Una grabación telefónica difundida el pasado domingo 2 de
enero por el Washington Post devela que el presidente Donald Trump extorsionó y
amenazó a un alto funcionario del estado de Georgia,
Brad Raffensperger, para que “recalcule” los resultados
electorales y “produzca” 11.780 votos de ese estado para revertir el resultado
favorable al presidente electo Joe Biden y así mantenerse él en la presidencia
de manera ilegal. A pesar de que los resultados electorales ya son oficiales,
Trump está embarcado en una conspiración para permanecer en la presidencia
después del 20 de enero próximo, fecha de la transmisión de mando en Estados
Unidos.
Lo anterior me recuerda la también comunicación telefónica de Evo Morales, en noviembre de 2019, desde su exilio en México, instando al dirigente cocalero Faustino Yucra a proceder a un bloqueo total de las ciudades de La Paz y el interior, cortando el suministro de alimentos.
Meses después, ya en plena época de la pandemia del coronavirus, Morales también habría instruido más bloqueos de carreteras, que provocaron la muerte de decenas de enfermos por falta de provisión de oxígeno.
Ambos, los de Trump y los de Morales, son hechos criminales sancionados por ley. Los del primero encaminados a realizar un fraude postelectoral y los del segundo orientados a derrocar al gobierno transitorio, luego de haber intentado permanecer en la presidencia mediante fraude como Trump. Tanto Trump como Morales estaban exigiendo obediencia a miembros de sus respectivos partidos para realizar actos delictivos en contra de la ley y de las democracias de sus países.
Que esto suceda en la democracia más antigua del mundo y en pleno siglo XXI es inverosímil; que ocurra en Bolivia, después de 14 años de arbitrariedades, despotismo y corrupción, parece ya no sorprender a nadie, menos aún al juez primero de Instrucción en lo Penal de La Paz, Román Castro, quien levantó la orden de detención y los cargos de sedición que pesaban sobre Morales.
Ambos populistas están siendo apoyados y resistidos por miembros de sus respectivos partidos, amén obviamente del repudio de sus opositores y sectores de la opinión pública y medios de comunicación. Los seguidores de Trump lo apoyan por miedo y por conveniencia electoral futura. Al igual que los que aún apoyan a Morales. Lo interesante es identificar a aquellos en ambos partidos políticos que se han animado a confrontarlos.
A mi manera de ver, ellos, los rebeldes contra el caudillo, son los que tienen futuro político en Estados Unidos y en Bolivia. Es desconcertante ver a 12 senadores republicanos apoyando a Trump, delirantemente aferrado a la presidencia. En Bolivia, en cambio, es refrescante y esperanzador ver que los más prominentes masistas jóvenes, excluidos por Evo Morales de las listas electorales para las elecciones subnacionales próximas, se constituyen en la esperanza del MAS para convertirse en un partido socialista legítimo y democrático.
Nótese que mientras Morales designa a sus protegidos incondicionales para candidatos a gobernadores y alcaldes en Santa Cruz y en El Alto, antípodas políticamente, Mario Cronenbold y Adriana Salvatierra impusieron sus candidaturas a pesar de Morales, quien fue tratado a silletazos y tuvo que ocultarse y huir disfrazado debido a las amenazas de sus propios asambleístas masistas. Por otro lado, Morales ha perdido su mejor figura política en El Alto con la deserción de la expresidenta del Senado, Eva Copa, que ahora une fuerzas con otro líder indígena némesis de Morales, el “Mallku” Felipe Quispe, para postularse a la alcaldía de esa ciudad.
Increíble como parezca, los rebeldes masistas han demostrado mayor integridad y coraje que los apoltronados multimillonarios senadores republicanos, subsirvientes a un delirante populista, que le ha causado un profundo daño a la democracia estadounidense. A tal extremo que diez exsecretarios de Defensa estadounidenses han advertido a Trump que no pretenda emplear a las Fuerzas Armadas para aferrarse al poder ante el evidente temor que éste intente hacer un golpe de Estado.
Ojalá que en Bolivia la victoria de algunos disidentes masistas inspire a la juventud de su partido y ésta trascienda la decadencia de su caudillo que añora volver al poder de cualquier forma, al igual que Trump.
Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.