Las exportaciones, elemento central y el más dinámico para darle impulso y sostenibilidad al crecimiento económico, presenta una caída del 15%. Refleja la tendencia más dramática de la economía boliviana
Este martes, el Instituto Nacional de Estadística informó que Bolivia registró un crecimiento económico de 2,31% al tercer trimestre de 2023. En esta columna, Alberto Bonadona reflexiona respecto a esto.
Alberto Bonadona
En toda oportunidad que pueden, las autoridades exhiben las cifras de una baja inflación, crecimiento del PIB y una baja tasa de desempleo. Cifras que corresponden a lo que acontece en una parte de la economía nacional, pero, caracterizadas por su falta de contextualización. No revelan lo que efectivamente ocurre en el empleo, donde prevalece un alto grado de informalidad y preocupante precariedad (más del 80% del empleo se encuentra en esa situación). La baja inflación y la tasa de crecimiento no necesariamente son datos alentadores. La baja inflación es también una muestra de una falta de dinámica en el conjunto de la economía que refleja la gran caída de las exportaciones de gas natural desde hace más de un lustro.
Un crecimiento de 2, 31%, para una economía pobre como la boliviana, no es una muestra de una actividad que promete mayor bienestar para toda la población. Por lo general, este dato debe compararse con el crecimiento de la población, el cual fue de 1,56% en 2022. O sea eso deja un crecimiento de 0,7% de la producción por persona. Nada esperanzador.
Las exportaciones, elemento central y el más dinámico para darle impulso y sostenibilidad al crecimiento económico, presenta una caída del 15%. Refleja la tendencia más dramática de la economía boliviana. Es la causa fundamental de la falta de divisas en el Banco Central de Bolivia y es la muestra que no se dio la debida importancia a la generación de otros productos de exportación o, peor, la negligencia de no haber impulsado la exploración de nuevos pozos de gas.
Alberto Bonadona es economista