Gonzalo Sánchez de Lozada es el gran olvidado dentro de la política boliviana de hoy. Digo esto porque hace un par de días, mi amigo Carlos Toranzo rememoró el 27º aniversario de la ley de Participación Popular, a la que comparó con la Revolución de Abril de 1952 como la otra gran reforma del Estado, que explica el ascenso de Evo Morales al poder y la realidad política contemporánea. Lamentó Toranzo que no se reconociera la contribución del intelectual camba Carlos Hugo Molina y su equipo de municipalistas, entre ellos el actual alcalde electo paceño Iván Arias, además de Roberto Barbery, Rubén Ardaya, Alfonso García, Javier Medina, Marcelo Rengel, Diego Ayo y otros destacados profesionales, autores de la Ley 1551.
El gran olvidado del artículo de Carlos Toranzo es desde luego el mismísimo expresidente Sánchez de Lozada, Goni, que sin duda tiene el mérito mayor por la promulgación e implementación de esa ley que, me dicen, él la trabajó personalmente cientos de horas. Es olvido u omisión, no lo sé. Pero coincide con la visita la semana pasada de la primera delegación parlamentaria de oposición a Washington DC, con el fin de denunciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede aquí en Estados Unidos, la brutal violación a los derechos humanos por el gobierno de Luis Arce Catacora simbolizada por el secuestro y encarcelamiento extrajudicial e inconstitucional de la expresidenta Jeanine Áñez, el pasado 13 de marzo.
Los parlamentarios con los que conversé me impresionaron no sólo por su juventud, sino por su calidad. Con ideas claras, muy articulados y convincentes en sus presentaciones, vinieron a despejar las dudas sobre la Gran Mentira del supuesto “golpe de Estado”, que no hubo, y a solicitar la aplicación de la Carta Democrática, es decir, la aplicación de sanciones al gobierno de Bolivia por la violación del tratado internacional suscrito por nuestro país que establece las obligaciones de los Estados para ser considerados democráticos y que no se respetan ni cumplen por el actual gobierno. Además, la legislación en este país, conocida como Ley Global Magnitsky, permite la sanción a funcionarios directamente responsables de violaciones de derechos humanos, en forma individual. Así lo ha hecho en el pasado con funcionarios rusos, venezolanos y recientemente con dos funcionarios chinos directamente responsables por los serios abusos cometidos en Sinkiang, China, contra la etnia uigur.
Lo que sorprendió es que durante toda la visita de los parlamentarios bolivianos ninguno de ellos se hubiera referido ni preguntado por el más prominente asilado político boliviano en EEUU, el propio expresidente Sánchez de Lozada. Goni ha pasado de olvidado a ser el desconocido. Es el gran ausente de la política boliviana, el dos veces electo Presidente, sin fraude y en estricta sujeción a la Constitución, el principal puntal del gobierno histórico del Dr. Víctor Paz Estenssoro, el creador de la capitalización, admirada e imitada en el mundo, y de la ya mencionada Participación Popular. Los jóvenes, y parece que también los viejos, aun sus excolaboradores y amigos, los que votaron por él, lo han olvidado. O simulan haberlo hecho.
Yo no lo he olvidado y lo he perdonado por no haber sancionado a su partido cuando la concejala Gaby Candia me dio un “golpe municipal” en el Concejo en 1997, que me forzó a viajar a EEUU (lo que me permitió retomar mi carrera en Harvard y luego en el Banco Mundial). Es que el interés superior de la patria debiera estar por encima de las diferencias y luchas políticas circunstanciales. Porque la lealtad política no es a las personas, sino a los principios y las causas. Y yo creo que Sánchez de Lozada fue un gran Presidente, un demócrata y un modernizador al que Bolivia le ha dado la espalda a costo de su propio infortunio. Comparado con el tirano cleptócrata, Goni fue un gigante con talla de estadista al que se le ha endilgado mucho, pero ni sus peores detractores pueden probar que fue corrupto. Vuelve a la memoria.
*Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado