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Economía | 14/12/2023   12:03

ANÁLISIS|Ecodiésel como alternativa al biodiésel, para defender la biodiversidad|Roger Carvajal|

Brújula Digital |14|12|23|

Roger Carvajal Saravia

Una de las apuestas que ha propuesto el Gobierno es la sustitución del diésel por el llamado biodiésel. Este material que por definición no es un biocombustible, sino un agro-combustible (hay que hacer cultivos agrícolas de especies oleiferas), está prohibido por el art 24 de la ley 300 o de la Madre Tierra, puesto que para su obtención se deben sembrar extensas regiones con plantas que producen aceite como la soya, la jatropha o la palma africana.

Esto, obviamente significa deforestar enormes áreas de bosque, ya que estas especies crecen en zonas cálidas (en especial la palma africana) que, en el caso de Bolivia son las de la cuenca amazónica. Desafortunadamente, para lograr esto buenas son las quemas, como la más reciente, pero lo grave de este hecho es que en la situación y ubicación actual (la Amazonia subandina), es que la quema de bosque para estos propósitos conduce a la drástica eliminación de la biodiversidad local (estos cultivos no admiten competencia por nutrientes del suelo) lo que conduce a la erosión y, por la necesidad de secar el suelo eliminando infiltraciones y cursos de agua cercanos, a la desertificación, la experiencia colombiana con la palma africana es amplia e instructiva en este aspecto.

Asimismo, el cultivo de estas especies introducida provoca el desequilibrio del ecosistema (como lo prevé el reglamento andino de Bioseguridad al cual está adscrito nuestro país, pero no se cumple) lo cual, entre otras cosas, conduce a la aparición de plagas, puesto que los controladores biológicos (aves y serpientes para roedores, batracios para larvas de vectores, etc.) son eliminados y al encuentro del humano con nuevos patógenos propios de la fauna silvestre cuyo hábitat se ha invadido. Ejemplos de este proceso lo tenemos en Bolivia con la fiebre hemorrágica boliviana (80% de letalidad) transmitida por ratas en regiones donde se practicó la ampliación de la frontera agrícola (San Joaquín, el Chapare, Caranavi). Esto obliga al uso masivo de agroquímicos tóxicos que afectan a la población y especies vivas colindantes a los cultivos y configuran lo que en otros países se ha llamado el desierto verde.

La contribución del cultivo de la palma africana al calentamiento global por sustituir el bosque amazónico es significativa, puesto que no cumple el papel propio de la floresta amazónica de enfriar la atmosfera por evapotranspiración, por su baja superficie foliar en comparación con el bosque intacto. Pero lo más grave, en este orden, es la contribución de estos cultivos a la sequía en la propia región amazónica, pero de manera más incidente y perniciosa en el occidente andino ya que esa especie africana tampoco contribuye al traslado de las masas de humedad (nubes) desde el atlántico a los andes en el circuito hidrodinámico andino-amazónico, puesto que este es un papel propio de los bosques amazónicos en pie, dada su naturaleza bioquímica. Este hecho ya se observa en la actualidad con la deforestación para el cultivo de oleaginosas y cría de ganado, que alteran el régimen de lluvias siendo la consecuencia la sequía, como la que estamos sufriendo (las tenues lluvias actuales son de origen polar y de época; las de origen amazónico del resto del año ya no llegan con la fuerza suficiente).

Pero se podría decir que negocios son negocios" (los economistas consideran el desequilibrio ecosistémico como una externalidad). Pero los números dicen lo contrario. Para obtener un litro de biodiesel se requiere un litro de aceite (de soya, de palma o de otra especie) y esta va de los 0,8 a los dos dólares. El costo de la transesterificación (metanol y ácido sulfúrico o hidróxido de sodio como reactivo y catalizadores, respectivamente) el menos de 0,2 dólares por litro lo cual hace que el costo sea al menos de siete bolivianos, sin contar transporte, comercialización, distribución, tratamiento de los desechos industriales químicos, etc.

La demanda de diésel actual (2,1 millones métricos por año) si tuviera que satisfacerse con el biodiésel de la soya requeriría multiplicar por ocho la superficie agrícola actual (deforestar 12 millones de hectáreas) o sembrar casi un millón de hectáreas de palma africana. Los costos ambientales de ello serían enormes, aunque no se moneticen: la sequía, la desertificación, la pérdida de biodiversidad, el encuentro con nuevos agentes virales que propician la aparición de enfermedades emergentes y reemergentes, el daño a los pueblos indígenas, etc., no se incluyen en las cuentas nacionales.

Entonces queda la pregunta: ¿existen alternativas menos dañinas a la naturaleza, para producir combustibles sin sembrar especies peligrosas, ya que no podemos seguir comprando y subvencionando el diésel de petróleo? La respuesta es sí. Existen procedimientos como la despolimerización catalítica o la despolimerización térmica que producen lo que se llama el Eco-diésel, tecnología que ya se aplica en Canadá y Alemania. Esto consiste en efectuar lo que hizo la naturaleza a lo largo de miles de años (produjo petróleo a partir de bosques y animales enterrados por cataclismos durante la formación de cordilleras y otros accidentes geológicos), en pocas horas.

La biomasa puede someterse a procesos de desestructuración de moléculas complejas a cadenas simples de hidrocarburos aprovechando la actividad de catalizadores diversos que bajo presiones y temperaturas establecidas se transforman en diésel. Para esto se usa desde basura orgánica (plásticos, restos de alimentos) hasta la biomasa de los desechos agrícolas que se producen en la siembra/cosecha de distintas especies (girasol, soya, etc.), de las que la parte útil (alimento) solo es un mínimo porcentaje (1-3%) y lo demás se quema, contaminando el ambiente. La biomasa de los terrenos para preparar la siembra (chume, malezas, arbustos), que actualmente se quema -gracias a las leyes incendiarias-, también puede tener este tratamiento, respondiendo así a la demanda que hozo recientemente Evo Morales al justificar la negativa a derogar dichas leyes.

Como se ve, este procedimiento no requiere ni un metro cuadrado de deforestación y evita la quema de residuos agrícolas y biomasa. La disponibilidad actual (10 ton por hectárea x 1,5 millones de hectáreas sembradas) de esta sobrepasan abundantemente lo que se requiere para producir todo el diésel que necesita el país y más.

Por lo demás, los que ofrecen este tratamiento, muestran en sus cálculos un costo de 0,4-0,7 dólares, mucho más barato que el “biodiésel” y las plantas de tratamiento estarían en el marco de una mayor competitividad ya que además del menor costo, no liberan residuos tóxicos como las plantas de biodiésel y su consumo energético solo produce CO2 y agua, lo que le confiere el nombre con el que se le conoce.

Por todo lo anterior, será importante que los tomadores de decisiones, exploren el conocimiento existente (prospección tecnológica) antes de embarcarse en aventuras que pueden llevarnos al desastre, por la urgencia de resolver problemas generados por la falta de previsión en otros ámbitos. 





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