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Economía | 06/09/2025   02:00

|ANÁLISIS|Urgente: reposicionar el rol de los pequeños y medianos productores agrícolas|Elizabeth Jiménez|

Esta población efectivamente vive entre “varios mundos”, proveyendo, además, mano de obra que se adecua a las necesidades de una economía como la boliviana.

Productores de alimentos en una feria. Foto ABI
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Brújula Digital|06|09|25|

Elizabeth Jiménez

La agricultura de pequeños y medianos productores, conocida también como agricultura familiar, campesina/indígena, y gracias a la cual todavía tenemos los bolivianos una alimentación diversa, está casi completamente ausente de los planes de gobierno de los dos frentes que se disputan el futuro de Bolivia.  

Esta sorprendente ausencia se explica porque el énfasis de los planes de gobierno presentados ha sido, y continúa siendo, la agroindustria, presentada como el puntal del crecimiento por su participación en las exportaciones y, por lo tanto, en la generación de divisas; su asociación con la modernización, la innovación tecnológica y la biotecnología, entre otros aspectos. 

Afortunadamente, la alimentación de los bolivianos todavía incluye una variedad de verduras, tubérculos, frutas y cereales que no son producidos por la agroindustria, sino, más bien, por pequeños y medianos productores que dependen fundamentalmente de la mano de obra familiar.

Una pregunta importante es ¿hasta qué punto estos “otros actores” contribuyen a la alimentación de los bolivianos? Desafortunadamente, en Bolivia no contamos con información sistemática y rigurosamente obtenida a nivel nacional que ayude a aproximarnos a una estimación realista de la importancia de los pequeños y medianos productores familiares.

Un estudio de Cipca, que utiliza una encuesta agropecuaria, estima que en el 2015 el 63% del consumo de alimentos de los bolivianos provenía de esta agricultura.  Cifra por demás significativa. El INE prepara la realización de un nuevo censo agropecuario para mediados de 2026. La responsabilidad es enorme, porque incluye la necesidad de identificar y caracterizar apropiadamente la participación de todos los actores del sector agropecuario en Bolivia, más allá de la agroindustria 

Tradicionalmente, se caracteriza a la agricultura de pequeños y medianos productores, como precaria, de “subsistencia” y con innumerables problemas de eficiencia. Para comenzar, no hay agricultura de subsistencia en Bolivia. Como lo demuestran numerosos estudios en el altiplano y los valles, en la Bolivia actual difícilmente se encuentra productores que produzcan solo para subsistir, que tomen decisiones exclusivamente orientadas a su consumo familiar y, por tanto, contribuyan poco o nada a la oferta de alimentos.

 Con contadas excepciones, los productores están articulados a mercados de producción agrícola, pecuaria y de mano de obra, contribuyendo, por tanto, no solo a la producción de alimentos, sino también a la provisión de servicios, a través de mano de obra, barata, flexible, que se acomoda a las demandas de la economía boliviana. 

La agricultura familiar es altamente heterogénea. Están los que comercializan directamente a pequeña escala en ferias locales, los que lo hacen a través de “rescatistas”. Se organizan a través de asociaciones para producir, comercializar y hasta exportar. En efecto, productores de quinua y el cacao, entre otros, han logrado participar en grandes mercados globalizados, introduciendo cultivos antes desconocidos, como el caso de la quinua, por ejemplo, logrando establecerse entre los primeros productores mundiales. 

Todo esto gracias a su capacidad de acción colectiva, venciendo problemas de organización y asumiendo las exigencias de la producción orgánica, en medio de una casi una total ausencia de políticas del Estado. Es el caso de Anapqui y el CEIBO, entre otros, cuyas experiencias tendrían que servir para el diseño de políticas orientadas a fortalecer las capacidades de acción colectiva de pequeños y medianos productores agrícolas. 

Es importante notar que pequeños y medianos productores representan una población altamente móvil que se mueve entre “varios mundos,” aprovechando oportunidades laborales y, al mismo tiempo, manteniendo su identidad en el mundo rural. Así, en la Bolivia actual, no hay comunidades rurales aisladas de la vida económica y política del país. 

En 1983, el comprometido antropólogo Xavier Albo, junto G. Sandoval y T. Greves, publicaron el libro titulado Cabalgando entre dos mundos, en el que explican la experiencia de los residentes aymaras en la ciudad de La Paz que vivían “…con un pie en la cultura aymara y otro en la cultura urbana”. 40 años después se podría decir que los migrantes rurales, en realidad, cabalgan “en varios mundos,” incluyendo el de la comunidad de origen, donde se mantiene el acceso y uso a la tierra y, por tanto, la producción agropecuaria.

Al mismo tiempo, la población rural ha incursionado en otros importantes sectores de la economía, como el de la minería, transporte interprovincial, comercio, turismo (en el caso del altiplano sud), por citar algunos. En el proceso, esta población efectivamente vive entre “varios mundos”, proveyendo, además, mano de obra que se adecua a las necesidades de una economía como la boliviana. 

Por todo lo cual, el llamado “salto urbano” de la población, reportado en los resultados del último Censo, tiene que ser considerado cuidadosamente. La población rural se ha vuelto más cosmopolita; la comunidad es donde se mantiene la identidad, el acceso a tierras y la producción agrícola.



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