“No mires arriba”. Como en una reciente película, se acerca velozmente un nuevo megameteorito que impactará devastadoramente en el corazón de nuestra relación –o falta de ella– con Chile; todo por culpa de una política exterior nacional errática e ignorante de las consecuencias de la irresponsabilidad.
Se sigue la trayectoria de un curso de acción que trágicamente nos llevó a la Guerra del Pacífico, o del Salitre, a raíz de la decisión unilateral del gobierno de Hilarión Daza de incrementar impuestos, dándole a Chile motivo para invadir Bolivia, y causándonos la pérdida de una de las mayores reservas de cobre del mundo, además de territorio y acceso marítimo.
Esa misma lógica atrabiliaria e irresponsable de Daza llevó a Evo Morales a “liberar al genio de la botella”, enjuiciando a Chile y a darle una nueva oportunidad a ese país a que nos infiera otra derrota contundente, esta vez diplomática, en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya sobre nuestra más que centenaria demanda marítima.
Y, ahora, por más increíble que parezca, nos enfilamos a una tercera debacle, la segunda en la CIJ de La Haya, frente a Chile. Se inició con la denuncia pública de Evo Morales de que Chile nos estaba “robando” aguas del Silala, en marzo del 2016, y su irresponsable anuncio de que llevaría ese tema también hasta La Haya. Pero Chile se nos adelantó. Luego de verificar que las aguas del Silala eran, en efecto, un flujo de curso natural internacional, ese país nos demandó ante la CIJ en 2017.
Acostumbrado Evo a “meterle nomás”, a disparar y luego preguntar y a que los abogados arreglen los entuertos producto de su precipitación y prescindencia de la ley, Bolivia recién tuvo que encargar la verificación de la naturaleza del flujo de las aguas del Silala a expertos daneses de prestigio y reconocimiento internacional, quienes confirmaron los estudios similares encargados por Chile anteriormente y que fueron presentados en La Haya.
Habiendo Bolivia presentado ya su alegato de contrademanda, la CIJ está a días de fijar fecha para los alegatos orales de ambos países.
Dadas las evidencias técnicas del carácter natural del flujo internacional de las aguas, que echan por tierra la posición inicial boliviana contenida en la denuncia de Evo Morales, de que el 100% del flujo se origina en Bolivia y ha sido canalizado en forma artificial hacia Chile, es predictible la sentencia de la Corte, de darle, una vez más, la razón a Chile. Esto va a tener consecuencias políticas devastadoras para Potosí en particular, y para toda Bolivia.
La precipitación e improvisación con la que se ha conducido este reclamo a Chile, originalmente por el gobierno de Morales, pero fundamentalmente ahora por la desidia e incompetencia de la administración de Arce Catacora, es criminal. Hasta la fecha, la Cancillería boliviana no ha designado al representante diplomático en Santiago. Sólo recientemente, luego de casi más de un año de gobierno, ha designado al agente diplomático ante la Corte de La Haya, en la persona de un funcionario de tercera, sin título profesional. No tenemos interlocutor ante Chile ni defensor en La Haya.
En tiempos de paz, el servicio exterior es la única defensa internacional con que cuenta una nación para hacer valer sus derechos y avanzar en sus intereses. El gobierno actual ha desbandado a más del 90% de los funcionarios diplomáticos de carrera, dejando a Bolivia completamente desguarnecida e impotente. Este es un crimen de traición a la Patria, cuyos resultados los veremos muy pronto.
Este nuevo “megameteorito” nos impactará en la cara ante la impotencia, negligencia
e indiferencia de un desgobierno cuyo conductor está también “dormido en el
volante” de la política exterior, así como en el de la economía y el de la
salud, entre otros.
Si el anterior “le metía nomás”, el actual está petrificado.
*Fue Canciller de la República