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02/11/2020

Los primeros 10 días de lo mismo

Un hito de evaluación de nuevas autoridades electas suele estar alrededor de los primeros seis meses de gobierno. En torno a esta fecha se hacen los primeros balances de desempeño, de lo bueno, lo malo y lo que hay que mejorar. En Bolivia, este plazo suele acortarse a los 100 primeros días. Aunque el cuarto mandado del MAS no ha empezado, ya que apenas han transcurrido 10 días de su victoria en las urnas, existen bastantes elementos para caracterizar lo que viene como un retorno a la borrachera de poder.

La idea de la borrachera de poder fue planteada por Rafael Puente alrededor del segundo mandato de Morales (2010). Cuando el MAS obtuvo una votación tan alta (63% de los votos) que le permitió conquistar los 2/3 en la Asamblea Legislativa y empezó la toma total del Estado boliviano. En ese momento afianzaron una noción de la democracia como el gobierno de la mayoría que prescinde y aplasta a las minorías. Una idea que se lee en las acciones de la última semana.

Sin embargo, la reciente victoria tiene poco que ver con la de 2009. Para empezar, el MAS no logró controlar los 2/3. Es más, su victoria fue tan inesperada para ellos/as como para sus contrincantes ¿Fue un voto militante? ¿Fue un voto por la estabilidad? Difícil saber cuanto hubo de uno o de otro. En todo caso, es muy difícil de encasillar como un apoyo incondicional o un cheque en blanco.

Sin embargo, en pocos días, los borrachos de poder volvieron este momentáneo apoyo electoral en una licencia para cometer abusos. Los jueces del partido han vuelto a la costumbre de instrumentalizar la justicia, liberando a los afines y castigando a los enemigos. Algunos vencedores no disimulan sus ganas de cobrar venganza y se apresuran a hacer correr listas negras que incluyen a importantes medios y periodistas. Los grupos de choque han retornado a la plaza Murillo. En fin, lo viejo conocido.

Sin embargo, estos actos han alentado una temprana resistencia. La otra diferencia entre 2009 y ahora es que persiste la conflictividad política. De hecho, después del Porvenir y el referéndum constituyente en 2009 se cerró el periodo de inestabilidad política que empezó con su posesión en 2006. En el presente, la elección es otro momento de un periodo de inestabilidad de larga data (al menos desde el referéndum de 2016) que no parece haber amainado en la jornada del 18 de octubre. Es más, antes de la posesión la polarización tiende a radicalizarse.

A tan solo 10 días de su victoria, el MAS ha mostrado una clara inclinación por reincidir en su viejo estilo de gobierno lo que ha provocado una reacción en sus contrapartes. El retorno de “las pititas”, aunque todavía con pequeños grupos movilizados en algunas ciudades, debe entenderse como una resistencia a la anulación de las minorías. Las mismas que, con su movilización del año pasado, lograron ponerlos contra las cuerdas.  

Dentro de estas existen amplios sectores de la sociedad que difícilmente pueden ignorarse porque, como han demostrado ampliamente, tienen una importante capacidad de presión pública. La borrachera puede convertirse en una dura resaca si el MAS persiste ciegamente en su estrategia de anulación, por ejemplo, de los 2/3 en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Marco Gandarillas es sociólogo.



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