Brújula Digital|21|06|21|
Todo parece apuntar a que el 2021 será un año de rebote para la economía mundial. De acuerdo al FMI, la economía del planeta crecerá 5.4% este año después de un calamitoso 2020 en el que decreció 4%. Se espera además que la economía crezca un 4.4% el 2022 y se estabilice alrededor del 3.3% a partir del 2023 y por los siguientes cinco años.
La relativamente rápida reactivación mundial se explica por varias razones. La primera y más importante es la disponibilidad de vacunas y lo rápido que se ha progresado con la inoculación en un buen número de países desarrollados. Esto es crucial porque permite una recuperación estructural y de largo plazo: la gente puede salir a trabajar, se reduce el uso de recursos en salud haciendo que estos estén disponibles para actividades productivas y se devuelve la confianza necesaria a inversionistas, empresarios e innovadores.
Otras razones son circunstanciales y de corto plazo. Por un lado, los gobiernos de casi todos los países optaron por políticas expansivas que empujaron la demanda agregada. Aunque este desplazamiento contribuye al repunte en el corto plazo, estas políticas pueden ser muy costosas en el largo plazo. Por otro lado, muchas industrias empezaron a tratar de ponerse al día con la producción postergada el 2020 y esto generó un fuerte dinamismo que se reprodujo a través de la cadena productiva.
Aunque hay un claro optimismo a nivel global, es cierto que el repunte es dispar y a muchas economías, incluyendo la boliviana, les costará mucho subirse al tren de la reactivación. Las buenas noticias para nuestro país son que el dinamismo en los países desarrollados renueva la demanda por commodities y esto nos permite incrementar el valor de nuestras exportaciones (sobretodo hidrocarburos y minerales). El auspicioso 5.3% del IGAE del primer cuatrimestre se explica esencialmente por este efecto.
Las malas (pésimas) noticias son que el país no vacuna lo suficientemente rápido y que no tiene una estructura institucional que le permita alcanzar una reactivación solida y sostenible más allá de las fluctuaciones de precios internacionales. En esto último estamos pedaleando hacia atrás hace mucho tiempo. ¿Qué se debe hacer? Propongo aquí una lista mínima de siete puntos.
1. Debemos reducir significativamente el gasto público y el tamaño del gobierno. Una administración responsable debería minimizar la burocracia reduciendo el número de ministerios a la mitad.
2. Debemos flexibilizar el mercado laboral. No se puede crear riqueza cuando contratar y despedir resulta muy caro. Se deben eliminar el salario mínimo, el doble aguinaldo, la obligatoriedad de otorgar beneficios, etc. Esto no es “desproteger” al trabajador. Al revés, la flexibilización incrementa los incentivos a crear empleos y la probabilidad de que ese trabajador consiga ser contratado.
3. Se deben eliminar los cupos de exportación, los controles de precios y otras regulaciones que ponen al empresario en camisa de fuerza.
4. Se deben reducir, o eliminar, impuestos en lugar de crear nuevos.
5. Se debe mantener el tipo de cambio fijo sin darle al Banco Central la menor opción de monetizar déficits públicos.
6. Se debe reformar la justicia y otorgar seguridad jurídica a los emprendedores. Es una tarea titánica, lo sé, pero vital.
7. Se deben reformar los sistemas educativos y de salud moviéndonos hacia la privatización y el uso de vouchers.
Pueden parecer medidas radicales, pero no existe alternativa. Si no nos movemos en esta dirección nuestras reactivaciones serán siempre frágiles y nuestras crisis siempre dolorosas. Note además que la agenda no incluye producir algún producto específico (litio, software, etc.). Lo que debemos hacer es proveer un ambiente institucional que genere incentivos a emprender. El tipo de emprendimiento lo decidirán los agentes privados, no un iluminado planificador central, porque ellos son los que tienen la información y los incentivos,.^
* PhD en economía (Twitter: @tufisaravia).