Nada más peligroso en la guerra que equivocarse de enemigo.
En semanas pasadas sostuvimos un cordial y respetuoso duelo epistolar con don Carlos Valverde. Cual caballeros medievales, cruzamos espadas debatiendo sobre si es cierto que el poder oligárquico de La Paz, dotado de maquiavélica habilidad impide el surgimiento político de Santa Cruz.
Lo anterior me llevó a preguntarme: ¿Quién detenta hoy el mayor poder económico que influye en la política boliviana? ¿Quiénes forman parte de la nueva oligarquía?
Desde la fundación de la República, Bolivia ha experimentado un relevo elitario de gran importancia: el traslado del poder político de Chuquisaca a La Paz tras la Guerra Federal, al principio del siglo 20.
Nacida a la vida republicana, la capital de Bolivia se asentó en Chuquisaca por dos razones: la primera, la importancia intelectual de su universidad, donde se formaron los más influyentes políticos durante la época colonial de la Provincia de Buenos Aires, a la que pertenecía Chuquisaca; y la segunda, la riqueza y prosperidad de la minería de la plata de Potosí que financió a la aristocracia chuquisaqueña y a su Partido Conservador, produciendo uno de los periodos políticamente más estables y económicamente prósperos durante los 50 años posteriores a la Guerra del Pacifico.
Fue el declive de la minera de la plata, hacia fines del siglo 19, el que dio origen al surgimiento de una élite alternativa asentada en La Paz, basada a su vez, en la emergente minería del estaño en Oruro, élite que, a través del Partido Liberal, disputó y derrotó a los conservadores chuquisaqueños en la Guerra Federal, desplazando el centro político boliviano a La Paz, constituida en sede de Gobierno.
La preeminencia política de la burguesía paceña, sin embargo, se fue debilitando a partir de la Guerra del Chaco y la irrupción de los gobiernos de militares derrotados en esa contienda, que adoptaron una agenda socialista-nacionalista, de corte fascista, que marcó la política boliviana, culminando en la revolución de 1952 que derrotó definitivamente a la oligarquía paceña.
A partir de la mitad del siglo 20, luego de la Revolución de Abril, comienza el declive de la minería del estaño y el inicio de la “Marcha hacia el oriente”, que crecientemente desplaza al occidente boliviano como el motor económico de Bolivia. Aunque el poder político formal permanece en La Paz, la élite económica de occidente se traslada y se constituye ya en Santa Cruz, reforzando su desarrollo.
Luego de 20 años de hegemonía militar, entre mediados de los 60 y los 80, Bolivia tuvo un giro liberal a partir del gobierno de Paz Estenssoro en 1985, en alianza con Hugo Banzer, el más importante político cruceño del siglo 20, y posteriormente con Jaime Paz Zamora. Esos pactos y alianzas políticas nos dieron otros 20 años de democracia liberal que promovió reformas institucionales que permitieron atraer alrededor de 20.000 millones de dólares, la mayor inversión extranjera de nuestra historia.
Durante esa primavera liberal, Bolivia hizo las inversiones y preparó las condiciones institucionales para recibir el periodo de mayor prosperidad y crecimiento económico, principalmente del oriente boliviano, estableciendo a Santa Cruz definitivamente como la capital económica del país. Trágicamente para Bolivia, este periodo modernizador culminó en 2003, con el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada, el presidente reformador y liberal.
En 2006 se instala el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) con una agenda de convertir a Bolivia en un país capitalista de Estado, al estilo chino, donde el socialismo clásico queda sólo en el nombre. Este modelo de partido único se basa en la creación de una oligarquía que monopoliza el poder y tiene un partido “popular” a su servicio. En Venezuela les llaman Boligarcas, pálido remedo de los oligarcas rusos y chinos.
Así, en Bolivia nace también la oligarquía Evista o Boligarquía.
Luego de 14 años de cleptocracia ¿Cuál es la oligarquía que sostiene al masismo e influye hoy fuertemente en la política boliviana?
Si nos suscribimos a la idea de que el poder político deriva del poder económico que lo sustenta, ciertamente hoy tenemos una “Nueva oligarquía Evista/masista”, producto de los 14 años de un régimen que institucionalizó la corrupción como método de gobierno. En efecto, ello fue una cleptocracia, a cuya sombra surgió una poderosa oligarquía igualmente corrupta y espuria, sustento económico de algunos pocos y poderosos filo-masistas encriptados, que como con el peronismo en Argentina, está aquí para quedarse.
El gobierno del MAS ha administrado la mayor corrupción de la que se tenga memoria. El cerebro gris de esa conspiración, fugado y hoy completamente desaparecido, ha dejado un poderoso tejido, una trama de intereses y conexiones económicas a través de testaferros y palos blancos, propietarios de acciones de algunos de los más grandes emprendimientos empresariales del país. Queda por señalar quiénes son y dónde están.
Se estima que la magnitud de esa corrupción está en el orden de 10 mil millones de dólares americanos ($us 10.000.000.000), dinero que Bolivia debiera recuperar y repatriar para atender la crisis que se nos viene.
El instrumento
político para defender a esa oligarquía es hoy el MAS, que ha sido capturado
por el grupo delincuencial que rodeó a Morales y, por lo tanto, su retorno es
el retorno de esa “cleptocracia Invisible” para garantizar su impunidad y
consolidar su poder económico mafioso, vinculado a dineros sucios del Chavismo y
del crimen organizado.
Pero, aun si no retorna el MAS inmediatamente, ya Bolivia está infectada por el
“corruptavirus” de la oligarquía Evista, que si no es erradicada de raíz,
infectará al próximo gobierno y a los sucesivos, así como a la fibra misma de
la sociedad boliviana.
Ése es hoy el verdadero enemigo.
*Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado