegemónico etnocentrista se han dado a la tarea de ocupar el oriente boliviano con sus adeptos (como lo han estado haciendo los rusos en Crimea, primero, y luego en las provincias orientales de Ucrania).
Han empezado con la toma violenta de tierras, a la vez que han armado a los colonizadores, como acertadamente se los denominó en el pasado, hoy disfrazados de “interculturales”. Morales está empeñado en la retoma del poder, así sea por las armas, “revolucionariamente”, una vez que su careta democrática se desvaneció con el fraude electoral que montó en 2019, para evitar su última derrota electoral.
Y esta “colonización” en el Oriente no coincide con la espontánea migración colla a Santa Cruz, que era ya evidente en los años 70. No, la colonización masista obedece a un propósito político hegemónico, como fue el asentamiento ruso en el oriente ucraniano. Al MAS, ahora sólo le falta el asalto armado al Oriente denunciando el “genocidio” de los colonizadores, como hace Putin en Ucrania. Y como habrán notado, nadie huye hacia Rusia, Corea del Norte, Cuba o Venezuela.
Por ello, hoy todos somos “Ucrania”; quienes apoyamos la democracia y una economía en libertad. ¡Viva Ucrania, símbolo heroico de libertad!
*Fue Canciller de la República de Bolivia y Alcalde de La Paz.