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Brújula Digital |14|10|23|
Propongo una nueva política de precios de la gasolina que no dañe a los sectores más pobres. En una primera parte de este artículo, explico los problemas que generan su precio reducido mientras que en la segunda parte entrego algunas sugerencias para corregir el precio de la gasolina sin dañar la economía familiar.
El bajo precio de la gasolina incide negativamente en el presupuesto fiscal, en la balanza de pagos, en la contaminación del medio ambiente y en las condiciones de bienestar de la población.
Bolivia importa gasolina a precios internacionales y la vende a un precio reducido. La diferencia es objeto de subvención. En el año 2022, esta llegó a 1700 millones de dólares explicando el 57 por ciento del déficit fiscal. Se estima que una parte importante de la importación de gasolina fue reexportada a los países vecinos debido a la abismal diferencia de precios; precio en dólares por litro en Bolivia 0.54, en Perú 1.42, en Chile 1.52, en Argentina 1.01, en Brasil 1.02.
En el año 2022, las importaciones de carburantes por 4 mil millones de dólares significaron una pesada carga para la Balanza de Pagos. En un contexto donde el precio de los automotores asiáticos disminuye aceleradamente, el bajo precio de la gasolina fue un incentivo más para comprarlos. Siendo ya excesivo el tamaño del parque automotor de 3 millones de unidades para una población de 12 millones de habitantes, crece al 7-10 por ciento anual. La abultada importación de automotores incide negativamente en la Balanza de Pagos. Las emisiones de CO2 han crecido 2,175 megatoneladas en el año 2021, un 10,74% respecto a 2020. Posiblemente, en la actualidad son mayores. El gran número de automotores en centros urbanos incide negativamente en las condiciones de vida de la población.
Todo hace pensar que se requiere una política, con un componente económico y otro administrativo. que desincentive la demanda interna y externa de gasolina.
En lo económico, mi sugerencia es transferir el subsidio a la gasolina al transporte público. La estrategia para lograrlo tendría las siguientes componentes: 1) Aumentar el precio de la gasolina, 2) Con el ahorro que se obtenga con ese aumento, subsidiar los pasajes en el transporte público para que su precio no suba, incluso podría disminuir, 3) En las paradas de buses y taxis, instalar máquinas para emitir pasajes, 4) A fines de mes, a los operadores del transporte se les entregará un subsidio proporcional al número de pasajes que presenten. Esta puede ser la ocasión para asegurar el buen estado de los automotores de servicio público.
En lo administrativo, sugiero dos medidas. La primera se refiere a mejorar el uso del sistema B-Sisa para controlar la compra de gasolina, que cuando es excesiva, posiblemente está destinada a la reexportación. También corresponde mejorar el uso de los GPS instalados en las cisternas para evitar su desvío hacia destinos desconocidos. La segunda medida administrativa que sugiero es la de restringir el ingreso de automotores de más de 2000 cc de cilindrada a los centros urbanos, considerando algunas excepciones para casos particulares. Además, sería conveniente construir ciclo vías y promocionar el transporte combinado teleférico, tren, buses y bicicleta.
Los resultados de los componentes de esta política serían: 1) La disminución de la demanda interna y externa de gasolina sin dañar la economía de los usuarios del transporte público, 2) La disminución del déficit fiscal, 3) Menores importaciones de gasolina y de automotores, 4) La disminución del uso de automotores privados, 5) La disminución de la contaminación ambiental y una mejoría en la calidad de vida en los centros urbanos.
Colateralmente, sería aconsejable tomar medidas para embellecer las ciudades de manera que el caminar en ellas sea un verdadero placer.