La historia económica boliviana gira en torno a la explotación de los recursos naturales. El patrón de desarrollo extractivista nos acompaña desde fundación de la República. Los ciclos económicos históricos pueden ser divididos de acuerdo a productos mineros o petroleros y se pueden condensar en cuatro titulares”.
Titular de la Colonia e inicio de la República: Bolivia tiene la mayor reserva de plata del mundo. Con el mineral que se extrae del cerro Rico de Potosí se puede construir un puente directo de Potosí a España.
Titular de mitad del siglo XX: Bolivia es una potencia en estaño. Vamos adelante aceleradamente rumbo al desarrollo, primero de la mano de los barones del estaño y después de la empresa estatal, la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL).
Titular de los últimos 30 años en el siglo pasado: Bolivia es el centro latinoamericano de distribución de gas natural. Somos la Arabia Saudita de la región sudamericana. Somos una potencia gasífera.
Nuevo titular, en plena construcción, en el siglo XXI: Bolivia tiene la reserva de litio más grande del mundo. Ahora sí nadie nos detiene, vamos rumbo a la industrialización.
Cada cierto período de años vuelve la maldición de los recursos naturales. Apostamos todo a la plata, al estaño y al gas natural y seguimos siendo un país en vías de desarrollo, al cual repetidas veces le da la enfermedad holandesa. Ahora nuevamente se construye el relato ideológico del mendigo sentado en una silla de oro, solo que ahora es de litio.
La enfermedad holandesa es una dolencia económica que se manifiesta a través de la apreciación del tipo de cambio real debido, en un primer momento, al exceso de dólares por el boom de exportaciones y el aumento de los bienes no transables. Piense en lo caro que están los bienes inmuebles o los servicios en Bolivia.
Además, esta enfermedad produce una hipertrofia del comercio. Resultado: sobreconcentración de la economía en la producción de recursos naturales, desindustrialización por la competencia de las importaciones baratas legales e ilegales, o en casos como el boliviano, inhibición de la diversificación productiva. Al final, los dólares desaparecen y descubrimos que el espejismo generó un crecimiento económico en base a una burbuja de consumo, pero sin desarrollo integral. Asimismo, la enfermedad holandesa provoca prácticas clientelistas y acciones populistas. Dentro del patrón de desarrollo extractivista, el péndulo del modelo económico va de izquierda a derecha y viceversa.
En efecto, durante casi 200 años de historia ya privatizamos los recursos naturales, los nacionalizamos, los volvimos a privatizar, los volvimos a nacionalizar, caminamos en círculos con resultados muy pobres en términos de productividad, diversificación productiva y mejoras sociales.
Los políticos de turno, sean de izquierda o de derecha, agitan la bandera de los recursos naturales, construyen los relatos políticos salvadores y avivan el rentismo en la sociedad. Agotado el ciclo anterior del gas natural, ahora viene la nueva consigna: “Pare de sufrir, ya viene el litio”.
Como a lo largo de toda su historia, nuevamente se inflan las expectativas de la gente y se promete la felicidad económica instantánea. Un nuevo producto entra en la colección de ilusiones: el litio, que recibirá la posta del gas en la corrida del crecimiento. Pero como siempre será una riqueza prestada porque no rompemos con la maldición de los recursos naturales. Para que esto ocurra habría que cambiar los sueños de lo que se quiere hacer y no insistir, por ejemplo, con la industrialización al estilo de nuestros abuelos, como el plan de sustitución de importaciones.
Tampoco se puede hacer la primera revolución industrial, agregar valor a los recursos naturales, con 200 años de atraso respecto a los países desarrollados.
El desafío está en pensar en un desarrollo inteligente, inclusivo, verde, cuyo centro aglutinador sea el capital humano. Se trata de construir una visión que entienda que hay una nueva geografía económica en construcción. En la vieja economía, Bolivia estaba al lado de Argentina, Chile o Perú. Todo el comercio se realiza por tierra, mar o por tren. Pero ahora Bolivia podría tener nuevas fronteras, estar a lado, por ejemplo, de India, EEUU o Alemania, porque en el nuevo territorio del ciberespacio las cosas han cambiado. Entonces estamos frente al desafío de construir una nueva narrativa del desarrollo, imaginar un nuevo imaginario tecnológico, productivo, agroindustrial y social.
En este nuevo sueño, el litio debería ser la última frontera extractivista y el primer puente para lograr la revolución de los servicios y la cuarta revolución industrial. Es decir, se tendría que crear, en torno del litio, un cluster, un conglomerado de crecimiento de la economía tecnológica y de las energías renovables.
No sólo se tendría que vender el litio, convertido en batería, u otro producto procesado, sino otras formas de energía. Pero además se debería atraer al altiplano boliviano las “nubes” del internet, convertirlo en un nuevo espacio del territorio inteligente. En décadas pasadas se soñaba con convertir a Bolivia en el gran distribuidor de gas natural en la región latinoamericana. Ahora el desafío es convertir al país en el hub de la energía renovable, economía digital y tendencia creativa.
Que desde Bolivia se empiecen a distribuir datos, el nuevo petróleo del mundo, para los vecinos y para varias partes del mundo. Para ello tenemos diversas ventajas comparativas en relación a la ubicación, condiciones climáticas, altura, energía, etc. A partir de ello, Potosí, Oruro, La Paz y Sucre podrían convertirse en polos tecnológicos también de economía creativa en base a cultura, historia, gastronómica, turismo, etc. ¿Se imaginan atraer a Google o Amazon al altiplano boliviano? Que instalen sus servidores a 4.000 metros de altura que aproveche el frío para refrigerar sus servidores y que les vendamos energía eólica y solar para que funcionen.
Tenemos que pensar en integrar las baterías de litio a estos conglomerados. Que nuestros jóvenes trabajen en estos distritos tecnológicos y desarrollen la cuarta revolución industrial. En el Oriente y valles bolivianos debemos apostar en ser una potencia en alimentos y agroindustria.
Por eso, el próximo titular de la economía debería ser: Bolivia, líder en capital humano y vanguardia de los recursos inagotables: las ideas.