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08/12/2018

Los sabuesos sin olfato

Los sabuesos son diferentes razas de perros de olfato muy agudo. Por ello, en el lenguaje común, se designa así a un policía o detective que se dedica a investigar. En este caso “los sabuesos sin olfato” podría ser el nombre para una serie de telenovela en la que pasen diferentes capítulos, como: Garrafas o cachorros de dinamita, no importa, pero mueren 15; Cohetes con canicas el invento del siglo; Francotiradores colombianos en los Yungas o El infiltrado. Episodios en los que los acuciosos investigadores nunca descubren el origen del delito.

 En un último episodio aparecen el viceministro y sus policías buscando al miembro de la institución que ha osado filtrar un audio con información que escandalizó al país. Estaba grabada la voz del jefe de “Inteligencia” de la Policía brindando un informe al Presidente del Estado Plurinacional sobre el seguimiento a periodistas que distorsionaban la imagen del régimen. Una vez salido al aire, el audio se hizo viral. 

 Entonces, la pequeña historia se trata de unos sabuesos que siguiendo las órdenes de su jefe buscan al infiltrado que, también por sus dotes, es posible que sea otro detective: un otro sabueso.

 Sabuesos versus sabuesos. Uno más fiero que otro. Alguno, tal vez el que filtró el audio, más listo que el resto; ¿cómo podrán encontrarlo? ¿Será uno o será una banda? ¿Cuáles serán sus conexiones con el vasto mundo de sus pares? ¿Será un ovejero alemán que es temido por su tamaño, que puede ser muy fiel a sus amos, pero a veces –y no se sabe por qué- puede realizar ataques imprevistos al que le tiende la mano?

 Es que, como en todas partes, en el mundo de los sabuesos también hay buenos y malos, y repiten, a su modo, las perversiones de sus amos. Tal vez el que ha filtrado el audio sea el líder de una cuadrilla –como en la novela el Perro negro no baila, de Pérez Reverte–, que se encarga de hacer justicia para rescatar a sus amigos que han caído en manos de una banda que los trafica para llevarlos al tinglado de la muerte. Brutal pelea de caninos para el gozo y diversión de los humanos, que además ganan dinero con las apuestas. 

Entonces, ¿será el infiltrado un justiciero que quiere sacar a la Policía del bodrio en el que sus jefes la han convertido? Donde se privilegia reprimir a la población, espiar y denunciar a los opositores; en resumen, ser los mastines que hacen política para el caudillo, descuidando el trabajo de la institución: la seguridad ciudadana para el bien público. 

 Los jefes que medran del poder, a la sombra del caudillo, tienen una gran bolsa de huesos, filetes y desechos para ofrecer de recompensa, y corromper. Los otros tendrán la serenidad y la astucia para no dejarse descubrir, convencidos de que su pelea –en defensa de la institucionalidad de la Policía- es justa. 

La historia de la filtración de un audio en el que se lo escucha al jefe de Inteligencia de la Policía brindando un informe al Presidente sobre el seguimiento a periodista ya es célebre. Lo es también porque el propio Ministro de Gobierno, en una más de sus declaraciones que van contra el sentido común -que alguna vez lo tuvo-, ofrendó su ya deteriorada cabeza para probar su lealtad ante el caudillo, diciendo que pronto se encontrará al que hizo filtrar el audio o que nunca se pidió a la Policía que realice tareas políticas. 

Lo cierto es que busquen y rebusquen al que ha filtró el audio, eso no le interesa a la población; al revés, la mayoría ve con simpatía que existan ciudadanos, sean policías, servidores públicos o periodistas que ayuden a develar y transparentar información que debiendo ser pública, el régimen la considera secreta. 

En la Policía no todo está perdido, puesto que existe una reserva moral y de recursos humanos para su regeneración, pero ello solo será posible en un próximo gobierno democrático.

Gregorio Lanza es economista, con maestrías en políticas públicas.



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