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Mundo | 25/07/2025   15:46

Bienvenidos, pero no tantos: el desafío del turismo sostenible en Latinoamérica

Ante las múltiples protestas contra los turistas en Europa, en Latinoamericana los países aspiran a atraer más visitantes. ¿Cómo consolidar al sector? En Bolivia hay desafíos: la conflictividad y los bloqueos de carreteras recurrentes.

El Salar de Uyuni, Bolivia, unos de los atractivos turísticos más visitados de Latinoamérica. Foto ABI
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Brújula Digital|25|07|25|

Fabiola Chambi/Connectas

“No es paraíso si los locales no pueden costearlo”. La frase aparece en la pancarta de una protesta contra el turismo masivo y la gentrificación, realizada a principios de mes en Ciudad de México. Muchos destinos turísticos de Latinoamérica se promocionan como verdaderos paraísos y lo son. Pero quiénes y cómo lo disfrutan, parece ser el verdadero problema de hoy.

Los mexicanos afectados confiesan que se ha hecho imposible vivir en sus propios barrios donde los alquileres incluso aumentaron en un 70%, como en el caso de las populares zonas Roma y Condesa.

Este rechazo reproduce el que desde hace algunos años afecta a Europa, donde en varias ciudades han surgido manifestaciones y también medidas para reducir el impacto del turismo de masas. Por ejemplo, Barcelona, donde en las últimas semanas hubo protestas, implementó una regulación estricta de la plataforma Airbnb y servicios similares y restringió el acceso de autobuses turísticos a zonas del centro histórico. En Ámsterdam prohibieron nuevos hoteles y tiendas orientadas exclusivamente a turistas en el centro y lanzaron campañas para desestimular el “turismo de fiesta”. En París, uno de los destinos más codiciados, hay controles rígidos a los alquileres, en busca de un equilibrio entre la actividad turística y la vida de los residentes.

Para Fadrique Iglesias, planificador urbano y doctor en Patrimonio Cultural, el fenómeno de la gentrificación debe ser entendido desde los riesgos y oportunidades y mirar con atención estas protestas que ya están llegando a América Latina. “Uno de los mayores problemas es el peligro del desplazamiento de comunidades vulnerables debido a la congestión y el incremento de los precios. Esto puede generar una pérdida del carácter de barrio, llamado aculturación u homogeneización y puede destruir la ventaja competitiva que tenía la zona, eso que los residentes han hecho como único y que se va quedando atrás porque muchas ciudades llegan a parecerse a otras y se pierde ese elemento diferenciador que tanto busca el turista”.

Sin embargo, este fenómeno también tiene ventajas. Iglesias destaca la renovación de la estructura urbana y el desarrollo de la industria inmobiliaria. Y en el caso específico de América Latina considera que aún es posible “enderezar conductas y aprender de los riesgos”. “Hay herramientas de protección, se pueden tomar medidas preventivas y pensar en viviendas subsidiadas para colectivos en riesgo, por ejemplo. También ver las oportunidades de desarrollo local a partir del turismo responsable, sostenible, más de boutique, más respetuoso. Es posible potenciar el nivel cultural, incrementar el flujo de negocios, descubrir el patrimonio inmaterial a través de la gastronomía y los festivales, y diversificar actividades para no perder eso que hace únicas a estas ciudades”, dice el experto.

Pero más allá de eso, no se puede negar el potencial del turismo a nivel global como tampoco el impacto en el estilo de vida de los residentes. Casi un juego de protagonistas y antagonistas desafiados por una forma de convivencia incómoda, pero ineludible. 

A unos 30 kilómetros de Santo Domingo, la capital de República Dominicana, está Boca Chica, una de las playas más conocidas de ese país, que desde hace algunos años apuesta por un turismo más sostenible desde la inversión público-privada. Este lugar particularmente atrae tanto el turismo internacional como el local, por eso Magyerlin Blanc, chef del Restaurant Mie by Sporting, se refiere al cambio de la dinámica después de la pandemia.

"Los turistas europeos son los que más recibimos en la isla, pero también tenemos nuestros clientes locales, lo que son asiduos y valoran el esfuerzo que hacemos y a los que valoramos también (…) Nuestra mayor satisfacción es la cocina porque es elaborada al momento, con ingredientes frescos y naturales, nada condimentado, por eso la gente debe esperar para comer, pero luego que la prueban nos agradecen y ese es el mayor factor de felicidad para nosotros”, relata Blanc, secretaria general del Clúster Turístico Boca Chica.

Conocer y experimentar la gastronomía local es sin duda una de las mayores motivaciones de los viajeros y va mucho más allá, aunque no todos lo entienden de esta manera. “Ha habido una dinámica de romper paradigmas”, dice Tatiana Mejía, pionera en turismo gastronómico en Suramérica y fundadora de astuviaje gourmet. 

“Después de la pandemia la gente realmente comenzó a hacer consciencia sobre las comunidades, lo experiencial y cumplir los objetivos de desarrollo sostenible. Mirar los sabores desde la riqueza cultural es muy diferente a ser ‘foodie’: voy a restaurantes y como rico. El turismo gastronómico es conectar con la historia detrás del sabor, con todo lo cultural y social que hay detrás de un ingrediente o un fogón ancestral”.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), alrededor del 40% de los viajeros en todo el mundo elige su destino considerando la gastronomía como un factor clave. Perú, por ejemplo,  es uno de los grandes líderes del turismo gastronómico y ha sido 12 veces nombrado Mejor Destino Culinario del Mundo en los World Travel Awards. Aunque su carta de presentación más popular es el ceviche, la cocina peruana cada vez ofrece más alternativas aprovechando su variedad de productos locales y la fusión con los conceptos modernos.

El turismo gastronómico no solo se queda en la industria hotelera o los restaurantes, pues tiene impacto en toda una cadena de valor que incluye a los agricultores, artesanos, guías turísticos y chefs entre otros. Por eso está considerado como una de las mayores oportunidades de crecimiento de la región. De hecho, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que en 2024 participaron en la Feria Internacional de Turismo (FIT), firmaron un acuerdo que busca “posicionar el patrimonio culinario regional como un eje central en la promoción turística a nivel global”.

Mejía, quien es curadora de experiencias de turismo gastronómico y además creó el podcast ‘Viajar comiendo o comer viajando’ asegura que este es un momento de grandes oportunidades para la región. Por eso, dice, es necesario hacer algunas reflexiones: “Colombia, por ejemplo, es un país muy diverso, pero como nosotros vivimos acá con esa variedad de frutas, con la cantidad de aves endémicas, con tantos ríos, con dos océanos, para nosotros es normal y entonces tendemos a no darnos cuenta (…) Dentro de tanta riqueza no vemos el potencial que tenemos y eso pasa en diferentes países de Latinoamérica”.

Cómo vender la mejor cara de un país

El turismo tiene una cara poco conocida. Según el más reciente Barómetro del Turismo Mundial, difundido en enero de 2025, el continente americano recibió un total de 213 millones de llegadas en 2024. Eso representa el 97% del nivel de antes de la pandemia, con una disminución de solo el 3% en comparación con 2019 y una recuperación del 99%, “impulsada por el renacer de mercados clave como Asia y el Pacífico”.

Este informe de ONU Turismo trae un dato clave: El Salvador lideró el mayor aumento con un 81%, al ubicarse como el segundo destino con mejor desempeño global, solo detrás de Catar, que reportó un 137%. Este panorama resultó favorecedor para el presidente Nayib Bukele, quien no tardó en celebrar el logro de su país y destacar que pasó de ser “la capital mundial de los homicidios al segundo destino turístico con mejor rendimiento en el mundo”. En este caso, el mejor desempeño de la actividad se convirtió en una herramienta para lavar la cara de un régimen que ha mostrado un limitado respeto por los derechos humanos.

Pero más allá de eso, ¿puede el turismo servir como herramienta eficaz de reputación internacional? En este sentido, hay varias respuestas. Desarrollar proyectos turísticos puede reducir los índices de criminalidad en zonas específicas y además diversificar la economía. De acuerdo con The World Travel & Tourism Council (WTTC), el turismo aporta más del 10% del PIB en muchos países latinoamericanos, con efecto multiplicador en sectores como transporte, comercio y servicios.

Sin embargo, no se puede dejar de lado la contradicción entre la realidad social y la imagen turística. Brasil y Venezuela tienen destinos considerados polos de atracción, pero no son un secreto sus niveles de crisis interna. El verdadero desarrollo debe plantear cambios estructurales en gobernabilidad, infraestructura, seguridad, educación y no solo vender ese “turismo burbuja” que en realidad podría ser una antítesis del país.

Por otro lado, los esfuerzos del “country branding” o marca país, bien sustentados y gestionados resultan muy efectivos para modificar narrativas negativas. Por ejemplo, Colombia, utilizó en 2008 el concepto en una de las campañas más exitosas de ese país marcado por la violencia. “Colombia, el riesgo es que te quieras quedar” no solo se leía en los espacios públicos más importantes sino que tuvo el eco esperado fuera de sus fronteras al desafiar el imaginario que muchos tenían en el extranjero.

Bolivia: confictos y bloqueos

Pero también está el caso de Bolivia cuya situación de extrema conflictividad y recurrentes bloqueos de carreteras ha ahondado la crisis. Datos oficiales indican que el turismo pierde unos 540.000 dólares por día debido a estos hechos. Las empresas operadoras turísticas reportaron que el 50% cerraron sus puertas el año pasado. Un impacto palpable en la medida en que no se ha encontrado la forma de lidiar con la inseguridad social, además de la escasez de dólares y combustibles.

Es imposible negar la importancia del turismo a nivel global, y hay que reconocer que en las últimas décadas esa actividad se ha democratizado en forma evidente. Ya no es un privilegio de unos pocos y las ciudades lo están entendiendo al impulsar la sana competitividad con sus atractivos. “Hoy en día es más fácil viajar en América Latina y el mundo, la oferta de vuelos, de buses, de información, que hace 25 años era de muy difícil acceso, ya no lo es. Ir a Machu Pichu o el Salar de Uyuni tiene facilidades con la geolocalización, ChatGPT y todas las herramientas que dan una mayor ventaja al turismo diversificado y cultural. Hoy podemos hablar de una democratización real y de acceso al turismo”, asegura Fadrique Iglesias.

Esa democratización, paradójicamente, hizo crisis en Europa, donde literalmente no quieren ver un turista más. Sin embargo,   esa situación ha abierto una oportunidad para que América Latina aproveche una actividad de enormes posibilidades económicas, pero desde un punto de vista sostenible, que entiende la importancia del medio ambiente y de las comunidades receptoras. Turismo sí, pero responsible.



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