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Economía | 02/11/2023

|OPINIÓN|La guerra y la moral|Rolando Morales|

|OPINIÓN|La guerra y la moral|Rolando Morales|

Destrucción en Gaza por los bombardeos israelíes./EFE

Brújula Digital |02|11|23|

Rolando Morales 

En la primera parte de este artículo manifiesto mi ira sobre las guerras, cualquieras sean estas. En la segunda parte, no propongo ninguna solución porque no la tengo, pero planteo algunas hipótesis a futuro.

La génesis de la moral, es decir ese conjunto de preceptos sobre lo que es bueno hacer y lo que no es, acompañado de sistemas de premios y castigos, ha preocupado a los filósofos desde tiempos inmemoriales. Algunos han supuesto que es algo propio al género humano y que la naturaleza nos la regala al nacer. Otros dicen que se aprende durante la vida, asociando este aprendizaje a la cultura y la tradición. En este mismo orden de ideas están lo que suponen que la moral es el resultado del balance entre los daños que se puede hacer y los que se puede recibir al cometer un crimen.

Teniendo en cuenta que el actuar de alguna gente no condice con valores morales la primera teoría lleva a la conclusión que hay quienes nacen con fallas en su constitución y que es más conveniente, por el bien de los demás, separarlos de la sociedad dándoles prisión perpetua o incluso pena de muerte. Los que promueven guerras entrarían en esta categoría. La segunda teoría lleva a preguntas inquietantes como por ejemplo ¿hay culturas que promueven la paz y otras inclinadas a la guerra? ¿Por qué los países de Europa, en particular Inglaterra y Alemania, además de Estados Unidos, han sido los promotores de la mayor parte de las guerras en los últimos siglos? Pasando a la idea de los balances ¿no temen que el mundo entero se enoje algún día con ellos? Para evitar que las víctimas del nazismo se levantaran contra Hitler este propuso “la solución final” refiriéndose a su intención de exterminar al pueblo judío. Hoy día cabe la pregunta ¿cómo piensa Israel evitar la revancha del pueblo palestino? ¿Piensa aplicar “la solución final” de Hitler?

Palestina no es un país, es una región que estuvo bajo el protectorado inglés hasta 1948, cuando se creó Israel en una porción de ese territorio. El compromiso inicial de Naciones Unidas fue el de dar paso a dos Estados independientes, uno manejado por los judíos y otros por la población local de origen musulmán o cristiano, pero solamente se creó uno, dejando el resto de la Palestina como tierra de nadie, lo que permitió a Israel extender su dominio en desmedro de la población local. La permisividad otorgada por Occidente a Israel, apoyada con cuantioso armamento, fue la fuente de numerosos conflictos armados entre las comunidades judía y las musulmanas y cristinas desde entonces. La actual guerra de Palestina es, en gran medida, una fabricación del Occidente, en especial de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania.

En todas las religiones está prescripto matar. En las Tablas de Moisés es una prohibición absoluta, no plantea excepción alguna. En el Corán también está prohibido matar, pero se considera la excepción de la defensa propia. Israel hace caso omiso a los principios religiosos que dice sostener. Ahora se encuentra abocado a masacrar sin piedad a miles de palestinos “en respuesta” al atentado que Hamás realizó el 7 de octubre pasado. No se puede justificar ese atentado, pero tampoco se puede pasar por alto que Israel mata a muchos inocentes, entre ellos niños, que no tienen relación alguna con Hamás. Entre el 7 y el 31 de octubre Israel mató 3.850 niños palestinos. La revista inglesa The Economist dijo que mueren muchos niños porque en la estructura demográfica de los palestinos predominan los menores de edad. En otro artículo, haciendo una contabilidad macabra sobre el número de muertos en las últimas guerras, se “extrañan” de la gran cantidad que hay en esta guerra.

La mayor parte de la población en Bolivia ignora lo que ocurre en la Palestina, pero muchos de los que saben no manifiestan ni pena ni rabia. Algunos intentan justificar la ocurrencia de una guerra con la frase “son cosas de la política o de la economía”, es decir, naturalizan las muertes provocadas por las guerras. No les importa los muertos y no quieren pensar porqué ocurren las guerras. Es una reacción compartida por mucha gente en el mundo.

A los pocos días del ataque de Hamás, el presidente Biden de Estados Unidos llegó a Israel en un gesto que el mundo entero interpretó como un espaldarazo al premier israelí Netanyahu para “defender” a su país de los terroristas. Viendo que esa defensa concluía en la masacre de miles de inocentes y considerando la fuerte reacción que eso producía en el mundo, cambió su discurso proponiendo ayuda humanitaria para la población de Gaza y pidiendo moderación a Israel. Pero Estados Unidos y sus aliados europeos no quisieron suscribir una resolución de las Naciones Unidas pidiendo el cese de hostilidades, es decir, parar la guerra y las masacres.

Biden, con alguna ingenuidad, declaró que seguiría enviando armamento a Israel y que ello ayudaba a la economía estadunidense. Dijo lo que todos saben y lo que otros países europeos lo hacen también.

¿Cómo parar la guerra y la consecuente masacre en Palestina? La solución de sentido común es clara: se debe dar curso a dos Estados independientes en el territorio palestino, con límites claramente definidos, y que se respeten mutuamente. Jerusalén, que es un sitio donde convergen tres culturas y tres religiones debe ser declarado neutro, con una administración común de los dos Estados. Todo esto suena a “bon enfant” mientras no se recuperen los principios morales de no matar ni maltratar al prójimo, lo que no se logrará mientras no haya un equilibrio de fuerzas políticas en el mundo. Posiblemente, ese es el rumbo que marcará la historia.



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