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Posición Adelantada | 10/08/2020

El mito del capitalismo “obsceno”

Antonio Saravia
Antonio Saravia

Si escucha a alguno de nuestros políticos decir que respeta la iniciativa privada, acto seguido también escuchará que rechaza el capitalismo “obsceno” o “salvaje” y reafirma la obligación del gobierno de regularlo.

El artificio es tremendamente efectivo. Nadie quiere un sistema obsceno gobernando la asignación de recursos escasos y, por lo tanto, esta retórica genera un consenso en el electorado de que el capitalismo, o el mercado, debe ser regulado y vigilado porque sino se convierte en un monstruo de siete cabezas.

Pero, ¿puede el capitalismo ser obsceno o salvaje? El capitalismo es un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la asignación de recursos en mercados libres. En otras palabras, el capitalismo está basado en decisiones individuales y transacciones voluntarias en las que cada quien decide como adelantar su propio plan de vida. Lejos de ser algo obsceno o salvaje, por lo tanto, el capitalismo es un sistema intrínsecamente moral que le ha permitido al mundo sacar a millones de personas de la pobreza.

Veamos primero el aspecto moral. En el capitalismo la generación de riqueza está a cargo del individuo y la única forma de lograrlo es produciendo algo que la sociedad valore. Es decir, dado que toda transacción es voluntaria, la única forma de salir adelante y desarrollar nuestro plan de vida es produciendo algo que beneficie a alguien más. Esto genera una fuerte competencia por producir más y mejores bienes y servicios, y todo intento de engañar o tomar ventaja es tarde o temprano eliminado por los propios mercados. El éxito en el capitalismo se genera, por lo tanto, a partir de la ética del trabajo y el esfuerzo individual orientado a buscar formas de satisfacer a los demás. Esto hace del capitalismo un sistema profundamente moral.

¿Qué hay de sus resultados en términos de desarrollo? Solo pregúntese qué países generaron riqueza y qué países generaron hambre y miseria. ¿Acaso Cuba, Venezuela y Corea del Norte han mejorado la vida de su gente desde que decidieron rechazar el capitalismo? ¿Que pasó con China, Vietnam y Chile cuando decidieron caminar hacia él? Vamos a los datos. Usando el índice de libertad económica del Fraser Institute, que mide el grado de capitalismo o de libertad de los mercados, el PIB per cápita de los países en el cuartil más alto de ese índice es ocho veces mayor al PIB per cápita de los países en el cuartil más bajo. La población más pobre en los países con mayor libertad económica tiene un ingreso anual casi 10 veces mayor al de la población más pobre en los países con menor libertad económica. La esperanza de vida es 15 años más alta en los países con mayor libertad económica que en los países con menor libertad económica. La tasa de mortalidad infantil es siete veces más baja en los países con mayor libertad económica que en los países con menor libertad económica. El porcentaje de la población viviendo en extrema pobreza es 21 veces más bajo en los países con mayor libertad económica que en los países con menor libertad económica. No existe, de hecho, un solo indicador de desarrollo para el que los países del cuartil más bajo en el índice de libertad económica le lleven ventaja a los países del cuartil más alto. Por donde se lo mire, el capitalismo ha sido tremendamente exitoso en términos de desarrollo y ha sacado a millones de personas de la pobreza (y, por si acaso, todos los países nórdicos, sin excepción, están en el cuartil más alto del índice de libertad económica).

¿Se puede hacer trampa o abusar en el capitalismo? Como digo antes, dado que toda transacción es voluntaria, los mercados serán muy eficientes en eliminar a los tramposos y abusivos a menos que, por supuesto, no existan alternativas o competencia. Esto puede pasar si algunas empresas cooptan el aparato estatal y generan regulaciones en su favor como barreras a la entrada. A esto se le llama crony capitalism en inglés o capitalismo de amigotes en español. Eso sí genera un sistema obsceno y salvaje, pero note el lector que esto no tiene nada que ver con el capitalismo. Este es el resultado de tener un Estado grande, corrupto e interventor de la economía. Si el Estado es enano y no influye en los mercados (además de hacer respetar la propiedad privada), a las empresas no les interesará cooptarlo y usarán sus energías en competir lealmente.

¿Qué pasa con los que no pueden producir algo que la sociedad valore? La ayuda y solidaridad voluntaria no solo son perfectamente compatibles con el capitalismo, sino que son su mayor complemento. Dense una vuelta por los datos sobre montos de caridad y donaciones por países y verán que los países más capitalistas son los más solidarios.

Así que no, el capitalismo no es obsceno ni salvaje, es la mejor idea de los últimos doscientos años.

Antonio Saravia es PhD en economía.



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