Si la palabra antecede a la acción, entonces haríamos bien, especialmente la oposición, en escuchar y leer lo que dice el vicepresidente del Estado y Presidente del Congreso. El pasado 9 de diciembre, Día de la Anticorrupción, David Choquehuanca pronunció un discurso ante la comunidad internacional en La Paz y una audiencia principalmente de jóvenes, donde en 16 minutos desnudó a la corrupción como un problema principalmente moral que infecta a Bolivia.
Las pocas reacciones a su discurso argüían que éste era tan sólo palabras, pero ¿qué es el Parlamento sino el lugar donde se parla, se habla y, por tanto, se define las normas y conductas de una nación? Choquehuanca desarrolla toda una teoría moral del origen y consecuencias de la corrupción, desde una visión aymara e indígena americana originaria en general. Lo interesante es lo universal de sus planteamientos.
En efecto, Adam Smith, el padre de la economía y descubridor de “la mano invisible” que gobierna la economía, estaba obsesionado por la naturaleza moral del hombre y la sociedad. Su primer libro, publicado en 1759, trata sobre “la teoría de los sentimientos morales” en su búsqueda de descubrir la naturaleza humana y la “ciencia del hombre”. Él sostiene que a pesar de los horrores de lo que es capaz la gente, el ser humano, como especie, es esencialmente bueno y generoso, lo cual explica el progreso al que ha llegado la humanidad.
Choquehuanca nos presenta una visión similar a la de Adam Smith. Existe un orden natural que rige nuestra conducta, en el cual la vida fluye redistribuyendo el poder y la prosperidad entre toda la sociedad. Estancar ese flujo natural perpetuándose en el poder y favoreciendo sólo a sus elegidos va contra el orden natural y la moral. Léase esto como la crítica y censura al régimen de Evo Morales y su entorno; la crítica al autoritarismo, al privilegio y al acaparamiento.
Si la economía es el arte y la ciencia de administrar racionalmente la escasez, la antieconomía es lo opuesto: el derroche, la irracionalidad del gasto, el desperdicio y la apropiación injusta de los escasos recursos de una sociedad. En suma, la fotografía de los 14 años de gobierno evista, o lo que genéricamente llamamos del imperio de la corrupción, de la antieconomía.
Adam Smith, en su obra maestra de la búsqueda de la naturaleza y el origen de la riqueza de las naciones, publicado en 1776, buscaba descubrir cuál era el orden social natural que regía la conducta humana en forma espontánea. En otras palabras, cómo se rigen las sociedades dejadas libremente a su iniciativa natural. Siendo la esencia de su descubrimiento el que ellas, llevadas por el instinto individual natural de progreso, contribuyen al bien común y generan el progreso colectivo. En un flujo natural, como el que describe Choquehuanca.
En ese orden natural no cabe la dictadura del “soberano”, el capricho del jefe, la preferencia personal del caudillo, la visión “desde arriba”, la economía de comando y control, la planificación centralizada, la industrialización dirigida y artificial para sustituir importaciones a través de la regulación y restricción artificial del comercio. No cabe el gasto desenfrenado ni la creación de empleo público que no responde a las realidades económicas de división del trabajo y especialización internacional. Ni finalmente a nuestra urgente inserción a la nueva economía mundial producto de la pandemia. Todo aquello va en contra del orden y flujo natural de la vida social.
Debiéramos escuchar y leer mejor a Choquehuanca, economista encubierto. Sólo una aserción suya está equivocada: la corrupción no es el resultado de la crisis del capitalismo, sino más bien ésta es inherente a los sistemas centralizados, verticales y monopólicos. Sistemas dirigistas que no responden al flujo natural de las fuerzas económicas reflejadas en ese maravilloso descubrimiento de Adam Smith: la fuerza impersonal e invisible del mercado. Esos sistemas antinaturales y fallidos se llaman socialistas o movimientos al socialismo.
*Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado