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Cultura | 31/01/2020

Pedro Susz Kohl, el autocrítico

Pedro Susz Kohl, el autocrítico

Pedro Susz

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Milton Condori

“Ese crítico francés protestón que toma las armas contra los molinos de viento de la cadena Gaumont, ese eterno gruñón, ese reventador del coro de alabanzas, lo conozco muy bien y con motivo: entre 1954 y 1958 era yo”.

Francois Truffaut

Hay ciertos hombres que despiertan temor por su manera de hablar. Otros que apelan a no decir nada. También están los que se esconden y muestran más y los que nos maravillan por la vasta cultura que tienen. Todos ellos son Pedro Susz Kohl y Pedro Susz Kohl son todos ellos.

Tímido ante los demás, el esposo de Norma Merlo fue presidente del Consejo Municipal y director de gobernabilidad de la Alcaldía. El actual concejal ayuda a criar a los nietos de su hermana. Honesto en todo el sentido de la palabra. De un humor lacónico y a veces cáustico que me recuerda a Guillermo Cabrera Infante. De voz inquisidora, como dice Alfonso Gumucio, uno de sus amigos. Conocerlo es fácil porque tiene una cordialidad natural; verlo y saber cómo es, ese es el dilema.

Pedro Susz Kohl nació el 2 de octubre de 1950 en la ciudad de La Paz, una fecha de cumpleaños que pocos conocían, incluso los ediles de la Alcaldía donde él trabaja, porque no le gusta revelarla.

Sus padres fueron judíos que emigraron a Bolivia en 1942. Su padre se llamaba Pablo Susz y su madre, Bertha Kohl. El papá de Susz trabajó como electricista en una empresa que era del abuelo de Carlos Mesa, que luego quebró. Su madre estudió en el Instituto Americano, pero nunca llegó a tener una profesión porque era la época en la cual se creía que las mujeres solo debían ser amas de casa.

Pedro Susz deja de ser Pedro Susz y adquiere la condición de hombre desenfrenado cuando juega Strongest: “soy un fanático desencadenado que por años me he desencantado de nuestro fútbol, pero no de mi equipo”.

Estudió frustradamente tres años en la carrera de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés que, luego de un episodio lamentable –como él lo llama–, decidió abandonar. Luego de esa situación, fue exiliado en La Argentina donde encontró una carrera que era, en esos tiempos, un disparate estudiar: ciencias de la comunicación social.

Pedro Susz, además de seguir los resultados del Tigre, lee: “Soy un lector ávido que lee todo lo que llega a mis manos”. Leyó a André Malraux quien creía que el hombre estaba condenado al drama y que la tragedia era su destino. Releyó docenas de veces la Condición Humana del mismo autor, libro que le enseñó la importancia de la autocrítica. Condición que no ha perdido, condición que practica y recomienda. Llegamos a la conclusión irónica que el mejor crítico de cine boliviano es un especialista en autocrítica...

Encontró también, en Argentina, el otro condicionante para convertirse en Pedro Susz: el cine:

--Bueno, en algún momento, en México, me preguntaron sobre el cine y yo dije que el cine es aquel espejo de la humanidad donde uno vive sus mejores sueños y sus peores pesadillas. Eso porque ahí se conocía al mundo durante una hora y media; ahí uno sueña la mejor aventura o sufre su peor pesadilla. Ese es el cine.

De ahí es que estudió cine, de manera paralela a comunicación social, en el Centro de Cultura Experimental de Buenos Aires. Lugar donde se descubrió, antes que los suecos lo hiciesen, a Ingmar Bergman, director del Séptimo Sello, película que plasmaba la prolongación de la vida ante la muerte por medio del juego. Susz es un aficionado del cine de Jean-Luc Godard, aunque, en sus inicios, publicó una crítica al respecto admitiendo que no entendía las películas del cineasta. Ese fue el punto de partida para su vasta carrera de crítico de cine.

--La crítica es una opinión informada sobre una película. Pero, como lo he dicho alguna vez, la crítica es escribir artículos de cine que nadie lee sobre cine que nadie ve. Porque lo he dicho varias veces: la producción cinematográfica boliviana tiene un desarrollo cuantitativo admirable, pero no se corresponde con un idéntico nivel de desarrollo cualitativo.

Creo que el cine boliviano, cuando era difícil hacer cine, tenía un gran rigor, un gran compromiso introspectivo para averiguar quiénes somos y qué lugar ocupamos en el mundo, y todo eso se fue perdiendo. Se hizo más fácil hacer cine gracias a los recursos digitales, pero se fue perdiendo ese rigor y hoy en día es un poco errático el cine boliviano. Porque no se sabe por qué se hicieron, para qué se hicieron. Lamentablemente eso fue desencantando a las nuevas generaciones.

En su tiempo se esperaba que una película como un acontecimiento de masas, pero no fue así. Antes, una película boliviana atraía a una cantidad enorme de gente, hoy las películas bolivianas llegan a cartelera, están unos días, y pasan sin pena ni gloria. Algunas merecen mejor suerte, otras sin suerte, pero existe poco debate, poca reflexión sobre el cine. No tenemos cineclubes. En su momento teníamos como ocho cineclubes que funcionaban en la ciudad que ayudaban a formar a los espectadores, que ayudaban, también, a formar a los directores que discutían sobre la historia del cine. Muchos directores de esta generación desconocen la historia del cine universal, y también la propia historia del cine boliviano.

¿Y para qué sirve una crítica?

--Una crítica debe servir, enteramente, para crear un diálogo eventual entre la película y el espectador, para profundizar un poco más en lo que se ha visto y definir, entonces, si ha valido la pena ir a ver dicha película; para confrontar lo que dice el crítico y lo que puede decir el espectador, porque ellos eligen qué ver y no ver. O como dije en uno de mis textos: “el fin último de la crítica debe ser guiar una manera distinta de ver, no solo de mirar, activando el criterio propio tanto del lector como del espectador, dejando de lado el solo consumo inducido por la propaganda, la moda o lo que fuera”

Cuando le pregunto su opinión sobre Robert Bresson, el director de cine francés, don Pedro pone la mirada atenta a ese nombre que le produce nostalgia: Susan Sontag afirmaba que Bresson era un cineasta frío, pero era esa frialdad la que le permitía mostrar la estética de creación fílmica. Entonces, ¿cómo lograr captar la estética dentro del cine?

--Una película lograda es aquella en la que el qué y el cómo son armónicos. Es decir, el director quiere contar algo y busca los mejores recursos para contar esa historia: fotografías, iluminación, creación de una atmósfera, creación de personajes con vida propia, personajes que tengan psicología de sí mismos, diálogos, etc. Se hace un acento en la parte formal. Sin embargo, los efectos especiales no ocuparon esos espacios que ya no transmiten lo mismo, siendo que yo creo que el cine es una ventana hacia el mundo, hacia la vida y que es, justamente, un instrumento de exploración de las grandes preguntas que uno se hace sobre la vida y las películas de autor son aquellas que enriquecen esa visión de la vida a partir del qué y el cómo.

Susz tiene escritos cinco tomos sobre el cine, denominados 40 / 24 Papeles de Cine. Cinco tomos donde en ninguno ha mencionado que admira a Federico Fellini y su Ocho y Medio. Cinco tomos donde nunca ha dicho que es un crítico que se pregunta sobre el sentido de lo que está haciendo, y sobre su importancia. Cinco tomos donde no ha señalado que, en su vida, lo único constante ha sido la autocrítica: el saber si lo que uno hace está bien; el saber si las decisiones sirven para algo o no. 



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